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Banalizar el nazismo

El problema del gag de TV3 no es ya la persistente parcialidad del programa en la elección humorística de sus víctimas o querer jugar a ser antisistema y pretender que el sistema te ponga un cómodo sofá

El humorista Manel Vidal, durante su intervención en 'Zona Franca'.
El humorista Manel Vidal, durante su intervención en 'Zona Franca'.
Tomàs Delclós

La dirección de TV3 y la productora de Zona Franca, Atomic Beat Media, han acordado despedir al colaborador Manel Vidal del programa. El motivo: la broma que hizo tildando al PSC de nazi. El vídeo del programa de este día ha sido retirado de la web de la emisora. Vidal, simulando un consultorio político, presentó un cuadro con los conocidos ejes de izquierda-derecha y autoritario-libertario. A la hora de ubicar el PSC consideró que era necesario ampliar el cuadro y de la esquina autoritaria sacó una esvástica. Un meme que hace tiempo que circula per la red. En el extremo más a la derecha de la misma puso el PSC. La broma gustó a su público y en las redes sociales este público clama contra TV3 por censura. “Su” público, porque seguramente hay otra población televidente que recibirá el gag como un insulto. No estaba en un rinconcito con adictos. Estaba en una televisión pública que tiene determinadas obligaciones con una audiencia más plural. El episodio plantea de nuevo la eterna polémica de si el humor debe tener límites.

Existen un montón de teorías y matices. Emilio de Gorgot, por ejemplo, en Jotdown, establecía la frontera de la permisibilidad cuando el cómic deja de hacer comedia para dedicarse a sermonear, cuando busca el aplauso de su feligresía más que la risa de muchos.

Pero es el conductor de Zona Franca, Joel Díaz, quien antes del estreno fijó los personales límites que debía tener el humor en su programa. Una teoría bastante prosaica que expuso en una entrevista en Nació Digital. Hay que procurar, explicaba, decir lo que quieres decir sin insultar y con la suficiente elegancia “para que no te pongan una querella o te echen de tu trabajo”. E insistía: “La posibilidad de perder el trabajo es un límite que no quiero traspasar porque no quiero perder el trabajo”. En su Twitter apenas hay una críptica mención al caso contra los que aplauden la decisión de TV3: “Qué valientes sois todos con el trabajo de los demás. Payasos”. El programa ya había perdido un patrocinio por la manera de manifestar su posición ideológica.

El problema del gag no es ya la persistente parcialidad del programa en la elección humorística de sus víctimas o querer jugar a ser antisistema y pretender que el sistema te ponga un cómodo sofá (también aquí hay un quiero-y-no-puedo por parte de TV3 de muy difícil administración). El problema radica en la banalización del nazismo, cuando la supuesta broma se sustenta en un error de concepto tan enorme (ser más de izquierdas o de derechas no es lo mismo que ser fascista). La propia historia del humor demuestra que territorios antes admitidos ahora resultan extremadamente hirientes para gran parte del público y se ha dejado de hacer. Por ejemplo, casposos chistes sobre el sexo. Obviamente, si no eres Art Spiegelman, mejor no usar el nazismo. Y menos equivocadamente, para insultar. Todo ello pedía una rectificación clara, sin ambigüedad. ¿Podía haberse solucionado de otra manera?

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