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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sin proyecto (creíble) para el aeropuerto de El Prat

Resulta inexplicable que ninguno de los cuatro aspirantes en la igualadísima pugna por la alcaldía tenga un discurso fuerte y creíble sobre el aeropuerto

Un avión despega del aeropuerto de El Prat en una imagen tomada en 2021. / QUIQUE GARCÍA (EFE)
Un avión despega del aeropuerto de El Prat en una imagen tomada en 2021. / QUIQUE GARCÍA (EFE)Quique García (EFE)

El regreso del debate sobre la ampliación del aeropuerto del Prat a raíz del pacto de presupuestos entre ERC y PSC ha encontrado en la propuesta de construir una pista sobre el mar impulsada por un grupo de particulares aquello tan poderoso de las imágenes memorables. Al margen de las cuestiones técnicas de todos los proyectos que se discutirán y que ya sabemos que no es su competencia, que el aeropuerto vuelva al centro ayuda a resaltar las contradicciones de los partidos en la carrera por la alcaldía.

La paradoja (y la gracia) del aeropuerto es que significa turismo ‘low cost’ y, al mismo tiempo, todo lo que debería salvarnos de él. Por un lado, en todos los aviones del mundo viajan más turistas que científicos, artistas y empresarios. Por el otro, Barcelona necesita una pista de más de 3.400 metros plenamente operativa para conectar con el Pacífico, el lugar del mundo donde se encuentran los países emergentes y de los sectores más innovadores de la economía que son, precisamente, el tipo de conexiones imprescindibles para que la capital transforme su modelo productivo en una dirección más rica y sostenible que el sol y playa.

Por eso resulta inexplicable que ninguno de los cuatro aspirantes en la igualadísima pugna por la alcaldía tenga un discurso fuerte y creíble sobre el aeropuerto. Por empezar por la gran esperanza de las élites que encabeza las encuestas, Xavier Trias se ha entregado absurdamente a un discurso neodesarrollista de trabajos de cantidad sin calidad, y no puede parar de enviar señales a los poderes turísticos de la ciudad que les pondrá las cosas fáciles, es decir, baratas. Si vamos a la temible archinemiga, Ada Colau, a pesar de la economía del conocimiento debería servir el modelo idóneo para la ideología de los comunes, la filosofía decrecentista pesa lo suficiente para que la alcaldesa se oponga a cualquier ampliación.

Evidentemente esto debería dejar a los grupos que han quedado en el centro en la posición idónea para enarbolar la bandera de las síntesis mágicas entre extremos, ese dulce punto medio que se vende tan bien como lo mejor de dos mundos al mismo tiempo. Pero resulta que el sucursalismo del PSC lo convierte en un partido con una credibilidad nula para luchar por los intereses catalanes cuando éstos entren en conflicto con el centralismo madrileño, que es especialmente escandaloso en lo aeroportuario, y la incapacidad de Ernest Maragall para articular ninguna postura definida sobre nada tal y como se ha visto en cuatro años de oposición que han desaparecido como lágrimas bajo la lluvia, hace que los republicanos sólo conjuren titubeos en el imaginario de los votantes.

La anécdota que mejor resume el debate sobre el aeropuerto es cuando Yolanda Díaz vino a presentar su plataforma en Cataluña y aprovechó para manifestar su rechazo a la ampliación de El Prat en nombre de la ecología mientras poco después firmaba enésima ampliación de Barajas. La demanda de una pista de 3.400 metros como un activo imprescindible por la apuesta que Barcelona está haciendo con la economía de la innovación, ligada a un proyecto de medidas de control de mercado para huir del turismo low cost y paliar la gentrificación, sumada a una estrategia nacional para luchar contra el centralismo con el que Madrid propulsa sus comunicaciones y castra las de Barcelona, debería coser un proyecto tan despolitizable como la necesidad de reducir emisiones, aumentar el transporte público o perseguir los fondos buitre. Que ningún actor pueda defenderla con credibilidad es exasperante.

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