Felix, la cacerola y Barcelona, en el desfile de Louis Vuitton
La ciudad mantiene su debate interno sobre la gestión del espacio público y la llegada de turistas mientras la mayor firma de lujo celebra un evento y los vecinos protestan
Esperando a Felix. 18 horas del jueves 23 de mayo. Entrada al Park Güell. Cielo despejado. Ambiente de verano. Vistas descomunales sobre Barcelona. La alfombra roja, en este caso blanca, da la bienvenida al desfile de Louis Vuitton, con sus enormes siglas LV en negro. La empresa batió el récord histórico de ventas en 2022 superando los 20.000 millones de euros. Ninguna casa de lujo ha facturado ni factura tanto. Decenas de personas aguardan pacientemente móvil en mano. Grupo variado. Ninguna luce en su mano un Luisvi, diminutivo del bolso de Louis Vuitton. ¿A quién esperan? Se suceden las limusinas y las camionetas negras. Gritos. No es Ana de Armas ni Zendaya, nombres VIP que suenan como asistentes al desfile. La mayoría de los congregados son seguidores de Felix. ¿Felix? Un rapero y bailarín australiano de origen coreano y miembro del grupo Stray Kids. Así lo confirman dos estudiantes del colegio Jesús María, que han subido a toda prisa la montaña para ver a su ídolo. El artista de K-Pop se unió a la marca en agosto de 2023 y fue nombrado embajador. “Si Felix está en Barcelona, ¿qué más da el examen de mañana?”, decía con orgullo uno de sus seguidores.
Barcelona no está en venta. 19 horas del jueves 23 de mayo. Una hora más tarde. Rambla de las Mercedes, muy cerca del Park Güell, pero desde otra perspectiva y con otro sonido. Cacerolas, cucharones, silbatos y megáfonos para protestar y denunciar que el barrio no está en venta y que no es un parque temático. Son decenas de personas, de todo tipo. Algunos del barrio y otros que se han sumado a la protesta. Están encapsulados por los furgones de los Mossos d’Esquadra. Imposible acercarse al desfile. El barrio es una ratonera y ellos, los manifestantes, son los más vigilados. “Protestamos por la invasión, por la ocupación del barrio. Todo el mundo está quemado aquí. Y ¿quién paga esta fiesta? Pues está dentro del contrato de la Copa del América y permiten a Louis Vuitton hacer lo que quiera”, protesta Antonio. En uno de los balcones, un enorme cartel reza: “Barcelona is not for sale”. En el mismo momento, un grito surge de un jardín cercano: “Callaros, perroflautas”. Tristan es uno de los vecinos que corta la calle Escorial este jueves contra un modelo de ciudad que no comparte: “Es indignante que el símbolo máximo del lujo que representa LV pueda hacer lo que quiera y supone decirnos que aquello que es de todos, en realidad, está en venta”.
El debate. Y mientras tanto… Barcelona se debate eternamente sobre su modelo, seguir creciendo y sumando turistas o la apuesta por el decrecimiento. Dos ciudades que conviven, que chocan y se quejan una de la otra. Fuentes del Ayuntamiento municipal, gobernado en minoría por los socialistas, explican que la marca francesa, que es la patrocinadora principal de la Copa del América, que se celebra este verano en la capital catalana, eligió la ciudad y específicamente el Park Güell “como un homenaje a la arquitectura, la cultura y el talento de la ciudad”. Dicen y defienden que toda capital internacional tiene grandes acontecimientos y que “el retorno en promoción de la imagen de Barcelona es monumental”. Sin embargo, la empresa municipal que gestiona el parque se acoge a una “clausula de confidencialidad” para no revelar si Louis Vuitton ha pagado o no por el evento. Y es lo que reclaman los vecinos: más transparencia.
“Defiendo otro modelo para Barcelona, si lo queremos llamar de la contención, no tengo inconveniente. Un modelo que avance en poner la ciudad a disposición de sus vecinos y no del negocio, que no contribuya a la venta y privatización del espacio público. Ambos modelos no es que puedan coexistir, es que no queda más remedio que así sea, aunque siempre en un equilibrio ordenado, gobernado públicamente, y que apueste por el primero de los mismos”, defiende el antropólogo José Mansilla. Pero, ¿la ciudad no podría sacar rédito de este tipo de actos para después reinvertirlo? “Esa es una pregunta trampa”, denuncia Mansilla, “porque estos actos no son únicos o esporádicos, responden a una forma de entender la ciudad. De hecho, eso es un chantaje político: vendemos la ciudad y así algo os caerá, como lo de la climatización de las aulas a costa de la tasa turística. Lo siento, pero no”.
En la otra cara de la moneda, están los que defienden la proyección de Barcelona a través de acontecimientos como la Copa del América. “Barcelona tiene que aprovechar sus oportunidades. Hay ciudades como Londres o París que ya lo tienen por derecho, pero si Barcelona tiene la oportunidad de estar, entonces al cien por cien. En solo dos ocasiones, LV ha optado por hacer fuera su desfile y nos ha elegido. Barcelona tiene que ser una I y no una O, sí a LV y sí a inversión en vivienda social”, explica Luis Sans, dueño de la tienda de paseo de Gràcia Santa Eulalia.
Y mientras tanto, este viernes la marca francesa se despedía con un buen sabor de boca. Así lo reconocía el director creativo de LV, Nicolas Ghesquière, a este diario: “Lo que me hace volver siempre a Barcelona es su energía. Nos hemos sentido bienvenidos en la ciudad”.
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