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Burnout
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Se puede ser feliz en el trabajo?

La semana laboral de cuatro días se dibuja como una percha para trabajar mejor

Un joven agotado en su lugar de trabajo
Un joven agotado en su lugar de trabajoshironosov (Getty Images/iStockphoto)
Ana Pantaleoni

¿Se puede ser feliz en el trabajo? La pregunta me la he repetido una y otra vez en estos meses pandémicos en los que el estrés laboral ha podido con más de uno. Y cuando lo pregunto, muchos dicen que no. Pero mantengo, siempre, el optimismo.

Se puede ser feliz, si tu trabajo es vocacional y está por encima de todo. También se puede, si tu salario es estratosférico. Se puede, sobre todo, si tu visión de la vida se adapta a la dura realidad inflacionista. Pero ni la vocación ni el dinero ni el buen carácter que gastan algunas parecen mitigar el cansancio con el que este año, concretamente este año subrayo, llegamos a las vacaciones. Estamos hasta las narices.

Nos arrastramos hasta este periodo de descanso en estado burnout, es decir, con estrés crónico, que se caracteriza “por una despersonalización de las tareas, un desgaste emocional y físico, y bajo rendimiento”, según la OMS. Los expertos estiman que el burnout afecta al 10% de los trabajadores y, en sus formas más graves, a entre el 2% y el 5%.

Hay mucho por hacer. Recurro a ese lema tan del mundo de la mercadotecnia: un empleado feliz es un cliente feliz y, por ende, una cuenta de resultados con mayores beneficios. Pero para eso hay que cambiar cosas. La esperanza, en mi opinión, tiene nombre: semana laboral de cuatro días. A ser posible con “casi” el mismo sueldo. Algunas empresas lo han puesto tímidamente en marcha en España.

Antonio, nombre ficticio, cuenta cómo le va la experiencia: “Hemos pasado de una jornada laboral de 40 a 34 horas y estoy contento. Sobre todo, porque ahora tenemos un fin de semana largo, de viernes a domingo, y se nota en el descanso. Las horas las aprovechas para ti mismo. He hecho millones de cosas los viernes. El abanico es infinito y solo hablamos de un periodo de tiempo corto, hasta el mediodía”. ¿Hay truco? “La parte negativa no es tan negativa”, continúa Antonio, “porque el tiempo se detiene para prácticamente toda la empresa. Simplemente te obliga a plantearte una semana más corta. Y la semana te pasa volando, que ni te enteras. La carga es la misma, lo que reduces son horas dedicadas a un proyecto. Y vamos aprendiendo. Aprendemos cómo optimizar el tiempo. Lo primero fue cortar reuniones infinitas que no llegaban a ningún puerto. Reducir tiempos improductivos y concentrar la productividad. Y, sobre todo, quitarte cosas de en medio para llegar al jueves”.

El objetivo es probar si la reducción de los tiempos de trabajo, manteniendo los mismos sueldos, es asumible por parte de las empresas y no merma su productividad ni sus márgenes. En España se trabaja 1.577 horas de media al año, 245 más que en Alemania y 210 más que en el Reino Unido, pero estos países generan más riqueza. No todo es tan fácil. Hace unas semanas los trabajadores de Telefónica rechazaron unánimemente la semana laboral de cuatro días. El principal motivo de esta falta de interés por parte de los empleados es que, en el contexto de crisis y de incertidumbre económica, la oferta de la empresa no resultaba atractiva por la reducción salarial que, además, lleva aparejada también un recorte de las cotizaciones sociales. Con los niveles de productividad que hay en España, explica Ramón Muñoz, autor del artículo sobre el proceso en Telefónica, es muy difícil que pueda implantarse.

“La realidad es que de lunes a jueves vas más liado, pero también es cierto que el lunes la gente llega más relajada”. A Guido, pese a tener jornada laboral de cuatro días, se le escucha muy cansado al otro lado del teléfono. “La organización es la clave y también aprovechar los tiempos. Es una buena idea siempre y cuando sea viable. Hay que proponerlo. Es un beneficio poder desenchufar del trabajo tres días a la semana y es un puntazo. Todo depende de la empresa, de la industria y del trabajo que desempeñes y lógicamente que sea beneficioso para el trabajador”. Guido es de los que cree que se puede ser feliz en el trabajo, pero para lograrlo “no depende de trabajar un día más o menos, sino de que muchos planetas estén alineados. Son muchos los factores que tienen que estar en línea para que una persona esté a gusto”.

Pienso en una persona que conozca y sea feliz, sobre todo en su trabajo. Raül Balam, cocinero y activo en Instagram. Supongo que lo asocio a ese estado por el buen rollo que veo en sus redes: “Soy feliz en general, con todo. La cocina me hace muy feliz. Cuando abrimos el último restaurante, pensaba: “Raül, per què?”... y veía la puerta y pensaba: “Soy feliz”. Yo no sería feliz sentado delante del ordenador. Tengo suerte, cuento con un equipo humano motivado que me acompaña. Cuando abrimos Cuina Sant Pau tuvimos claro que no íbamos a poner el salario mínimo. Este va a ser el verano de nuestra vida”. Balam añade: “Yo vivo en unas vacaciones eternas. Soy feliz haciendo lo que hago”.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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