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Cucarachas, ratas y palomas: las plagas que amenazan a Barcelona este verano

El Ayuntamiento detecta a 350 personas, que alimentan a diario a las aves, y provocan una sobrepoblación de 40.000 ejemplares

Plagas en Barcelona
Un joven dando de comer a las palomas en plaza Catalunya.Albert Garcia
Alfonso L. Congostrina

Las altas temperaturas, la sequía y la detección de ciudadanos sobrealimentando animales urbanos son las variables necesarias para que, este verano, Barcelona sea —una vez más— víctima de las plagas de cucarachas, ratas y palomas. La ciudad se prepara para un verano caliente tras años aprendiendo de las miles de incidencias que generan este tipo de animales. Además, el gobierno municipal del alcalde Jaume Collboni ha detectado una novedad: unos 350 ciudadanos proporcionan —cada uno de ellos— entre tres y cinco kilos diarios de comida a las palomas. Con ese gesto descontrolan las colonias y obligan a la ciudad a soportar 40.000 aves más de las que habría normalmente. El objetivo del Ayuntamiento, y así lo ha marcado el gobierno municipal en el Pla Endreça, es interceptar a los superalimentadores y conseguir que reconsideren su actividad.

Jordi Arbues es el gerente de la empresa de control de plagas Ibertrac. Ya sabe que este verano su compañía tendrá “muchísimo” trabajo. “Los insectos se activan con el calor y este verano será complicado. Hace años, por Sant Jordi comenzaba la temporada de la cucaracha. Ahora, sin lluvias y con estas temperaturas se ha desestacionalizado nuestra actividad”, explica. La presencia de estos insectos es tan elevada que, “por presión demográfica”, abandonan las alcantarillas en verano y se introducen en las casas y los pisos. “También hay una gran presencia de chinches por el calor”, explica Arbues: “Son complicadísimos de erradicar y la factura es elevada”, recuerda. Con las ratas el problema cada año va a más. “Todo se complica porque cada vez prohíben más anticoagulantes con los que mantenemos a raya las plagas de roedores. Y su eliminación se vuelve más difícil”, lamenta Arbues.

Es tal el problema con el que se encuentra la ciudad con respecto a las plagas que la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) aumentó en 2021 en un millón de euros el presupuesto para controlar la superpoblación de estos animales en las alcantarillas, parques y solares. Este año la partida que se destinará a combatirlas se eleva a 2,5 millones de euros. El Servicio de Vigilancia y Control de Plagas Urbanas de la ASPB ya prepara un refuerzo en el servicio de este año, y saben que entre mayo y octubre se multiplicaran las llamadas de ciudadanos alertados por la presencia de ratas y cucarachas. Los avisos por la existencia de roedores se sitúan en los últimos años sobre los 2.800 y los operarios ya han intervenido en más de 26.000 puntos de la ciudad, sobre todo en los barrios de el Poble-Sec, Raval y Born. Las llamadas de alertas por cucarachas superan cada verano los 1.300 y la ASPB admite que tiene controlados más de 4.000 puntos en la ciudad.

Las palomas y los ‘superalimentadores’

Donde quiere actuar, por primera vez, el gobierno de Collboni es en la superpoblación de palomas. El último censo que el Consistorio tiene de estas aves data de 2017 y cifraba la población en entre 80.000 y 120.000 ejemplares. El Pla Endreça, con el que el ejecutivo municipal intenta poner fin al incivismo, la falta de limpieza y la inseguridad, se reserva un apartado para corregir el comportamiento de los ciudadanos que favorecen que las colonias de palomas invadan Barcelona.

La directora de servicios de derechos a los animales del Ayuntamiento de Barcelona, Carme Mate, denuncia que hay 350 personas en la ciudad que proporcionan personalmente entre dos y cinco kilos diarios de comida a las palomas. Sin la acción de estos llamados “superalimentadores”, la población de palomas se reduciría en 40.000 ejemplares. El Pla Endreça pretende reeducar a estos ciudadanos para que dejen de dar comida a las aves. “Una paloma necesita 30 gramos de comida al día y los superalimentadores hacen multiplicar esa ingesta”, explica Mate, que añade, sobre las consecuencias de esta abundancia de comida: “Lo normal es que las palomas hagan una o dos puestas al año pero es que en Barcelona, por culpa de la sobrealimentación, están haciendo seis”, lamenta.

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No es la primera vez que el Ayuntamiento intenta hacer algo para controlar la plaga de palomas. En 2017, el Consistorio puso en marcha en la capital catalana más de 40 dispensadores de pienso anticonceptivo, que siguen funcionando. También se sigue actuando para evitar la nidificación de palomas e incluso, desde la semana pasada, se utilizan halcones para ahuyentar a estas aves. Sin embargo, todas estas medidas no logran por si solas compensar las consecuencias de la actividad de las personas que alimentan de forma descontrolada a las palomas.

El pasado mes de noviembre, e Ayuntamiento activó una prueba piloto y localizó a estas personas en lugares críticos de Ciutat Vella como las plazas Folch i Torres, la de la Gardunya, Bella Dorita y Sant Pau del Camp, y la plaza Catalunya, donde solo allí se calcula que cada día se dan 60 kilos de comida a las palomas. O en plazas como la Olivereta o de la Farga en Sants-Montjuïc. “Utilizamos el equipo de gestión de conflictos del Ayuntamiento para detectar a los alimentadores y hablamos con ellos para convencerles de que dejaran de hacerlo”, recuerda Mate. El Ayuntamiento no les multó pero analizó el impacto de su actividad. “Dan un alimento muy inadecuado para las palomas, como pan, espaguetis, galletas e incluso pavo”, detalla Mate. “Les provoca disfunciones metabólicas y concentran muchas palomas juntas en los puntos donde dan comida. Esto hace que, si una tiene un virus, rápidamente se contagien todas y pongan en riesgo a los humanos”, lamenta. “Además, están provocando que multipliquen las puestas causando a las palomas problemas de calcificación”, resume. Para acabar de complicarlo, la presencia de alimento también multiplica las plagas de ratas y de cucarachas, lo que convierte la situación actual en una tormenta perfecta.

Esta prueba piloto también sirvió para ver cual era el perfil de los mayores alimentadores. “A veces, son personas para las que las palomas son el único ser vivo con el que se relacionan, por lo que también trabajamos con asuntos sociales”, revela. El grado de compromiso de estos ciudadanos con la alimentación de estas aves es tan elevado que incluso en el parque Central del Poblenou hay un grupo de WhatsApp de alimentadores para avisar de si alguno falla a la cita de dar comida a las palomas, para que pueda ser sustituido por otro. “En el primer diagnóstico que hicimos encontramos 17 superalimentadores y el 70% eran mujeres, aunque también hombres que alimentaban por cuestiones religiosas”, aclara. Estos últimos son, sobre todo, fieles hinduistas que dan alimento a las palomas como una ofrenda religiosa. EL PAÍS ha contactado con varios de los superalimentadores en distintas zonas de Poblenou. “Pobres palomas, yo no hago daño a nadie”, suelen contestar la mayoría de los consultados.

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