El ‘Valerie’, el yate que no pudo huir del puerto de Barcelona
Cuando Rusia invadió Ucrania cuatro embarcaciones de oligarcas estaban siendo reparadas en la capital catalana, dos consiguieron fugarse antes de ser inmovilizadas.
La Dirección General de la Marina Mercante ordenó el lunes retener el yate de lujo Valerie ―una impresionante embarcación de 85 metros de eslora― atracado desde febrero en el puerto de Barcelona. Con este embargo temporal, se pretende cumplir las sanciones europeas contra los oligarcas rusos. El Valerie permanecía este martes por la mañana atracado en uno de los muelles del astillero Marina Barcelona 92 (MB92), uno de los pocos “talleres” del mundo especializados en el mantenimiento de estas embarcaciones. El lunes les llegó la orden de inmovilizar el Valerie y el astillero se limitó a cumplir la orden.
Un portavoz del astillero se limitó este lunes a remarcar a EL PAÍS: “MB92 está cooperando con las autoridades y seguirá haciéndolo. El cumplimiento activo de cualquier normativa aplicable es imperativo para MB92 Group”. MB92 firma estrictos contratos de confidencialidad con sus clientes y no puede revelar que actuaciones está realizando dentro de las embarcaciones. La empresa cumplió con la orden de inmovilizar, pero los nervios podían apreciarse esta mañana, a simple vista, en el astillero. Varios operarios colocaron una lona en la valla exterior de la infraestructura con el objetivo de que no se pudiera identificar al Valerie, un yate de 85 metros que costó 140 millones de dólares (unos 124 millones de euros), que tiene bandera de las islas de San Vicente y las Granadinas y está a nombre de una sociedad pantalla detrás de la cual se encuentra una hija del militar ruso Serguéi Chemezov. Las dimensiones del yate hacían difícil su ocultación pero, para intentar preservar el nombre del yate, colocaron unos plásticos con los que ocultaron las letras Valerie, un verdadero tachón hecho con plásticos de bolsas de basura que resaltaba ante un casco de puro lujo. Un vigilante de seguridad de MB92 Grup intentaba que no se fotografiara desde el exterior el barco, que puede verse desde media Barcelona. Lo intentó, pero ocultar un gigante en medio del mar no fue tarea fácil.
El Valerie permanecía este martes justo al lado de otro de los yates que están siendo investigados hasta el momento: el Aurora. Ni el Valerie ni el Aurora han podido huir a mares más propicios para los intereses de sus propietarios desde que Rusia inició la invasión. Según fuentes portuarias, la estancia de estos dos yates, a día de hoy, en Barcelona solo puede deberse a dos factores. Por un lado, que las reparaciones a las que se están sometiendo no permita su traslado y por otro, que los propietarios confiaran en el entramado de sociedades pantalla, banderas en paraísos fiscales e ingeniería económica para que fuese casi imposible relacionar las embarcaciones con oligarcas rusos. El Valerie no lo ha conseguido. El Aurora, de momento, sí.
De hecho, la Dirección General de la Marina Mercante ―perteneciente al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana― sigue recabando información sobre la “titularidad real” del Valerie. Según un comunicado de la Marina Mercante los investigadores intentan constatar “si la propiedad, tenencia o control del buque corresponde o no a una persona física o jurídica incluida en la lista de personas y entidades sancionadas por el consejo europeo a raíz del conflicto bélico”. La Marina Mercante asegura que este lunes el barco estaba ya listo para salir a navegar. Ahora es el propio Gobierno el responsable de la seguridad del buque y de la tripulación.
Cuando Rusia invadió Ucrania en el astillero MB92 de Barcelona estaban reparándose cuatro superyates de oligarcas rusos. Dos son el Valerie y el Aurora. Los otros dos huyeron a toda prisa tras sobrevolar sobre ellos la posible inmovilización.
El primero en huir fue el Galactica Supernova que el 26 de febrero, dos días después de la invasión, puso pies en polvorosa. El Galactica es propiedad de Vagit Alekperov, presidente de la compañía petrolera rusa Lukoil. No lleva bandera rusa sino de las Islas Caimán y tras abandonar Barcelona no paró hasta llegar al puerto de Tivat (Montenegro), aunque según los radares este martes se encontraba en mitad del mar Adriático.
El segundo en emprender la huida fue el espectacular My Solaris del multimillonario ruso Román Abramóvich. Sobre las 16.30 del pasado 8 de marzo, cuando se celebraban multitudinarias manifestaciones feministas, la tripulación huyó. La fuga había sido preparada a conciencia y justo el fin de semana del 5 y 6 de marzo habían movilizado a las empresas que les dan infraestructura a los yates, como alimentación, para que haciendo una excepción ―que también fue generosamente retribuida― llenaran las neveras y despensas en pleno domingo. Hay que tener en cuenta que My Solarys tiene una tripulación de 60 personas. El yate de Abramóvich se encuentra este martes en algún punto del Mar Adriático según algunos radares. Otros lo sitúan en Turquía.
Si el Valerie tiene 85 metros, el menos agraciado ―si es que se puede tildar así― de los cuatro yates que estaban atracados en Barcelona es el Aurora. El Aurora tiene 74 metros y costó unos 107 millones de euros. Navega con bandera de las Islas Caimán y se presume que su propietario es el empresario rudo Andréi Molchanov. Este martes descansa detrás de las lonas que MB92 ha colocado en su astillero.
Al Valerie inmovilizado lo que realmente le faltaba esta mañana es el cartel de “se vende”. EL PAÍS ha sabido que el yate está en venta y a un precio muy por debajo del que costó construirlo. El yate se fabricó en 2011 y le costó al oligarca ruso 124 millones de euros. El paso de los años parece que lo ha devaluado y está a la venta por 89 millones. Según la ficha del vendedor, “cuenta con espacios excepcionales y un diseño y distribución lujosos”. Tiene capacidad para 17 invitados en siete cabinas, “con una guardería adicional”. El yate dispone de seis amplias cubiertas, un spa, un helipuerto y una terraza con piscina de seis metros. Tiene ascensores y una tripulación compuesta por 27 personas. Los interesados en el barco no podrán ver su interior en el puerto de Barcelona, ya que se ha prohibido el acceso de personas ajenas al yate mientras dure la inmovilización.
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