Figueres, el horno catalán a 45 grados: “Era como respirar directamente de un secador de pelo”
La capital del Alt Empordà alcanzó el martes la temperatura más alta jamás registrada en Cataluña
Ioana Balanban trabaja como dependienta en la tienda de souvenirs Tot Art —especializada en la obra de Salvador Dalí— en el centro de Figueres (Girona). Nació hace 53 años en Rumania y vino a esta ciudad gerundense hace 20. “Lo que pasó el martes no lo había vivido jamás. Hacía muchísimo calor. Era agobiante, sentía que no podía respirar”, exclama Balaban. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) informó el martes de que Figueres registró una temperatura de 45,4ºC, un ambiente de infierno que se ha convertido en un nuevo récord en lo referente a máximas temperaturas en Cataluña. El anterior se había registrado el 29 de junio de 2019 en Alcarràs (Lleida), donde la temperatura fue de 43,8ºC.
Una visita a la capital del Alt Empordà —ciudad natal de genios como el propio Dalí o el inventor del submarino, Narcís Monturiol— un día después de haberse registrado el pico de calor es una auténtica inmersión en el horno de Cataluña. Los barrios del Culubret y de Sant Joan son los más humildes de la ciudad. Están situados al oeste del municipio y, en las calles, se amontona chatarra y la vida se hace de puertas hacia fuera. En esta zona de la ciudad, la única propaganda electoral son dos pancartas —una del PP y otra de Vox— a la entrada del barrio.
En el bar Tetuán, media docena de jóvenes comienzan la jornada desayunando cerveza y desprovistos, todos, de camisetas. De hecho, ni la han cogido al salir de casa. “Hace mucho calor”, se limitan a decir. En las calles, alguna familia sentada buscando la sombra, mientras por las ventanas aparecen tubos de aparatos de aire acondicionado portátiles. Tubos que parece que nadie ve, de los que nadie quiere hablar y que funcionan día y noche. Endesa ha informado a EL PAÍS de que solo en el Culubret “entre el 83% y el 86%” de la electricidad consumida desde enero es fruto de los pinchazos y el fraude”. En realidad, nadie habla porque hay quien no paga la luz.
En el centro de Figueres, a las hordas de turistas franceses no les amedrenta la subida de temperaturas y continúan haciendo cola en el Teatro-Museo Dalí. Justo en la calle de Jonquera, detrás de la infraestructura artística, Nelson intenta adueñarse de algo de aire en un balcón. “Yo soy de Colombia y lo que viví el martes no era normal. Era peor que en mi país”, asegura.
Carme Llasat es catedrática de Física de la Atmósfera de la Universidad de Barcelona. Ha estudiado el episodio del martes y asegura que no es excepcional. “Este aumento de las temperaturas se debe al cambio climático. Está comprobado que afecta más en el norte de Cataluña que en el sur. Además, el aumento de las temperaturas es mucho más remarcado en verano, en invierno se mantiene la temperatura habitual o sube un poco”, argumenta. “Pero, además, el pasado martes el viento era interior, de componente oeste. Fueron vientos secos y cálidos. Cualquier otro día hay viento de levante que suele refrescar el ambiente, pero el martes no fue así”, concluye Llasat.
En la misma calle de Jonquera descansa, sentado en una escalera de piedra, Imán. Viste ropa de cocinero y trabaja en una pizzería. Es marroquí y lleva varios años viviendo en Empuriabrava (Girona). “Este calor me ha recordado mucho a mi país. Pero no al calor de la ciudad, sino al del Sáhara. No sé cómo vamos a poder trabajar todo el verano si esto sigue así”, sostiene.
El Ayuntamiento de Figueres ha instalado dos fuentes más en la vía pública. Se reparte agua en el autobús urbano y ha prohibido las actividades deportivas al aire libre. Además, ha abierto centros cívicos y bibliotecas para que se utilicen como refugio climático hasta las 19.30.
Muy cerca del Ayuntamiento se encuentra la frutería Cullell. Los dos dependientes aseguran que la sensación del pasado martes fue similar a la de entrar “en una sauna”. El lugar de Figueres que más apareció el martes en las redes sociales fue la farmacia de la plaza del Ayuntamiento: el termómetro de la puerta marcó 48 grados.
“Dicen que no está muy bien calibrado, pero aún así, nuestro termómetro nunca había llegado a esa temperatura. Estar en la calle era como respirar directamente de un secador de pelo”, asegura una dependienta de la farmacia. Este miércoles el termómetro superó los 36º en la capital del Alt Empordà: el calor, con nueve grados menos de temperatura que el pasado martes, era insoportable.
Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.