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La arriesgada apuesta de Aragonès

El president reivindica su agenda propia y deja de asistir por primera vez a una manifestación de la Diada

El president Pere Aragonès y su esposa, ante el Arco del Triunfo de Barcelona.
El president Pere Aragonès y su esposa, ante el Arco del Triunfo de Barcelona.Carles Ribas
Àngels Piñol

Pere Aragonès, president de la Generalitat, ha consumado este domingo una de sus apuestas políticas más arriesgadas al no participar en la manifestación independentista convocada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que mantiene una posición antipartidos al acusarles de no estar haciendo nada para implementar la independencia. Bajo el lema Tornem-hi per vèncer (Volvamos para vencer), la marcha llenó la avenida Paral·lel, en Barcelona, mientras el republicano cancelaba por unas horas su agenda pública hasta la ceremonia nocturna de la Diada en Montjuïc. Parte de la tarde la pasó inicialmente en el Palau de la Generalitat. Casi con toda certeza, es la primera vez que Aragonès, que milita en ERC desde su juventud, no acude a una manifestación del 11-S.

No ha sido una idea improvisada sacada de la noche a la mañana de una chistera. Aragonès ha meditado profundamente su decisión tras los severos silbidos que recibió en la marcha de 2021 por la mesa de diálogo. El instrumento no convence precisamente a buena parte del independentismo, empezando por su socio, Junts, siguiendo por la CUP y acabando en la ANC, cuyo manifiesto para esta Diada arremete contra la mesa y los partidos. Anoche, en un discurso en Empúries (Girona), el president expresó su certeza de que Cataluña volverá a votar y reivindicó los “avances” en la desjudicialización. Y este domingo, tras la ofrenda del Govern al monumento de Rafael Casanova, se ha plantado excepcionalmente ante los micros para decir: “Queremos avanzar en la resolución del conflicto del Estado y dejar en manos de la ciudadanía el futuro colectivo con un referéndum. Y esa es mi voluntad de participar hoy en la Diada”.

El Govern abrió la liturgia de la ofrenda floral y ya fuera porque era muy temprano o por otra razón no había casi ciudadanos concentrados en el clásico ritual de silbar a los políticos. Aragonès se libró de esos abucheos aunque no así la delegación de Esquerra, que oyó de todo, empezando por la propia Marta Vilalta, portavoz de ERC, que la noche anterior fue increpada por grupos minoritarios de independentistas. En ese clima incómodo, Aragonès optó por llenar su agenda política: a la ofrenda le siguió el tradicional acto ante la sepultura de Rafael Casanova en Sant Boi (Barcelona); el acto de Òmnium Cultural, en la que esta entidad se desmarcó completamente de la ANC y su discurso antipartidos, y con una comida -ensalada de patata, paella y helado- con militantes en la Ronda de Sant Pere en Barcelona.

Acompañado de su mujer y buena parte de la cúpula de Esquerra, Aragonès, ya con traje de calle, departió con los afiliados, se hizo fotos y apenas tuvo que escuchar gritos salvo los de un grupo de vecinos del Besòs (Barcelona) que se quejaban de que ERC no hubiera cumplido sus promesas para combatir la aluminosis. Escoltado primero por un apasionado Oriol Junqueras -”No nos harán callar: ni los que llevan togas ni los que se esconden en el anonimato para amenazarnos; No tenemos miedo”-, Aragonès se subió al escenario para un discurso de apenas cinco minutos que fue, también excepcionalmente, retransmitido por TV3. El president recordó que Esquerra es la primera fuerza independentista, que proclamó la República en 1931, que ha tejido consensos para que la “escuela siga siendo en catalán” -en alusión a lo no aplicación de la sentencia del 25% de castellano- y que el suyo es un proyecto inclusivo y abierto con independencia de dónde se haya nacido o si se acaba de llegar.

Los pequeños carteles de fondo negro con el lema Botiflers ni aquí ni a Madrid salpicaron la manifestación de la ANC en un mensaje que parecía destinado a ERC. La líder de la ANC instó al final a los partidos secesionistas, sin distinción, tanto a los republicanos como a Junts, a “hacer la independencia o bien convocar elecciones”. Tras el zarandeo, el Govern se volvió a reunir en Montjuïc ya caminando por un fino alambre, cerca del precipicio, después de que Junts acusara a los republicanos, en una especie de huida hacia adelante, de querer boicotear la marcha después de que la ANC anunciara que quiere crear un partido. Pero la arriesgada apuesta de Aragonès ya está lanzada: y tiene mucho aroma de haber cruzado el Rubicón y de todo o nada.

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