La enfermera de la Generalitat: “Antes de trabajar aquí tampoco sabía que existía este puesto”
La newsletter de EL PAÍS en Barcelona se reúne con la sanitaria que visita al President, los consejeros y 1.400 funcionarios catalanes
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Buenos días,
Los 14 de febreros (San Valentín) se notan poco en Barcelona. Hay escaparates adornados con corazones rojos, algún Cupido y poco más. Aunque recuerdo un San Valentín inolvidable: el 14 de febrero de 2021. No fue un día de amor sino, prácticamente, lo contrario. Ese día se celebraron elecciones autonómicas catalanas (las primeras post-Quim Torra) y coincidió con una tercera ola de la covid castigando (y fuerte) a la población. Los miembros de las mesas electorales se llegaron a vestir con equipos de protección individual (EPI) porque a última hora de la tarde votaban los contagiados de covid. Las cartas alistando a los miembros de las mesas electorales para la fiesta de la democracia comenzaron a llegar y fue entonces cuando se montó un sarao importante. A la gente no le gusta echar a perder un domingo viendo votar a sus vecinos pero, además, tenían miedo al contagio.
Aquellas semanas contacté con decenas de presidentes y vocales de mesas que luchaban contra la burocracia fusilando con quejas todas las administraciones para intentar librarse de la mesa electoral. La Generalitat garantizaba que todos tendrían su EPI. Al final de la jornada pudimos ver a vocales y presidentes recogiendo votos vestidos como si fueran a secuestrar a ET, el Extraterreste.
Durante aquellos días me pregunté: ¿es fácil ponerse un EPI? En busca de respuestas, llamé al Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Barcelona y me dieron el teléfono de una de las responsables de la vocalia de enfermería del trabajo: Carmen Torres. La asalté por teléfono. En tres minutos me alertó de que era complicadísimo y que las sanitarias habían tenido que recibir una formación que no se iba a impartir a los miembros de las mesas. Poco antes de colgar me explicó que estaba ayudando en el Hospital del Mar por la pandemia pero que no era su puesto de trabajo habitual: “Soy la enfermera de la Generalitat”.
El Departamento de Presidencia del Ejecutivo catalán tiene un equipo médico para atender a los 1.400 trabajadores de la consejería, entre ellos el president y los miembros del Govern. Guardé el contacto de la sanitaria en mi móvil como: “Carmen Torres, enfermera Palau de la Generalitat”. Volví a contactar con ella en julio. Me presenté (nunca sabes si la gente te guarda como contacto o no). Le expliqué vía Whatsapp que estamos haciendo newsletters y le espeté: “Me parece que tu trabajo da para un reportaje” El Whatssapp de respuesta no acababa de llegar... Horas más tarde contestó: “Encantada. Yo antes de trabajar aquí tampoco sabía que existía este puesto de trabajo”.
La semana pasada estuve en la consulta donde auscultan a funcionarios y, si hace falta, al presidente del Generalitat. El lugar está en un edificio de presidencia que hay en la calle de Sant Honorat. Pasé el arco de seguridad y la propia Torres vino a buscarme a la entrada. Fue muy fácil identificarla. Era la única con uniforme de enfermera. Me presentó a todo el equipo de la unidad básica de salud y nos fuimos directamente a su despacho. Yo apenas sabía que existían sanitarios fuera de los CAP y estaba en la consulta de enfermería del Govern.
Torres sonríe continuamente, impone un poco, es de esas personas que saben escuchar pero, sobre todo, transmite mucha tranquilidad. “Me fui de Panrico en la pandemia. Fui durante 20 años la enfermera de los trabajadores”, resume. Recuerda a la perfección cómo se fabricaban y manipulaban los donuts y es capaz de reproducir el gesto que realizaban sus extrabajadores en las cadenas de producción. “A mí me gusta el trabajo como enfermera de empresa. A diferencia de en un CAP, aquí puedo escuchar a mis pacientes”, revela. “Cuando estalló la pandemia y necesitaban personal me fui al Hospital del Mar y de allí a la Generalitat, donde empecé en agosto de 2020. Cuando llegué, en el edificio solo estábamos los trabajadores de limpieza, mantenimiento, los Mossos y nosotros”, resume. “Me he dado cuenta de que precisamente en la Generalitat hay un ambiente muy similar al de la fábrica. Da igual a lo que te dediques, la enfermedad es igual para todos”.
Torres es la enfermera de Aragonés y del resto del Govern, pero también de 1.400 trabajadores entre los que se encuentra el personal del Palau de la Generalitat, de Pedralbes, los Agentes Forestales, la Escuela de Administración Pública de Cataluña, los escribientes de DOGC... La enfermera y su equipo hacen revisiones, dan formación, campañas de vacunación, realizan asistencia en el lugar de trabajo…
¿Pero aquí (en la Generalitat) la gente de qué enferma? “Lo que más atendemos son patologías de patrón respiratorio, estornudos… Sigue habiendo mucho miedo a la covid”, advierte. Torres recuerda perfectamente cuáles fueron sus primeras funciones dentro de la Generalitat. “Los martes se reúne el Consejo Ejecutivo. Uno de los primeros días en mi trabajo tuve que ir con mi termómetro a ver si podían entrar los consejeros a la reunión. Estaba nerviosísima y, por suerte, ninguno tuvo fiebre”, recuerda. Admite que cuando estaba “con los donuts” no tenía la impresión que ahora tiene de los políticos: “Son educados y son buenos pacientes”.
Entre las funciones que se ha autoimpuesto Torres está la de llamar a los trabajadores que están de baja para ver cómo se encuentran. “No he llamado a ningún político porque ellos nunca están de baja. Pero yo hago igual que cuando estaba en Panrico: voy de aquí para allí para que me vean, compruebo los puestos de trabajo y si algo se puede cambiar en pro de la salud laboral intento cambiarlo”, admite.
Si usted (lector), algún día ve en la televisión a una enfermera dando vueltas por el Palau no se preocupe demasiado. No creo que sea ninguna urgencia. Seguro que es Torres supervisando si todo está correcto en la casa grande de Cataluña.
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