Feijóo y Cataluña
Efectivamente, la recuperación en Cataluña es clave para el objetivo de Feijóo. Mucho tendrá que rebobinar el PP si quiere ganar empatía en Cataluña
Moderación con dardos, es el estilo Feijóo según lo retrata la entrevista publicada en El País. Hace bandera de un perfil contenido, que deja siempre la duda sobre la dimensión de lo que esconde, regando la conversación con los latigazos de ritual con un destinatario único: Pedro Sánchez, el presidente del “desparpajo”. Una frase lo sintetiza todo: “Han pasado de moda los extremismos en política y vuelve la centralidad y es dónde está mi proyecto”. Da la ubicación, pero ni un sola pista sobre el contenido, más allá de la docena de tópicos que la derecha viene encadenando ya sea con la frivolidad de Ayuso o con la sosería práctica de Feijóo.
Quiero, sin embargo, detenerme en sus referencias a Cataluña. Con razón dice el presidente del PP que “es muy difícil gobernar España si el PP no sube en Cataluña”. Y lleva aquí una buena temporada por los suelos, arrasado primero por el efímero ciclón de Ciudadanos (ahogados en su único juguete) y después por el asalto de Vox, en línea con los avances en Europa de una extrema derecha que ha pillado a las derechas convencionales atrapadas por las fracturas generadas por la ortodoxia neoliberal.
Efectivamente, la recuperación en Cataluña es clave para el objetivo de Feijóo. Los números cantan y el presidente del PP lo sabe. No sólo los votos sino también las alianzas pueden ayudar a alcanzar las mayorías necesarias para gobernar. Y seguro que recuerda que fue gracias el pacto del Majestic, en el que Convergencia se comprometió en la investidura de Aznar, en 1996, que la derecha, de la mano del PP, regresó al poder después de una larga travesía del desierto bajo la hegemonía del PSOE. El problema de Feijóo es que en Cataluña puede recuperar votos, pero difícilmente reencontrar complicidades en la derecha del nacionalismo después de lo ocurrido en el largo tramo del mandato de Rajoy que fue incapaz de afrontar políticamente el desafío independentista y acabo subrogándolo a los juzgados.
La tímida autocrítica de Feijóo no creo que abra ninguna puerta: “Seguro que hemos cometido fallos y no hemos tenido un mínimo de empatía” para representar “el espacio constitucionalista”. No hay más, ni concreciones ni propuestas. Sólo una sorprendente precisión: “Vamos a decirles a los catalanes que respetaremos los resultados de las elecciones, siempre lo haremos” ¿Es que podría ser de otra manera?
No va sobrado Feijóo de caladero de votos en Cataluña: el descalabro de Ciudadanos ya quedó descontado en el último envite y, en buena parte, se lo está llevando el PSC. En el declive de Vox está su esperanza, lo que preludia un discurso lejos de aquellos en tiempos en que el PP flirteaba con el nacionalismo moderado. No olvidemos que el arranque del mandato del presidente Artur Mas contó con la complicidad del PP para poner en marcha un proyecto de política económica neoliberal sin complejos, mientras Alicia Sánchez Camacho urdía conspiraciones policiales contra las zonas sombrías del espacio convergente. El PP tiene mucho que rebobinar si quiere ganar empatía en Cataluña.
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