El norte de la Costa Brava entra en la fase más extrema de restricciones por sequía
Los agricultores de la zona aceptan no poder regar sus cultivos pero critican que no se presione a sectores como el turístico
La alerta por sequía en Cataluña ha subido este martes un nuevo peldaño y afecta ya en forma de restricciones duras a un total de 36 municipios de Girona en los que viven 149.000 habitantes. Han entrado en fase de emergencia, la más extrema, una docena de municipios que suman 124.000 habitantes y entre los que se encuentran algunos de tamaño mediano y muy turísticos situados al norte de la Costa Brava, como son Figueres, Roses, Cadaqués y Castelló d’Empúries. Entre otras restricciones se limita el consumo de agua a un total de 200 litros por persona y día, una restricción que entrará en vigencia la próxima semana. Uno de los sectores más perjudicados es el de los agricultores. Entienden que deben dejar de regar ante la falta de agua pero critican que no todos los sectores hagan el mismo esfuerzo y señalan al turístico. “Ahora pueden justificar la medida porque el pantano de Boadella está al 17% de su capacidad, pero en realidad no lo han querido hacer en época estival y lo sabe todo el mundo”, sostiene el coordinador de Unió de Pagesos en Girona, Narcís Jordi Poch.
La Generalitat lleva meses aplicando restricciones graduales en las diferentes cuencas fluviales que controla, que son todas menos la del Ebro. El pasado 2 de agosto se decretó por primera vez la fase de emergencia del plan de sequía en un total de 22 municipios que dependían del acuífero Fluvià-Muga, pero eran poblaciones pequeñas en su mayoría, que sumaban 24.000 habitantes. Ahora las restricciones se extienden a municipios mucho más poblados y que durante la temporada turística multiplican su población por el turismo. La medida llega, eso sí, cuando la temporada alta ya ha terminado.
Los municipios que la semana que vienen entrarán en fase de emergencia son los siguientes: Figueres, Roses, Cadaqués, Castelló d’Empúries, Cabanes, Far d’Empordà, Fortià, Llers, Riumors, Santa Llogaia d’Àlguema, Vilamalla y Vila-Sacra. Todos están situadas en la comarca del Alt Empordà (Girona) y usan el agua del embalse de Darnius Boadella, que se encuentra en el 17% de su capacidad. Las restricciones entrarán en vigencia cuando se publique, la próxima semana, la resolución en el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya (DOGC).
El presidente del Consejo comarcal, Agustí Badosa, recuerda que los dos municipios que incumplen los límites tienen “situaciones excepcionales”. Llers, con 1.200 habitantes, tiene 561 abonados, entre ellos un centro penitenciario (con 700 reclusos), que en el último trimestre ha consumido 20.500 m3 de los 41.752 m3 totales. “Pediríamos que las cifras se depuren y se haga una labor de cirugía fina”, sostiene Badosa. También en Santa Llogaia d’Àlguema, que no llega a 400 habitantes y tiene una zona industrial que es seis veces la superficie del municipio. “Como comarca nos preocupa que tenemos 34 de los 68 municipios en emergencia, por desgracia el cambio climático nos marca porque la pluviometría no nos es beneficiosa, es un tema que tendremos que trabajar con el resto de administraciones”, dice Badosa.
Figueres ha convocado este viernes una reunión de urgencia con la empresa municipal de servicios, Fisersa, para preparar las medidas para hacer frente al estado de emergencia. Cogerán la ordenanza tipo del ACA “para que antes de fin de año pueda entrar en vigor y podamos sancionar”, ha indicado la edil de medio ambiente Núria Bartrolich. Roses que estableció en febrero un comité de sequía, en primavera y verano han hecho actuaciones como el control sobre los grandes consumidores de agua.
Esta situación afecta de forma destacada a los agricultores. El coordinador del sindicato Unió de Pagesos en Girona, Narcís Jordi Poch, lo tiene claro: “era una medida que todos esperábamos, primero porque no ha llovido, y segundo porque todos veíamos que no serían capaces de declarar la emergencia en época turística”, ha criticado. “Ahora pueden justificar esta medida con el 17% de capacidad del pantano, pero en realidad no lo han querido hacer en época estival y lo sabe todo el mundo”. Los agricultores de la Muga no han regado este verano. Sembraron cultivos de invierno como el trigo o la avena y otros que no necesitan agua, como el gira-sol o el sorgo. “Los agricultores hicimos los primeros recortes el verano de 2022, entorno a la Muga dejamos de plantar maíz, y el general disminuimos un 50% su superficie. Seguramente somos los que hemos ahorrado más agua porque lo hemos hecho cuando todavía había. Los otros lo harán cuando ya no hay”, se ha lamentado. “Los agricultores entendemos que si no hay agua no se puede regar, pero estamos enfadados porque otros sectores no han hecho el mismo esfuerzo de ahorro que nosotros”, asegura.
Si bien en los últimos días ha habido lluvias intensas, en el global del año los datos pluviométricos son bajos: “Hemos tenido lluvias fuertes y alguien puede pensar que se ha acabado la sequía, pero no es así; en la comarca del Garraf (Barcelona), en el último año ha llovido una cuarta parte de lo que sería normal, pero en un día cayó la mitad de la lluvia de todo el año”, ha ejemplificado Samuel Reyes, el director de la Agencia Catalana del Agua (ACA). “Si en agosto ya entró en emergencia la unidad de Fluvià Muga y lade Riudecanyes, ahora hemos decidido declarar la emergencia en el pantano Darnius-Boadella (que está al 17 % de su capacidad), lo que afecta a 12 municipios”, ha añadido.
La fase de emergencia, la más grave de todas, supone la supresión del riego agrícola, la reducción del 25 % de consumos de agua industriales y recreativos, la prohibición de riego en jardines públicos y privados, el cierre de fuentes decorativas o la prohibición de llenar piscinas o limpiar coches fuera de establecimientos especializados, con una dotación máxima de 200 litros por habitante y día por cada municipio.
Los termómetros del verano de 2023 han registrado 1,3 grados por encima de la serie histórica (1991-2020), lo que le coloca como el tercero más cálido por detrás de los registros de 2022 y 2003. Las cuatro olas de calor que afectaron al país durante los meses de julio y agosto agudizaron los valores anómalos de las temperaturas, especialmente en Cataluña. Beatriz Pérez, jefa de climatología de la AEMET en Cataluña, ha asegurado que son datos sin precedentes en la comunidad. “Las máximas marcaron 39,9 grados, casi un punto por encima del récord histórico. Las mínimas también reflejaron 29,5 grados, casi dos puntos del valor máximo registrado (+1,6 grados). Son datos inauditos”, explicó. Pérez también hizo hincapié en que los 145 mm de agua que dejaron las lluvias de junio maquillaron los datos del verano, calificado como “normal” en el régimen hídrico. La AEMET también espera que las lluvias del otoño, que será más cálido de lo normal, mitiguen la sequía agudizada que lleva arrastrando Cataluña desde hace 36 meses, informa Luis Velasco.
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