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La noche barcelonesa resiste y vuelve a animarse en el Paral·lel

La sala Apolo, la programación del Paral·lel 62, el regreso del histórico Molino y la explosión de locales como Laut o Rouge dejan atrás los años degradados

Entrada de la Sala Apolo, en diciembre de 2024.
Entrada de la Sala Apolo, en diciembre de 2024.Gianluca Battista

El pasado no se puede recuperar, nada se repite de igual manera, pero ya desde tiempos de Ada Colau las autoridades municipales parecen dispuestas a recuperar el brillo de la que fue la calle de los espectáculos en Barcelona. Además del teatro, la música se erige hoy como un poderoso atractivo del Paral·lel, contando con la sala Apolo como cabeza tractora, amén del Paral·lel 62 que gana espacio con su creciente programación y con el histórico El Molino como sala que recientemente se ha sumado a la oferta musical. Pendientes las obras de recuperación del Arnau y con locales como Psycho, Rouge, La Federica o Laut entre otros, la animación parece crecer en la zona. No se conoce cómo será el futuro inmediato, pero sí que se han dejado atrás los años más oscuros y degradados.

En esos años Apolo ya funcionaba como sala de baile y de conciertos, se inauguró en 1943, pero fue a partir de los años noventa cuando se acompasó con los tiempos y comenzó la historia que aún protagoniza. Dispone de dos salas de conciertos (1.300 y 800 personas de capacidad) que programan casi diariamente y otros dos espacios, La 3 y la Cinc donde junto con las dos primeras salas toman vuelo hasta 8 sesiones periódicas de club con temáticas musicales diferentes entorno a DJs específicos. Una tierra de 3.000 danzas que funciona toda la semana. Alberto Guijarro es su director y asegura que “sin los clubs Apolo no sería lo mismo” y cuenta que “entre 2005 y 2015 la cultura de club tuvo un bajón del que ahora se ha recuperado”. Su motor, apunta, “es la multitud de colectivos existentes con ganas de programar, muchos de ellos vinculados al movimiento LGTBIQ+”. Por su parte, Naiara Lasa, directora de programación desde 2011, rompe un tópico: “los más jóvenes vienen a los conciertos, en especial para ver K Pop (pop coreano) y artistas fuera de los radares mayoritarios, son muy fans y pagan entradas nada baratas entre 70 y 200 euros”. Ambos explican que cuando se trata de K Pop la sala se divide en dos y los fans que ocupan la parte delantera pagan esos 200 euros porque saben que por allí pasarán sus ídolos a chocarles la mano. Lasa desliza una diferencia con el público de antaño “antes había más curiosidad, ahora solo salen a ver cosas que conocen muy bien, no hay lugar para la sorpresa, que en todo caso se encuentran en los festivales”.

Entre 2005 y 2015 la cultura de club tuvo un bajón del que ahora se ha recuperado con colectivos existentes con ganas de programar, muchos de ellos vinculados al movimiento LGTBIQ+
Alberto Guijjarro, director de la sala Apolo

El trabajo de programación no siempre es fácil y requiere de equipo joven que esté al día de las nuevas corrientes. “Además”, indican Guijarro y Lasa, “hemos de comprobar temas éticos de los artistas que no conocemos para evitar intolerancia y homofobia, como en la época del dancehall (estilo musical jamaicano), alguno de cuyos artistas nos provocaron muchos problemas a comienzos de la década pasada precisamente por su homofobia”.

Por lo demás, Apolo acoge todo tipo de público de entre menos de 20 y, según el caso, hasta los sesenta, también da cobijo a los artistas (Rosalía, Morad, Ana Tijoux) que trabajan en el estudio con el que cuenta la sala. Todo el mundo será ahora saludado por un Apolo andrógino recién pintado en una fachada por el prestigioso muralista Aryz. Eso sí, ni Guijarro ni Lasa creen en el efecto llamada del Paral·lel: “ahora tira más el barrio, la gente se mueve por Raval o Poble Sec, pero no dice ‘vamos al Paral·lel’. Ese concepto es de personas mayores”, concluyen. Tienen cerrada programación para casi todo 2025 y ya comienzan a trabajar en la de 2026.


Imagen de una de las fiestas de NITSA en la Sala Apolo
Imagen de una de las fiestas de NITSA en la Sala ApoloJordi Pérez

Más oferta musical

Paral·lel 62, antiguo Studio 54, antes Café Español y Teatro Español, lleva cerca de dos años gestionado cooperativamente y Anna Cerdà, gestora cultural con amplia experiencia, es la directora. “No me olvido que aquí debutó Mary Santpere”, asegura, y manifiesta la buena sintonía con las otras dos salas de la zona. También cree que hoy las cosas no funcionan como en la época dorada del Paral·lel: “Hoy los conciertos y el ocio están más planificados, tienes la entrada con meses de antelación y esta zona no tiene un efecto llamada perceptible todo y que cada vez hay más ambiente”.

En sus dos salas, con capacidad para 1.500 y 200 personas, se ha notado un incremento de público con respecto al año pasado, de 156.000 a 184.000 asistentes, con un aumento paralelo de ocupación (un 64% de la programación tiene una asistencia entre el 80 y 100% de ocupación en la sala grande y un 58% en la pequeña), y en ambas salas ha crecido un 10% la programación musical. Paral·lel 62 tiene una clara vocación de servicio público explicitada en colaboraciones con entidades del barrio como Xamfrà, el Centre Cultural Albareda e Impulsem, un colectivo de inserción laboral que les brindará personal para trabajar en la sala. Su aspiración es aumentar la presencia de público de las minorías que viven tanto en Raval como en Poble Sec, aunque reconoce las dificultades. “Las hay económicas, culturales e incluso de idioma. Cada vez hacemos más actividades y charlas en la sala pequeña, vinculadas a músicas no occidentales, de la diáspora Africana, orientales, del Magreb, y alguna pincelada de Pakistán e India”. Con el 2025 muy ocupado, ya están programando para 2026.

El Molino
Exterior de la sala El Molino de Barcelona, que reabrió en octubre.AJUNTAMENT DE BARCELONA/EP

Quien se ha sumado más tarde a esta oferta musical es El Molino, que como indica Víctor Partido, director de la sala, “ofrece como máximo atractivo la cercanía del escenario, la comodidad de las mesas y una programación amplia, alejada de lo más comercial, con jazz, músicas del mundo, artistas locales y propuestas experimentales que atraen a un público más adulto como eje”. Desde su inauguración, hace poco más de mes y medio, han programado a unos 40 artistas en doble pase, realizando unos 80 conciertos, y ahora, cuenta Partido “es hora de hablar con las otras salas, a cuyos responsables ya conozco”. Partido, natural de Sant Boi, tenía el Paral·lel como “el lugar donde mis padres venían a ver a Paco Morán y quiera o no, trabajar aquí es como una responsabilidad añadida”. Para él, más que un destino, la avenida es “una encrucijada entre barrios, un espacio de cruce de la ciudad”.

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