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ultraderecha
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ensayos para aspirantes a “escuadristas”

El rechazo de la ley de amnistía es el señuelo, pero es obvio que el verdadero objetivo es derribar al gobierno de las izquierdas, con Cataluña como excusa

Enric Company
Muñeco Pedro Sanchez
El muñeco que golpearon los manifestantes convocados en Ferraz en Nochevieja.Diego Radamés (Europa Press)

Lo más inquietante de las manifestaciones de la ultraderecha ante la sede central del PSOE de las últimas semanas de 2023 es su marcado carácter performativo. Pretenden dibujar algo que los promotores de estas algaradas imaginan para un futuro no lejano. Estas concentraciones de jóvenes enfurecidos sirven como ejercicios de instrucción para los activistas llamados a ejecutar algún día en la realidad lo que ahora se presenta como aspiración política. Entrenamiento para aspirantes a escuadristas.

El apaleamiento del muñeco que representa al presidente del Gobierno entre insultos groseros y gritos que reclaman su muerte, semanas después de que Alberto Núñez Feijóo le calificara de enfermo mental y de que Santiago Abascal le deseara públicamente una ejecución como la de Mussolini, no es un desahogo. Es, más que ninguna otra cosa, un ensayo.

No es inevitable que la obra llegue a representarse en la realidad, pero tampoco es impensable. No sería algo inédito. A la violencia política suele precederle la deshumanización verbal del protagonista en el que los escritores del libreto encarnan los males que le harán merecedor de la muerte. Este libreto lo escribe a diario un nutrido equipo de autores animados por un deseo común: acabar con Pedro Sánchez. Y, de paso, claro está, con todos aquellos políticos a quienes tienen por sus enemigos: Carles Puigdemont, Pablo Iglesias, Josu Ternera, Ada Colau, Mònica Oltra, el papa Francisco y un etcétera prolongable a gusto del escribidor. El rechazo de la ley de amnistía es el señuelo, pero es obvio que el verdadero objetivo es derribar al gobierno de las izquierdas. Cataluña es la excusa, nada más.

Los historiadores son los primeros en advertir que la historia no se repite, pero eso no impide que las ansias violentas que se expresan ahora en los entornos de la ultraderecha españolista recuerden demasiado lo sucedido hace un siglo. ¿Quién podía predecir entonces, o siquiera entrever, que la dictadura de Primo de Rivera iba a ser el antecedente antidemocrático que 10 años después conectaría al conjunto de las fuerzas conservadoras y reaccionarias españolas con los regímenes de Mussolini y Hitler? ¿Cómo imaginar en 1923, cuando Primo de Rivera dio el golpe, que, al final, aquella coalición de todas las derechas iba a imponerse en 1939 mediante un inmenso baño de sangre?

La coalición de PP y Vox es una reformulación actualizada de la coalición ultraconservadora cuajada en 1936 en torno a Franco. No se esconden, no disimulan. Llevan sus banderas y sus enseñas a las manifestaciones ante la sede del PSOE: falangistas, carlistas, ultracatólicos, exmilitares. Les anima y precede la marquesa consorte Esperanza Aguirre y les acompañan Abascal y Javier Ortega Smith. El miedo a que esa coalición que ya gobierna en 11 de las 17 comunidades autónomas lograra acceder al Gobierno de España movilizó el pasado 23 de julio a una mayoría electoral heterogénea, pero unida por un nexo común: el horrorizado recuerdo del terror ejercido por las patrullas de Falange en la década de 1930. El propio Sánchez lo definió a la perfección en su respuesta del 14 de diciembre a Manfred Weber, el líder que aspira a coaligar la derecha y la ultraderecha europeas siguiendo la fórmula de Feijóo y Abascal. En España, recordó el presidente, PP y Vox ya cambian los nombres de las calles de Madrid y otras ciudades como los cambiarían en Berlín los nazis si volvieran a dirigir Alemania. De eso van las concentraciones ante la sede del PSOE.

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