De comedia romántica
Cuando Jéssica Albiach avisaba de que no darían “un cheque en blanco” a Esquerra por los presupuestos, cualquier espectador de comedia romántica intuía que llegarían a un acuerdo.
Un día de estos leía que lo bueno de las comedias románticas es que son previsibles, que en cuanto empiezan ya sabemos que terminarán bien, por más que el primer encuentro de la futura pareja sea azaroso, complejo, incluso desagradable, y en tres cuartas partes de la trama se lancen pullas, indirectas y sarcasmos.
Esto es más o menos lo que se viene desprendiendo de la relación —política— entre Pere Aragonès y Jéssica Albiach. La líder de En Comú Podem (ECP) podría ser Meg Ryan, aunque cuesta mucho pensar en el president como Billy Cristal. Lo cierto es que se detecta una coincidencia de fondo, y que las críticas de Albiach en el pleno del Parlament suenan a menudo a cumplimiento forzado del deber de oposición; nada que ver con el entusiasmo asambleario que desprenden los ataques de la CUP, el ardor de estómago trabajado que denotan los exabruptos de Carlos Carrizosa (Ciutadans), el placer de la venganza que se respira cuando habla Albert Batet (JxC) o la ironía hiriente de Alejandro Fernández (PP). Este mismo miércoles, la intervención de Albiach versaba sobre las medidas recientemente aprobadas por el Govern para impulsar el uso social del catalán. La única crítica de los comunes a la medida era que se había anunciado a la prensa antes de presentarla en el Parlament.
Por eso cuando hace semanas la líder parlamentaria de ECP avisaba de que no darían “un cheque en blanco” a Esquerra por los Presupuestos, cualquier buen espectador de comedia romántica intuía que, más pronto que tarde, los dos partidos llegarían a un acuerdo. Como así ha sido.
Lo que no cuadra con un buen guion del género es que, en este caso, la pareja no se basta por sí sola. Hace falta la incorporación de un tercero, sea Junts per Catalunya o el PSC. Los de Laura Borràs y Puigdemont no parecen muy dispuestos, y sería ciertamente contradictorio que a pocas semanas del portazo se avinieran a facilitar nada a Aragonès. Al contrario, algunos de sus dirigentes se sumaron con fervor a la manifestación anti Govern de la ANC.
Y con el PSC se da una danza peculiar, un vodevil en el que los papeles van intercambiándose: Salvador Illa ha pasado de urgir al president para que presentara ya las cuentas a hacerse de rogar: “Poco a poco y con buena letra”, proclamó ayer (no le pidan metáforas originales al líder socialista). En paralelo, el president también ha variado su actitud, y ya no es aquel dirigente desdeñoso con un PSC cómplice de la represión —también ha cambiado el discurso Oriol Junqueras, y eso parecía más difícil—. La nueva frase para dirigirse a Illa es “cuento con su ayuda”.
La paradoja es que este PSC business friendly lleva en su cartera de exigencias asuntos que podría pactar mejor con JxC que con ERC o con los comunes. Por ejemplo, el impulso al proyecto de ocio Hard Rock, de Tarragona. Hará falta un buen giro de guion para ligar tanta trama.
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