Extremismo y moderación
La extrema derecha arrastra a la derecha, que deja un espacio en el centro, los socialistas han captado la oportunidad y después de haber arrastrado a los Comunes a la gobernabilidad, apuestan por la moderación para consolidar su hegemonía entre los votantes desencantados por la radicalización del PP
El poder de arrastre de la extrema derecha está marcando la agenda de la política europea. Gran parte de las derechas tradicionales, conservadores y presuntos liberales, le están dando carta de legitimidad. Ya no solo es la derecha más tradicional la que le extiende la mano. Emmanuel Macron, encarnación del liberalismo ilustrado ha resuelto la crisis que provocó con sus desatinos estratégicos formando un gobierno cuya suerte parlamentaria depende de Le Pen, que puede tumbarlo según su capricho.
España y Cataluña van entrando paulatinamente en la corriente. El PP no sólo ha validado a Vox con sus pactos de gobierno y con su sintonía en el parlamento sino que ya tiene el autoritarismo postdemocràtico en casa en la versión, aparentemente folclórica, de Isabel Díaz Ayuso azote del estado del Bienestar. Y por mucho que algunos minimicen el problema con el argumento de que su estilo genuinamente madrileño tiene poco recorrido fuera de la capital, el personaje está allí y tiene a Feijóo en vilo y a la corte mediática de la derecha entusiasmada. En Cataluña, la desaceleración del procés ha hecho que algunas voces hayan iniciado la normalización de Sílvia Orriols y su Aliança Catalana. En tiempos en que la sociedad ha entrado en fase de desescalada después de ver los límites del proyecto independentista, el recurso a la dimensión trascendental del nacionalismo opera como consuelo.
El poder de atracción de la extrema derecha en toda Europa coincide con un momento de cierto desconcierto en el espacio de la izquierda como si todo el escenario se estuviese desplazando hacia la derecha. Después de unos años de crecimiento que les llevó a ocupar un papel determinante en la escena política española —y llevó a Sánchez al poder—, Podemos y los Comunes viven ahora la resaca de quienes viniendo desde la calle, con el tono fantástico del programa de máximos, han ido pagando las inevitables frustraciones del paso de potencia a acto en la experiencia de la realidad. Y su peso se va reduciendo.
Ahora mismo parece como si todo el espectro político se desplazase hacia la derecha. La extrema derecha arrastra a la derecha, que deja de este modo un espacio libre en el centro, los socialistas han captado la ventana de oportunidad y después de haber arrastrado a los Comunes a la gobernabilidad, apuestan ahora por la moderación como opción para consolidar su hegemonía entre los votantes de la derecha desencantados por la radicalización del PP. Así se ha ido consolidando Pedro Sánchez, en un ejercicio que le ha permitido neutralizar a la izquierda y arañar al PP, con perspectivas al alza, a la vista del desconcierto de Feijóo y su núcleo dirigente. Y así es el modelo de Illa que con la moderación como bandera se ha hecho con la presidencia de la Generalitat y tiene tiempo por delante para consolidar su apuesta con el ojo puesto en la extinta Convergència. Esquerra afronta un paréntesis largo por una crisis que Junqueras tendrá que remontar. Y Junts necesita liberarse del tabú Puigdemont para decidir qué quiere ser para hacerse mayor. ¿Y a la izquierda, qué? A los Comunes se les abre una oportunidad para crecer. E Illa les necesita fuertes para seguir sumando. La voz de la izquierda es indispensable para evitar el desplazamiento hacia el autoritarismo. La moderación sin duda dará rendimientos a corto plazo pero ojo con dejar demasiado electorado huérfano. El socialismo puede consolidarse aprovechando la radicalización de la derecha, siempre que el electorado de izquierdas le siga.
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