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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Confesiones de una adolescente confinada

Cumpleaños robados, partidos cancelados… el encierro pasa demasiada factura a los jóvenes

Covid cuarentena
La bandeja, como el encierro, llegó a la casa con la pandemia.Joan Sánchez
Ana Pantaleoni

“Es una situación extraña. Antes del coronavirus no me había pasado nada grave. Nada por el estilo. Y, en cambio, ahora tengo la sensación de estar viviendo algo que contaré cuando sea mayor, como cuando mi abuela me cuenta historias de la guerra o de Franco”. Sara, nombre ficticio, abre la puerta de su habitación para recoger el desayuno. Se queja. No quiere comer más galletas con leche que le ha vuelto a traer su madre. Prefiere fruta, tostadas y zumo de naranja. Es la sexta mañana del tercer confinamiento de su vida.

La bandeja espera en el suelo frente a su habitación. Ese trozo de vieja madera rescatada de un armario, como el encierro, llegó a la casa con el inicio de la pandemia, hace ya una eternidad. Sara tiene 15 años y lleva con dignidad este último encierro, de “solo siete días”. Se mete el palo en la nariz con una facilidad pasmosa. Y lo pide cada día para ver si la dichosa rayita roja ha desaparecido. Otro día más, la marca sigue ahí, brillando, parece que sonría desafiante. “El viernes daré negativo. Seguro”, exclama desde la cama. Permanece en la habitación con una tranquilidad extrema. Y, en realidad, se queja poco para lo que le ha tocado.

¿Qué piensa? “Durante el primer confinamiento sí que sentí que nos habían robado el tiempo, me sentí muy sola e incomunicada, pero ahora lo veo de otro modo, tengo unos días que me dan tiempo para mí y una opción para calmarme y organizarme. Y estamos mucho más comunicados entre mis amigos. Además, veo series, miro instagram y tik tok, intento leer, hago clases online, deberes, escucho música… y hago listas de cosas que tengo que hacer. Ahora me da igual porque me siento bien en mi habitación, siento que tengo de todo: la silla, la ventana y la cama. Solo me agobio cuando me da la sensación de que estoy sin hacer nada”. Sara considera que el primero de los encierros sí tuvo consecuencias mentales para mucha gente y este también las tendrá. Está preocupada. “Lo que me sorprende es que en el cole no nos preguntan mucho, ni cómo estamos ni cómo nos sentimos”. El cole, ese lugar que fue un santuario anti covid al principio de esta historia y que ahora es un foco de contagios. A fecha del pasado miércoles —son datos de martes— la cifra de alumnos confinados en Cataluña ascendía a 110.999, un 7,71%. No ha ido mejor con los profesores. Según los últimos datos del portal Traçacovid —que recoge el impacto de la pandemia en los centros educativos—, hay 8.849 profesores y administrativos confinados.

Las bajas se suceden, pero las clases siguen, como pueden. Un día de Rebeca, nombre cambiado pero también de 15 años, es muy similar al de cualquier otra adolescente confinada. “Me despierto cinco minutos antes de que empiecen las clases on line y sigo el horario normal del cole durante todo el día, aunque muchos profesores no se conectan porque o también están confinados o de baja, pero aun así nos van dejando trabajos para hacer. En cambio, a veces soy yo la que no se conecta. Si te encuentras mal a los profesores no les importa, lo entienden. Durante el fin de semana, sí que me levanto mucho más tarde y desaprovecho bastante el día, sobre todo estos últimos días que no me he encontrado muy bien”. Para Rebeca, que está viendo Los Serrano y leyendo un libro titulado Culpa Mía, hay dos fechas marcadas y robadas por el confinamiento: sus dos últimos cumpleaños. Y solo piensa en una cosa: salir para ver a sus amigas y celebrar los aniversarios perdidos. La buena noticia la dan desde Materia: los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años que desarrollan la covid suelen mejorar después de seis días y el número de menores que experimentan síntomas más allá de las cuatro semanas es bajo: 77 de un total de 1.734 infectados, lo que representa un 4,4%, según un estudio desarrollado en el Reino Unido. La clave para este buen comportamiento es que los más jóvenes tienen el sistema inmune recién formado.

Tengo la sensación de estar viviendo algo que contaré cuando sea mayor”, revela una chica encerrada en su habitación por covid

Cumpleaños, viajes de fin de curso, partidos de vóley, fiestas en casa de amigos. La covid también se ha llevado por delante muchas horas de ocio de los adolescentes. “Un día confinado es un día más en tu vida pero sin ver a tus amigos y familiares. Una parte del día estás conectada a las redes. Además, llevo toda la semana viendo películas que ya he visto. Es un poco como el día de la marmota. Ahora se me están acumulando muchos trabajos para el cole y tengo exámenes cuando vuelva. Me estoy estresando. Pero ni triste ni enfadada porque sé que esto pasará. Esto es como un descanso que ya aburre”. Juana, 14 años, prefiere responder a las preguntas con un audio. Sale de la habitación cuando no queda nadie en casa y se refugia en la terraza. “Creo que este va a ser mi último confinamiento. No creo que vuelva a coger covid. Mi cole además es el centro de los contagios de Cataluña, pero no volverá a pasar”. Todas ellas no quieren que ESTO, que el bicho, vuelva.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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