La oportunidad de ver y sentir la pintura intimista de Giorgio Morandi
La Pedrera de Gaudí reabre su espacio expositivo, después de dos años cerrado por la pandemia, con 103 obras del creador italiano
Hacía casi cuatro décadas que no se exponía la obra de Giorgio Morandi (Bolonia, 1890-1964) en Barcelona. Fue en 1985 cuando se pudo ver en el Palau Macaya de la Caixa de Pensions, por lo que toda una generación de barceloneses no había tenido la oportunidad de conocer de forma directa su trabajo. Por suerte, ahora en La Casa Milá de Gaudí, el edificio que gestiona Fundación Catalunya La Pedrera, pueden verse más de un centenar de obras que permiten conocer en profundidad la producción de este artista obsesionado con las naturalezas muertas (dos terceras partes de las 103 obras lo son) llenas de formas sencillas, geométricas y depuradas de jarrones, botellas y otras piezas de cerámica y de cristal. En definitiva, objetos cotidianos convertidos en obras de arte que pueden verse en la exposición Morandi. La Resonancia infinita, hasta el 22 de mayo.
El piso noble de este edificio único (que ha permanecido cerrado a las exposiciones desde marzo de 2020 por la pandemia) se convierte en el mejor contenedor para estas obras, parecidas, iguales, pero diferentes, auténticos estudios de luz, forma y color en el que se pueden ver las pinturas, dibujos, acuarelas y grabados procedentes de varios museos y colecciones particulares de Europa. Posiblemente, no habrá un sitio mejor, cerrado tanto tiempo, para acoger las obras de este artista voluntariamente confinado en su pequeño estudio y en su mundo interior.
La exposición se presenta en Barcelona, tras poder verse en Madrid en la sede de la Fundación Mapfre donde estuvo abierta hasta el 9 de enero. Pero es diferente. “Allí se le relacionaba con grandes artistas del siglo XX y XXI que había influido y aquí la lectura es más íntima”, explicaron las comisarias Daniela Ferrari y Beartice Avanzi, conservadoras del Museo di arte moderna e contemporánea di Trento e Rovereto. La exposición de Barcelona solo cuenta con obras de Morandi, entre ellas un autorretrató de 1925, uno de los siete que pintó, pero también un par de enormes fotografías que muestran el lugar donde el pintor las creó: el pequeño estudio de la casa donde había nacido de la via Fondazza en la que convivían con su madre y sus tres hermanas solteras (que tras su muerte conservaron su legado) en el que junto a la cama, una estufa y un par de caballetes se pueden ver los objetos de los que se nutría para sus obras. Austeridad para un gran artista que hizo que fuera conocido como Il monaco (El monje).
Se conocen pocos viajes de Morandi: a Venecia, a Florencia y a Milán y a una casa de veraneo en Grizzana donde pintó alguno de los pocos paisajes que pintó. “Su aislamiento es fruto de la voluntad de dedicarse absolutamente y sin interferencias a lo que quería hacer: la pintura”, explica Avanti. Como muestra la anécdota de que el pintor Wassily Kandinsky en un viaje a Parma con su novia pensó visitar a su colega en su estudio, pero este decidió no abrirles para no interrumpir su trabajo.
Tras sus primeras obras influidas por el futurismo y por el cubismo de Braque y Picasso y por la obra de Cezanne aparece el universo reconocible y diferenciador de Morandi lleno de objetos y composiciones que parecen repetidas. Pero el ojo observador descubre como el pintor los cambia de lugar o los ilumina de forma diferente, por lo que lo aparentemente monótono se convierte en una muestra llena de matices. La oportunidad de haber reunido obras de una veintena de colecciones europeas permite ver juntas estas variaciones y estos juegos que el artista creó. “Morandi crea su investigación en la repetición para llevar a la esencia de las cosas. Su abanico de temas es muy reducido, pero hace variaciones constantes. Y es esta monotonía el que hace que su pintura transmita un sentimiento de eternidad”, según Ferrari.
“Morandi cogió un camino difícil, autónomo y único, lejos de los modelos y las corrientes de la época”, explica Avanzi. “Pero influyó en otros pintores que lo vieron como un referente de la armonía espacial y cromática, un faro de la pintura en estado puro”, concluyen las dos.
La exposición de Morandi abre un camino que la Fundación Catalunya La Pedrera pretende seguir explotando: el de colaborar con otras entidades para programar sus exposiciones. “Cuando vimos que las dos fundaciones queríamos exponer a Morandi tuvimos claro que era lo mejor hacerla de forma conjunta”, explica Nadia Arroyo directora del área de Cultura de la Fundacion Mapfre que estuvo en la presentación de la muestra en Barcelona. Incluso podría ser la posibilidad de seguir en Barcelona con la línea de artes plásticas de esta fundación que, tras el cierre de la sede de la Casa Godia, se ha centrado en esta ciudad en la fotografía, con la apertura del KBr.
La muestra es una doble oportunidad de ver a Morandi; por el tiempo que hacía que no se veía en Barcelona y por ver obras que difícilmente coinciden por estar dispersas en las que el equilibrio y el ritmo de cada una de ellas se expande y fluye de obra en obra multiplicando, hasta el infinito, las clásicas formas que tanto le gustaba pintar a este artista.
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