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AYUNTAMIENTO DE BARCELONA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Barcelona sin modelo

Un año después de que Collboni se convirtiera en alcalde, el PSC retoma recetas del pasado y deja la ciudad en manos de la inercia neoliberal

Jaume Collboni entra en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, en una fotografía de archivo.
Jaume Collboni entra en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, el día de su investidura, hace un año, el 17 de junio de 2023.Gianluca Battista
Ada Colau

Durante los ocho años que desde Barcelona en Comú lideramos la alcaldía de Barcelona, entre 2015 y 2023, tanto la ciudadanía favorable a los cambios impulsados, como sus detractores, estuvieron de acuerdo en una cosa: por primera vez desde Pasqual Maragall Barcelona tenía un modelo de futuro claro. Un modelo pionero, innovador, que daba respuesta a la mayoría de retos del siglo XXI y con reconocimiento internacional.

Un año después del nuevo mandato de Jaume Collboni, podemos decir que desgraciadamente esto se ha frenado. Collboni fue nuestro socio minoritario durante dos mandatos y, justamente por ese motivo, lo votamos a él en lugar de a Xavier Trias, que había prometido deshacer nuestras principales políticas en la ciudad. Recordemos que, cuando Collboni fue escogido alcalde por la mínima y como mal menor -el PSC había quedado a tan solo 300 votos de Comuns-, en la ciudad se daba por hecho que se produciría un pacto de izquierdas que siguiera adelante con los cambios iniciados.

Pero eso no ha sido así. Para sorpresa y decepción de muchos, el PSC ha preferido gobernar en estricta minoría con únicamente 10 concejales de 41 y ha renunciado a explorar un amplio pacto de izquierdas con Comuns (nueve) y ERC (cinco). Durante este año se han aclarado los motivos: determinadas élites de la ciudad han mostrado su apoyo al PSC y su alcalde, haciéndole la vida fácil, sin campañas en contra, a cambio de evitar que Comuns entráramos en el gobierno de la ciudad. Solamente así se explica que Collboni haya decidido frenar políticas de éxito y amplio apoyo como Superilla, la protección de entornos escolares o algunas políticas sociales como el empadronamiento de personas migrantes o los centros VilaVeïna para aproximar y mejorar la atención social en los barrios. Al mismo tiempo, ha retomado políticas del pasado como la criminalización de la pobreza, la mercantilización del espacio público (cerrando el Park Güell para un desfile de lujo de Louis Vuitton) o llevado la Fórmula 1 al centro de la ciudad recuperando una cultura cochecéntrica, de velocidad, ruido y contaminación claramente contraria al sentir mayoritario de la ciudadanía.

Por si eso fuera poco, la última sorpresa nos la trae ERC en Barcelona. Durante los ocho años que fui alcaldesa les ofrecí en diversas ocasiones entrar en el gobierno de la ciudad. Su respuesta fue siempre negativa, con un único argumento principal: con el PSC no iban ni a la esquina, el PSC del 155 era una línea roja. Ahora la formación republicana nos sorprende, bajo el nuevo liderazgo de Elisenda Alamany, y anuncia su voluntad de entrar en el gobierno de Collboni en una posición de clara subalternidad, rechazando un pacto amplio con Comuns y asumiendo carteras (turismo, derechos sociales) que los llevarían a muchas contradicciones, ya que el liderazgo del marco estará claramente en manos de un PSC más a la derecha que Pedro Sánchez y de lo que había representado Pasqual Maragall. Estaba previsto que el pacto se consumara esta semana, pero parece que una fuerte movilización de las bases en contra ha frenado el acuerdo. Veremos cómo acaba.

En todo caso, vaya por delante que PSC y ERC son libres de optar por un gobierno en minoría y dócil con las elites conservadoras de la ciudad. Pero entonces no podrán buscar el apoyo externo de Barcelona en Comú, que estaremos donde hemos estado siempre: defendiendo el derecho a la vivienda frente a la especulación, la regulación del turismo ante la masificación, la pacificación de la ciudad con más ejes verdes como Consell de Cent, la gestión pública del agua o las políticas sociales valientes que amplían derechos, como el dentista o el psicólogo municipales, por mencionar unas pocas.

Políticas que han tocado privilegios y por ello nos han hecho una guerra mediática y judicial sin precedentes. Ya contamos con 20 denuncias archivadas en un caso clarísimo de lawfare que el PSC de Barcelona nunca ha denunciado, y hasta ha promocionado y se ha beneficiado.

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Sea como sea, el fracaso de Collboni ya no hay élites suficientes que lo escondan. Dijo que tendría presupuestos y pacto de gobierno antes de la primavera, y estamos a las puertas del verano con unos presupuestos aprobados por moción de confianza y sin ningún pacto cerrado. Una ciudad sin modelo de futuro, con conflictos vecinales en aumento –durante este año no se ha hecho nada para aplicar la regulación de alquileres, controlar la masificación turística o reducir la contaminación– y con un gobierno en minoría que no tiene tiempo para atender a colectivos vulnerables ni la pluralidad de los distritos.

Entre un viejo mundo que no acaba de morir y un mundo nuevo que no acaba de nacer, así están las cosas. Desde Barcelona en Comú seguiremos allá donde surgimos: en los barrios, en las luchas populares para denunciar abusos e injusticias, en las propuestas concretas para hacer aquello que nos decían que era imposible. Un año después de la investidura, queda claro que el gobierno de Collboni y PSC renuncia a seguir impulsando un modelo de futuro para Barcelona, retoman las recetas del pasado y dejan la ciudad en manos de la inercia neoliberal. Nosotras seguiremos imaginando, creando y tejiendo esperanza allá donde estemos, ya sean las calles o las instituciones.

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