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“La igualdad no viene sola porque el patriarcado funciona por inercia”

Aliades, asociación valenciana de Técnicas de Promoción de la Igualdad de Género, pide respaldo institucional para ayudar a un cambio social

Cristina Vázquez
Asociadas de Aliades per la Igualtat en su sede en Valencia.
Asociadas de Aliades per la Igualtat en su sede en Valencia.

“La igualdad no viene sola porque el patriarcado lleva instaurado miles de años y funciona por inercia”, sostiene Ana Díaz, asociada de Aliades per la Igualtat, una entidad profesional de técnicas y técnicos superiores en Promoción de Igualdad de Género, que quiere poner en valor una especialidad nueva, regulada por primera vez en 2013, y concebida para educar en igualdad y prevenir las múltiples manifestaciones de la violencia de género.

Después de tantos meses sin reunirse por la pandemia, una decena de asociadas se juntan en su sede en Valencia para hacer pedagogía de su trabajo. “Empezamos más como una asociación orientada al activismo y ahora lo que estamos haciendo es reivindicar respaldo institucional. Queremos aunar todas las voces dentro de la asociación para defender la propia figura porque si coge fuerza ayudará a un cambio social”, explica Díaz.

Las Técnicas promotoras de Igualdad, sean mujeres u hombres, tienen capacitación y competencias para intervenir en todos los ámbitos. “En la adolescencia está todo ya consolidado y educar desde la infancia es la única manera de cambiar el rumbo de la civilización porque el patriarcado, la subordinación de la mujer, es rentable para la humanidad”, añade Ana Gracia, también parte de Aliades. “La igualdad se enseña desde la infancia, en las aulas y también en espacios no docentes como es el patio, la escola matinera, o los talleres para familias. “Todos ellos son espacios de aprendizaje y socialización”, aseguran.

Este ciclo formativo de FP es muy reciente y surgió de una demanda social y de una mayor sensibilización y compromiso por parte de las instituciones. Hasta 2015 no se puede hablar de una primera promoción de técnicas y técnicos de igualdad: “Existen estudios de género y puedes formarte independientemente del ciclo, pero el nuestro es el primero regulado por un real decreto. Muchas de nosotras venimos del ámbito universitario pero nos sentimos identificadas con el ciclo formativo”, añade Gracia.

¿Qué hacen los y las promotoras de igualdad? Se ocupan de programar, diseñar y evaluar acciones vinculadas a la promoción de la Igualdad en el ámbito laboral, en el cultural, y sobre todo en el educativo, que es donde puede desplegarse una labor preventiva. “Si empezamos en la educación Secundaria, ya hemos llegado tarde”, sostiene Gracia.

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“Con la igualdad ocurre como con el medio ambiente, todo el mundo sabe; pero en realidad no es así. En las concentraciones de rechazo a los crímenes machistas, hemos visto que se utilizaban conceptos que antes no se usaban. Por ejemplo, la violencia vicaria [la que persigue dañar a la mujer a través de sus seres queridos, especialmente los hijos]. Todo el mundo puede hablar de igualdad pero no todo el mundo sabe identificarla y analizarla, y tampoco sabe identificar todos los sesgos cognitivos que nos afectan. El tema de la igualdad no es como las matemáticas, genera polarización y diferentes opiniones”, prosigue la técnica.

“Estamos totalmente socializadas en un caldo de cultivo machista”, continua Díaz: “a través de videos, programas de televisión, publicidad, se nos traslada un mensaje subconsciente, subliminal, de que la mujer está por debajo, que es normal que nos cosifiquemos, que no debes ir por lo oscuridad porque te puede pasar algo y te culpabilizan a ti como víctima y no al agresor; y tampoco faltan esas voces que aseguran que nunca han sentido esa desigualdad”.

Por su experiencia, Claudia Gil, de 49 años, sabe que mucha gente cuestiona que la ley contra la violencia de género se refiera solo a las mujeres: “Les explicas los datos, que si naces mujer y en función de tu zona o cultura de procedencia, te enfrentas a diferentes tipos de violencia; pero parece que si no lo viven de forma directa, esa violencia no existe”. “A mí”, añade Teresa Ridaura, de 31 años, otra promotora de igualdad, “me cuesta mucho hacer entender a los hombres que es un problema estructural, que no son casos aislados. Intento en lo personal aportar mi grano de arena pero es como darte contra un muro, se dan cuenta de las cosas pero algunos enseguida dicen que exageras y saltan con las denuncias falsas”.

A Ana Gandía, profesional procedente del mundo judicial ya jubilada, le enfada comprobar cómo se enfrentan en ocasiones los tribunales a los casos de violencia de género. “Hay muchos por qué: ¿por qué iba usted por esa calle?, ¿por qué llevaba esa ropa, por qué, por qué?…. En cualquier otro delito, cuando vas por la calle y te roban el teléfono no te dicen ‘¿usted llevaba bien cogido el móvil?’.

Víctor Sánchez, 27 años, trabaja en Quart de Poblet y da clases en centros educativos sobre diferentes aspecto de la igualdad. Trabaja los roles y estereotipos con el alumnado de infantil e ilustra con una anécdota lo necesaria que es la formación en el ámbito escolar. “Recuerdo un taller de lenguaje inclusivo en una clase de 4º de Primaria donde el profesor boicoteaba mi intervención. ‘Y qué más da decir todos o todas, ¡todos son todos!’, repetía. Al final me dejó hacer mi trabajo, pero en un momento dado me pregunté si debía pedirle por favor que cambiase su actitud”.

Díaz apostilla al comentario de Víctor porque también forma a estudiantes de Secundaria: “Siempre hay alguien que te niega totalmente los datos sobre mujeres asesinadas, violaciones, etc. Hay quien cree que es una confabulación global para decir que las mujeres son víctimas de los hombres”. Según Gracia, con la violencia de género va a haber siempre conflicto porque es un tema escabroso. En sus clases, con el propósito de crear debate, suele preguntar a los más escépticos o escépticas: “¿Con esta ley de violencia de género, ¿a las mujeres que matan a sus parejas no les pasa nada? ¿Realmente vivimos en un país en que una mujer puede matar a su marido y no le pasa nada? ¿España es un país en el que las mujeres podemos permitirnos hacer lo que nos dé la gana?”, inquiere en un intento de hacerles reflexionar.

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Las sesiones siempre se quedan cortas para las promotoras de igualdad. 50 minutos no bastan para ahondar en una cuestión tan vasta. “Por eso reivindicamos una actuación continuada, que no sea con motivo del 25N o del 8M, y que nos permita también tener un contacto continuado con la realidad”, propone Gracia.

Otro tema que suscita debate son el reparto de roles, añade Visa Promig después de años de trabajar en el ámbito de la moda. “Se perpetúan los roles y estereotipos y en lugar de avanzar, los separamos cada vez más. Y a partir de los cuatro años ya es muy difícil cambiarlos. Estamos constantemente clasificando desde que nacemos, con los colores, el rosa, con el tipo de juguetes, y todo va sumando”.

Pepa Navalón recuerda su experiencia a través de los talleres de teatro. “Mujeres de distintas edades que, haciendo teatro, descubrieron que habían sufrido violencia de género. Para ellas era normal que sus maridos les pidieran la botella de vino a gritos o les exigieran la ropa limpia encima de la cama. Fue una experiencia muy motivadora. Hubo alguna mujer en el grupo que con 70 años se separó”, recuerda.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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