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ELECCIONES GENERALES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los labios dicen unidad: los ojos no

En Junts, crecidos por su papel clave, siguen atacando a ERC por la estrategia de diálogo. Los republicanos parecen más dispuestos a ayudar a Pedro Sánchez

Josep Maria Jové y Albert Batet
Los portavoces de ERC, Josep Maria Jové (i), y de JxCat, Albert Batet (d), durante el pleno del Parlament. EFE/Andreu DalmauAndreu Dalmau (EFE)
Manel Lucas Giralt

La sesión con la que empieza el miércoles el pleno del Parlament se llama “de control al Govern i al president de la Generalitat”, pero eso a Alejandro Fernández, líder del PP de Catalunya, le ha traído al pairo. Después de dos o tres improperios hacia Pere Aragonés, a cuenta del mal resultado independentista del domingo, Fernández ha cogido el toro por los cuernos, y se ha dirigido a Salvador Illa, secretario general del PSC: “Tenemos una oportunidad histórica para acabar con el proceso”, para lo cual, dice, “el primer paso pasaría por apoyar una investidura de Alberto Núñez Feijóo y, el segundo, trabajar para ser capaces de construir una alternativa no nacionalista en Catalunya”. El actual jefe catalán del PP es muy disciplinado, y si hay que arrimar el hombro por el presidente nacional, pues se hace. A pesar de saber que el mismo Feijoo lleva tiempo pensando en cómo echarle del cargo, incluso le propuso encabezar las listas de las Elecciones Generales con la intención de desplazarlo a Madrid; no hay que olvidar que Alejandro Fernández era un fiel de Pablo Casado y que, por otro lado, obtuvo en 2021 un resultado electoral nefasto. Pero el 23J lo ha cambiado todo y no hay ocasión que perder. Por supuesto, Salvador Illa reaccionó -es un decir- con su gesto habitual de protagonista del remake de El Hombre Tranquilo. Un rictus imperturbable que mantuvo a lo largo de la sesión, incluso cuando Pere Aragonès le pedía “coraje y valentía” para llegar a acuerdos en el Congreso: Illa esquivó el tiro, se centró en los presupuestos de la Generalitat, y acabó deseando a todo el mundo unas buenas vacaciones (lo que para alguno fue un mensaje claro de que no había prisa para pactar nada).

En otros partidos había más tensión: la portavoz de los Comunes, Jessica Albiach, urgía al acuerdo para no dar “una segunda oportunidad a aquellos que quieren arrasar con Catalunya”. Los fieles de Yolanda Díaz han sido los más impacientes, ya tienen incluso un interlocutor con Carles Puigdemont. Y en el campo independentista los labios hablan de unidad mientras los ojos dicen “bueno, ya veremos”. No hay oferta sin reproche previo. En Junts, crecidos por su papel clave, siguen atacando a ERC por la estrategia de diálogo. Albert Batet, su portavoz, repite obediente el discurso que en días anteriores han pronunciado sus jefes -Laura Borràs, Jordi Turull, Carles Puigdemont-: a ellos no les importa “salvar al Estado español”. Los republicanos, con un punto más de modestia -Aragonès ha admitido claramente el batacazo- parecen más dispuestos a ayudar a Pedro Sánchez. Y la CUP, por boca de Laia Estrada, asegura que España es irreformable y exige “recuperar de una vez por todas el conflicto con el Estado; y esto hay que hacerlo desde aquí.” Por supuesto, en el caso de la CUP sólo puede hacerse desde aquí: en el Congreso se han quedado a cero.

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