La onda expansiva del PP nacional sacude al PP valenciano
Casado y García Egea decidieron que Bonig no ofrecía el perfil idóneo y designaron a Carlos Mazón. Nadie rechistó y se aceptó con naturalidad que digitalmente, desde Madrid, se optara por el relevo
El PP valenciano (PPCV) inaugura sede autonómica y provincial en el centro del cap i casal. Coincide el estreno inmobiliario con la crisis abierta en el partido conservador entre su dirección nacional, liderada por Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Se acusan mutuamente de corrupción y espionaje. Lo hacen en directo. Ante las cámaras de televisión y los micrófonos radiofónicos.
La joven periodista que una fue no olvida jamás la sorpresa que le produjo escuchar, en boca de pretéritos dirigentes del PSPV-PSOE y el PP, una misma frase: “Los trapos sucios se lavan en casa”. Era la fórmula habitual para abortar preguntas pertinentes que, sin embargo, molestaban, en especial cuando indagaban sobre los habituales desencuentros entre conmilitones de un mismo partido. La receta, de tanto usarse, parece amortizada.
El PPCV estrena piso y quien debería estar pensando en ampliar instalaciones es Vox. Me lo dice un amigo, no sin sorna. Tiene razón. En términos electorales, el único beneficiario de esta movida popular es la tropa comandada por Santiago Abascal. Ellos recogerán el voto cabreado y desconcertado de militantes y votantes del PP. Ha llegado la excusa que muchos esperaban para ejercer sin remordimientos la infidelidad política: votar a Vox. Previamente, como ya hemos escrito tantas veces, los de Abascal se han ganado la confianza de amplias capas del electorado a quienes las opciones políticas tradicionales no han sabido, no saben, dar respuesta a sus contrariedades e inquietudes.
La onda expansiva del PP nacional alcanza al PP valenciano, en pleno proceso de reconstrucción tras un largo periodo de ostracismo. Imagino a Isabel Bonig, pese a su lealtad a las siglas, sonriendo enigmáticamente. La ex presidenta de los populares autonómicos y ex candidata a la presidencia del Consell fue desplazada de ambos cargos por decisión del dream team formado por Pablo Casado y su secretario general, Teodoro García Egea. Ambos decidieron que Bonig no ofrecía el perfil idóneo para disputarle a la izquierda la supremacía electoral en territorio valenciano. Designaron a Carlos Mazón, el presidente de la Diputación de Alicante, como su sustituto. Ni una sola voz entre los populares del terreno rechistó. Todos aceptaron con naturalidad que digitalmente, desde Madrid, se decidiese el relevo. Luego se vistió con la celebración del pertinente Congreso.
Desde entonces, la Comunidad Valenciana es designada en el PPCV como “territorio Teo”, en referencia a la total sumisión de sus actuales dirigentes con García Egea. Y ahora, ¿qué? ¿Qué pasará en la Comunidad Valenciana si la cabeza política de Teo es entregada por Casado como tributo que acote los estragos del desastre? Solo la salida del número dos del PP podría satisfacer las demandas que, en ese sentido, está recibiendo Casado por boca de numerosos ilustres de la formación.
El autor de España como problema, Pedro Laín Entralgo, clasificaba a las personas en dos grandes grupos: los pontificales y los hereticales. Los primeros, unen y acercan. Los segundos, dividen y enfrentan. Decía Laín Entralgo que los pontificales escasean, mientras los hereticales abundan. En el PP se ha extendido la sensación de que García Egea se encuadra en las filas de los segundos. La realidad parece confirmar el diagnóstico.
Mazón y otros dirigentes valencianos, la candidata a la alcaldía, María José Catalá, entre ellos, han mostrado con timidez sus cartas en esta batalla nacional. Han cerrado filas con Pablo Casado, lo que les sitúa frente a la Presidenta madrileña y sus valedores. Llegados a este punto de enfrentamiento, no hay medias tintas: o estás conmigo o estás contra mí. Y eso que Carlos Mazón soñaba con emular a la lideresa madrileña y “hacer un Ayuso” en la Comunidad Valenciana: obtener en 2023 un resultado suficiente para, sin mayoría absoluta pero con la abstención de Vox, echar a la calle al Gobierno del Botánico…
La crisis de los populares aún tiene recorrido. ¿Qué harán los dirigentes valencianos si el único barón del PP, el genuino referente para plantarle cara a Pablo Casado y su equipo, el presidente gallego Alberto Núñez Feijóo, se posiciona junto a Díaz Ayuso y provoca una convulsión de alcance más inusitado todavía? ¡Menudo marrón les ha caído encima! Parafraseando al presidente de Castilla y León en funciones, Alfonso Fernández Mañueco, podrían decir aquello de: “¡Yo ya tengo bastante con lo que tengo!”. Y lo que tiene el PPCV se traduce en varios retos: evitar que el crecimiento de Vox se produzca a costa de sus apoyos, seducir a los votantes de Cs, y cruzar los dedos para que la estabilidad del Gobierno del Botánico -pese a todas sus crisis- no se traduzca en solidez electoral en 2023. También asumir que, en el mejor escenario futuro para sus intereses, la sombra de Vox será alargada, muy alargada.
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