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Laura Fluxà usa agua de la laguna en la Bienal de Venecia

La artista se apropia del líquido y lo hace circular en su instalación en el Pabellón de Cataluña

Oriol Fontdevila y Lara Fluxà  en el pabellón de Catalunya en la 59 edición de la Bienal de Venecia junto a su obra  Llim.
Oriol Fontdevila y Lara Fluxà en el pabellón de Catalunya en la 59 edición de la Bienal de Venecia junto a su obra Llim.EL PAÍS

Entre tierra y mar, agua y lodo, esplendor y ruina, Venecia es un icono de la ambigüedad. La misma ambigüedad entre sólido y liquido, moldeable y rígido, característica del vidrio, material que en el siglo XIII contribuyó a que la ciudad se convirtiera uno de los centros neurálgicos del mundo occidental. El vidrio y el agua, comparten también otra peculiaridad, la de ser totalmente reversibles, capaces de cambiar estado sin perder ninguna de sus cualidades. De hecho, por ser el material más versátil y ecológico, que puede ser reciclado una y otra vez sin perder calidad ni cuantidad, la UNESCO ha declarado este 2022 de emergencia ecológica, el año internacional del vidrio.

El agua y el vidrio son los dos materiales que articulan Llim, la propuesta de Lara Fluxà (Palma, 1985) para Catalonia in Venice, una producción del Institut Ramon Llull, en el marco de los Eventi collaterali de la 59ª Bienal de Arte de Venecia, que ha sido inaugurado hoy, por la consejera de Cultura de la Generalitat, Natàlia Garriga y la directora general de cultura de las Islas Baleares, Catalina Solivella. “Llim no es un proyecto, es un organismo vivo”, puntualiza Fluxà. No hay duda de que las esculturas de vidrio soplado, reunidas en el pabellón, conectadas por tubos por los que circula el agua y otros líquidos, evocan de inmediato los órganos internos de un cuerpo. En Llim, la performance no la ejecuta el artista, sino los propios materiales, protagonistas de una acción que se repite cada día con la ayuda de las mareas, la propia inercia gravitacional y un sistema de válvulas controladas por sensores y micro procesadores Arduino. El agua llega del cercano canal de San Pietro, por unas tuberías aéreas que cruzan el Pabellón de Escocia y entran en el de Cataluña, donde “alimentan” los organismos de vidrio que Fluxá creó en Mallorca con el maestro vidriero Fran Collado, antes de volver a la laguna de donde ha llegado. El reto ha sido mayúsculo: no solo a nivel de ingeniería, sino también de burocracia, ya que en Venecia la laguna, agua incluida, forma parte del patrimonio de la ciudad.

A diferencia de los antiguos alquimistas, que buscaban transmutar materiales humildes en algo más valioso, Fluxà no quiere transformar nada. La suya es una actitud ética: pasar por la vida sin alterar el ambiente. “Llim despliega un paisaje que pone de manifiesto la fragilidad del entorno”, indica la artista mientras los visitantes se pasean con peligrosa despreocupación entre las fragilisimas esculturas.

Unas piezas transparentes y brillantes, en las que -a lo largo de los siete meses de la Bienal- el agua irá depositando sedimentos que reaccionarán de forma imprevisible a su paso por estos circuitos no del todo estancos, sino con una presencia mínima de oxígeno capaz de crear bacterias y microorganismos. De allí el nombre de la obra Llim, limo, el barro rico en materia orgánica, que queda tras las crecidas de los ríos, responsable de la prosperidad del antiguo Egipto y expresión del fluido vital, surgido de una secuencia infinita de transiciones en las que la materia cambia permanentemente de estado.

“La instalación irá asimilando el subsuelo de Venecia, incorporándolo al pabellón a través de las tuberías de este organismo. No se trata de un trabajo site-specific, porque no se adapta a la realidad de Venecia, sino que diluye la identidad de la ciudad en sus materiales”, indica el comisario de Llim, Oriol Fontdevila. Su planteamiento remite a la viscosidad, la capacidad de los materiales de colaborar entre ellos y al concepto de la imaginación material del filósofo y físico francés Gaston Bachelard, que teoriza la forma en qué los materiales influyen en nuestra forma de pensar. “Bachelard usa el limo como ejemplo de la colaboración entre materiales”, apunta Fontdevila.

La obra, que tiene varias capas y claves de lectura, apunta también a uno de los problema más graves y menos conocidos de Venecia: la gestión de los lodos.

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“Venecia emerge de los sedimentos de los ríos que desembocan en la laguna y se encuentra bajo la amenaza persistente de las aguas del Adriático. Es la misma contradicción que plantean los sedimentos, cuya acumulación produce un sustrato fértil y lleno de vida, pero al mismo tiempo de difícil gestión y más peligroso por la supervivencia de Venecia que la más conocida y visualmente espectacular acqua alta”, continúa el comisario.

A los circuitos hídricos principales, se suman otras esculturas que configuran circuitos cerrados de menor recorrido y contienen un líquido parecido al petróleo y otro de consistencia lechosa. Es este el vínculo más evidente de los muchos que relacionan Llim con el tema de la Bienal, La Leche de los Sueños, el nombre que la artista Eleonora Carrington dio a una libreta donde anotaba sus sueños e ilustraba cuentos misteriosos, que consideraba alimento intelectual para sus hijos.

Los otros catalanes

También el Pabellón de España, ha sido confiado a un artista catalán, el barcelonés Ignasi Aballí, que presenta un espacio completamente vacío donde las paredes han sido duplicadas y desplazadas de 10 grados para crear un segundo pabellón en el interior del original. La segunda parte del proyecto se despliega en la ciudad donde han sido desperdigadas seis publicaciones que los visitantes deben buscar, en una suerte de caza al conocimiento, con la ayuda de un hermético mapa. En las cápsulas históricas de la exposición central de la Bienal se encuentra la obra de Remedios Varo, nacida en Anglés (Girona) si bien en 1941 se exilió en México y de la médium catalana Josefa Tolrà (Cabrils, 1880 - 1959), que tras años de olvido, está obteniendo el merecido reconocimiento gracias a la comisaria y docente Pilar Bonet. Sixe Paredes (Barcelona, 1975) participa en la muestra colectiva Con las manos crecen los signos, con obras inspiradas en las pinturas de Altamira. Finalmente Antoni Muntadas está presente con una instalación de enormes palabras, sobre la degradación del lenguaje y la multiplicación de fake news, en la muestra (in)visible fields space as energy de la Galleria Michela Rizzo en la Isla de la Giudecca.

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