La pelea de Christian García: “Veo cada día diferente, no peor”
El periodista habla sobre un futuro aún incierto que no oscuro como paciente de la enfermedad de Stargardt
Hay cola para ver a un periodista que no ve de nombre Christian García. Tiene un currículo tan extenso y rico que merece atención por sí solo y explicaría por tanto la expectación despertada en la Casa Seat dentro del ciclo de conferencias afterwork que organiza El Periódico. Ha trabajado con José María García, Jordi Basté, Josep Cuní y Joaquim Maria Puyal en emisoras tan diferentes como Antena 3, Catalunya Ràdio y Ona Catalana para después asumir cargos de jefatura en TV-3 y de responsabilidad en la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals. Así que puede hablar con criterio de la gestión, de la información y del liderazgo en la radio y la televisión deportivas, en el auditorio más exigente y en el aula de cualquier universidad. Ahora, sin embargo, no se presenta ni es requerido para hablar de su visible y contrastada trayectoria profesional sino de un futuro aún incierto, que no oscuro, como paciente de la enfermedad de Stargardt.
Aunque apenas ve, sabe quién eres en cuanto te asomas con discreción, te acercas con recelo y por fin balbuceas: “Hola Christian”. La alegría con la que responde, el abrazo que da y la conversación que sigue acaba con el temor al reencuentro, a no ser reconocido y resultar inoportuno, a mostrarte con discreción por no saber con qué te encontrarás, como si fueras tú el que va a tientas, nada que ver con la seguridad de Christian. No solo reconoce a las personas por su voz sino que presiente de quién van acompañadas y asocia su presencia a un momento de felicidad que revive con entusiasmo junto con su familia y amigos como Rafael Vilasanjuan. La charla que ambos mantienen es tan amena y reconfortante que cuando acaba se impone el reencuentro con Christian para felicitarle y también para concertar una próxima cita, ya particular, sin tanta gente que mire y se mire en un acto protagonizado por quien ha ido dejando de ver a sus 58 años.
Ya no hay marcha atrás laboralmente por más que se resistiera a la “invalidez permanente” que ahora ya tiene después de un tiempo de disimular con la excusa de ser un “patoso digital” cuando en realidad era víctima de un trastorno genético, una enfermedad regresiva y degenerativa en la mácula del ojo. “Veo cada día diferente, no peor”, advierte sin dramatismo ni tristeza. “Yo digo que tengo una deficiencia visual y la gente ya entiende que no es una miopía”, añade, una vez que ya pasó por el período de “aceptación, actitud y adaptación”, unos tres años de reclusión, o si se quiere de clandestinidad, sobre los que reflexiona en un auditorio en el que coinciden multitud de periodistas.
Asegura que ha salido del armario y ya no necesita aparentar ni llevar una doble vida, tampoco buscar culpables, sino que las lamentaciones han dado paso a los argumentos o soluciones sobre cómo afrontar la adversidad “y convertirla en oportunidad” con la colaboración de organizaciones como la ONCE. “Compartir me hace más fuerte” argumenta para que se entienda su exposición pública y necesidad de vivir el presente, sin echar de menos el pasado ni tener esperanzas de ver el futuro por más que avance la ciencia así como la tecnología y la oftalmología cuente con eminencias como el doctor Jeroni Nadal. “No quiero vivir en la esperanza porque entonces no estaría pendiente de mi realidad”, precisa Christian.
Hay aplicaciones que ayudan a la movilidad, el ordenador y el teléfono se adaptan a sus necesidades y la lectura está garantizada con los audiolibros: “Yo necesito leer el diario y a mi manera yo veo también los goles de Messi y Lewandowski”.
Lewandwoski acaba de llegar al Barça y no se sabe cuándo regresará Messi. Christian sigue informado como periodista que es y oyente de los programas que continúan en antena en Cataluña. Hoy ya no tiene tantas noticias como antes de José María García, el periodista con el que aprendió el valor de la exclusiva en una redacción formada por profesionales como Pepe Gutiérrez, Siro López, Quique García Corredera, Rafa Vilasanjuan y Bernat Bafaluy. “Yo entonces era una bestioleta a la que convenía educar”, recordó Christian en su intervención en el programa Islàndia de Albert Om para explicar cómo pasó de ser un bicho en Antena 3 a convertirse en un borinot - así le llamaba Jordi Basté- en Catalunya Ràdio. “Basté es un animal de la radio, un talento excepcional con capacidad para cambiar la programación sobre la marcha en función de la actualidad. Es mi hermano radiofónico”, añadió Christian.
También se siente feliz por haber compartido estudio con Josep Cuní. “No daba nada por sabido, había que hablar con propiedad y contar las cosas para que el oyente las entendiera”, recordó. “Asocio su manera de ser a la formación continua, a la profesionalidad y a la excelencia”, añadió Christian para cerrar su intervención en Rac1 con una entrañable mención a Puyal: “Es la meticulosidad llevada al extremo, su autoexigencia es tremenda y un maestro único. Me ha marcado tanto de forma personal y profesional que mis hijas y mi compañera a veces me dicen: `Ya está puyalejant´. Ojalá fuera un pequeño Puyal”. La obra de Christian tiene muy buenos momentos y también uno único cuando se coló en la pista del estadio de Montjuïc, como si fuera un atleta español, y retransmitió con su Motorola el desfile olímpico en la inauguración de Bacelona-92.
La historia acostumbra a salir cada vez que Christian aparece en público y, sin embargo, siempre resulta noticiosa porque en cada ocasión aparecen detalles desconocidos, como ha ocurrido esta vez en Casa Seat. Algunos que sabíamos de su enfermedad hemos tardado en ir a su encuentro por la misma razón que el propio Christian se dio un tiempo para volver a vernos, hasta que estuvo convencido de que para ser visto necesitaba ser el de siempre, aquel que se viste ante un espejo, hecho un pincel, siempre acicalado hasta el último complemento, tan seductor que se permite lucir un precioso reloj para que los demás sepamos que hora es porque a él no le hace falta desde que tiene todo el tiempo del mundo para demostrar que sigue siendo Christian García.
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