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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reajuste de posiciones en el tablero valenciano

El tiempo que resta hasta las elecciones no revestirá más complicación para el actual Consell que ejecutar los presupuestos ya aprobados

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, atiende a los medios de comunicación a su llegada este viernes en el Teatro Principal de Ourense.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, atiende a los medios de comunicación a su llegada este viernes en el Teatro Principal de Ourense.Brais Lorenzo (EFE)
Amparo Tórtola

La demoscopia hablará pronto y sancionará que en 2023 -ciclo electoral- puede existir un efecto Feijóo, como existió un efecto Sánchez en el ciclo de 2019. La capacidad del dirigente gallego y futuro presidente del PP no alcanzará, intuyo, para provocar un terremoto político con cambio de gobierno, pero sí para recuperar una buena parte de los miles de votos que huyeron espantados ante la calamitosa gestión del tándem Pablo Casado y Teodoro García Egea.

Recordemos que los jóvenes halcones del PP recibieron una herencia de Mariano Rajoy cifrada en cerca de ocho millones de votos. En abril de 2019 el legado hacía aguas: Vox había captado a cerca de dos millones de ex votantes del PP y C’s había seducido a otro millón de antiguos simpatizantes populares. La repetición electoral en noviembre de ese mismo año mejoró levemente la posición del PP, más por demérito ajeno -ese Albert Rivera arrogante y soberbio- que por mérito propio. La transmisión de nutrientes a Vox no cesaba.

Equivocaciones varias de estrategia y de táctica desembocaron en el sainete de las últimas semanas, reconducido su guion con la aclamación relámpago de Alberto Nuñez Feijóo como nuevo líder del PP. Del PP de toda la vida, como dejó claro el gallego en su declaración de intenciones del pasado martes al señalar que aspira a dirigir “una alternativa madura, fiable y con sentido de Estado”.

Feijóo ha sabido interpretar muy bien los posos del café y desandará el camino recorrido por su antecesor: respeto a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, en tanto que es un destacado activo electoral del PP y no hacerlo así es seguir alimentando a Vox; además, reforzar las fronteras, las líneas rojas frente al partido de Santiago Abascal, otorgando de nuevo visibilidad y protagonismo a figuras como la de Cayetana Álvarez de Toledo, cuyo perfil satisface al militante y votante más extremo del PP; alcanzar acuerdos institucionales con el Gobierno de Pedro Sánchez porque, como explicitó el todavía presidente de la Xunta, no viene “a insultar, sino a ganarle”.

La ruta esbozada por Feijóo dificultará que regresen “a casa” o permanezcan fieles a las siglas aquellos que identifican en el ideario de Vox sus más genuinos sentimientos y posiciones políticas. Por el contrario, galvanizará su voto tradicional y mayoritario, facilitará absorber a los restos de Ciudadanos (C’s) y, quién sabe, puede atraer a una moderada porción de votantes socialistas agraviados por Pedro Sánchez y su política de acuerdos y pactos con Unidas Podemos, ERC o EH Bildu.

Todo ello tendrá repercusión en una autonomía que, como la valenciana, presenta un mapa sociológico/electoral notablemente influido por lo que acontece más allá de sus fronteras naturales.

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Es de suponer que el efecto Feijóo se dejará sentir en tierras valencianas. Falta le hace al PP autonómico, frente a un Gobierno del Botánico que, por el momento, no ve en peligro su continuidad y aspiran sus miembros a suscribir una tercera edición en 2023.

La figura del presidente, Ximo Puig, goza de buena valoración. Como diría su homólogo andaluz, Juanma Moreno (PP), ha sabido el Molt Honorable situarse en la “zona templada, dialogante y razonable” con la que se identifican amplias capas del electorado valenciano. Decidido a culminar la legislatura y con las veleidades anticipatorias ya descartadas, el tiempo que resta hasta las elecciones no revestirá más complicación para el actual Consell que ejecutar los presupuestos ya aprobados y, si hace falta, prorrogarlos el próximo año, además de pelear por la recuperación económica y la creación de empleo: 350.000 desempleados son una losa para cualquier administración. Los elevados índices de desempleo juvenil incrementan su peso.

Aunque alérgico a introducir cambios en su equipo, como viene demostrando desde 2015, Puig puede verse obligado por circunstancias sobrevenidas a acometer una remodelación de su gobierno debido a dos circunstancias: el estado de salud de uno de sus integrantes y la voluntad de designar a la consejera de Sanidad, Ana Barceló, como candidata socialista a la alcaldía de Alicante.

Si el efecto Feijóo preocupa en el ámbito del Botánico, no lo transmiten verbalmente, aunque el PSPV-PSOE y Compromís refuerzan su presencia en el sur de la Comunidad.

Saben socialistas y nacionalistas de su debilidad electoral en Alicante y que es en esa provincia donde hay que debilitar al PP, presentando candidatos municipales con tirón en las ciudades más destacadas bajo gobierno popular -Alicante, Benidorm, Torrevieja y Orihuela-, y frenar el ascenso de Vox.

Unidas Podemos y Compromís se preparan para la batalla electoral que está por venir sin saber muy bien bajo qué fórmula y/o bandera lo harán. La figura de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, y su proyecto político de confluencia de las izquierdas a la izquierda del PSOE distorsionan cualquier planteamiento cuando falta un año para las elecciones autonómicas y municipales. No ha pasado desapercibida la ausencia de Díaz el pasado fin de semana en el congreso de Iniciativa del Poble Valencià (IPV), el partido liderado por Mónica Oltra. Excusar la ausencia de la vicepresidenta del Gobierno en los consabidos “motivos de agenda” denota pobreza de argumentario y dispara las interpretaciones.

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