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Los herederos rehabilitan a Jordi Pujol

El expresidente de la Generalitat retoma su agenda social y el debate público pese a estar pendiente de juicio en la Audiencia Nacional

Jordi Pujol hospital
El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, en un acto de homenaje de 2018.Marta Pérez (EFE)
Cristian Segura

Jordi Pujol aprovechó los meses de tregua que concedió la pandemia en 2021 para salir de las sombras. El expresidente de la Generalitat, autoinculpado como evasor fiscal, había pasado siete años de penitencia y silencio. Si bien se ausentó del escenario público, en la esfera privada había mantenido una intensa agenda de encuentros con fieles, académicos y actores políticos. Su 90º aniversario, en 2020, fue el pistoletazo de salida de una contrarreloj para rehabilitar al expresident como referente de Cataluña, una carrera antes de que sea llamado a sentarse en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional.

Pujol y sus siete hijos serán juzgados, en una fecha todavía no determinada, por presunta asociación ilícita, blanqueo de capitales, falsificación de documento mercantil y cinco delitos contra la Hacienda Pública, entre otros. La Fiscalía Anticorrupción acusa al expresidente de la Generalitat de establecer una red clientelar que, a partir de empresarios afines a su partido, la extinta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), permitieron al clan familiar amasar una fortuna no declarada en el exterior. Pujol, en cambio, se mantiene firme en su confesión de 2014: el dinero que admitió tener en Andorra solo procedía del legado de su padre.

El delito pecuniario del faro del nacionalismo catalán contemporáneo fue un golpe para sus seguidores. De dar lecciones de moral a pecador. Quien mejor representó el impacto de la caída de Pujol fue su cuñado Francesc Cabana, historiador y directivo de Banca Catalana que lo dio todo para salvar de una gestión ruinosa aquel transatlántico financiero. Cabana dejó un titular contundente en una entrevista de 2020 en Nació Digital: “La historia no absolverá a Jordi Pujol”.

En 2020 se puso en marcha una operación para que la historia particular de Cataluña sí absuelva a Pujol. A partir del colectivo Amics de Jordi Pujol se organizaron conferencias y actos para conmemorar los 23 años de sus Gobiernos autonómicos. Amics de Jordi Pujol también abrió una página de internet en la que sumaron más de 2.300 mensajes de felicitación por parte de admiradores y antiguos colaboradores. Para Pujol no es algo nuevo: mucha gente se le acerca por la calle para fotografiarse con él y para dedicarle unas palabras de ánimo. Este periodista ha podido comprobar cómo Pujol, en sus almuerzos en un restaurante próximo a su despacho en Barcelona, es abordado por otros comensales que quieren saludarle y departir con él. En las redes sociales también es habitual encontrar imágenes de ciudadanos que comparten encuentros con el veterano político.

En el palco del Camp Nou

Los esfuerzos para recuperar la imagen de Pujol han dado sus frutos en 2021. Ha sido homenajeado en almuerzos con exconsejeros de sus Gobiernos, como el que organizó el pasado septiembre el grupo Amics de Jordi Pujol, o el que presidió este diciembre con las juventudes del PDeCAT, partido heredero de CDC. También fue recibido el pasado noviembre con todos los honores por el presidente del Barça, Joan Laporta, en el palco del Camp Nou.

Pujol se siente cada vez más cómodo en el espacio público y lo ha demostrado interviniendo en debates políticos. La primera ocasión sucedió el pasado noviembre, cuando fue invitado como asistente a una mesa redonda sobre financiación autonómica. En aquel acto, organizado por el diario Ara, el exconsejero de Economía de la Generalitat Antoni Castells reiteró su convicción de que Pujol renunció durante la Transición a reclamar un concierto fiscal como el que tiene el País Vasco. El president no pudo reprimirse las ganas de replicar a Castells. La segunda ocasión fue mediante un artículo que publicó La Vanguardia el pasado 5 de diciembre. En este texto, el viejo capitán de Convergència i Unió quiso defender la inmersión lingüística en la escuela catalana. Para Pujol, Cataluña se encuentra bajo amenaza del “gradual borrado de nuestra identidad”.

Más allá de estas dos intervenciones, Pujol no quiere entrar en nuevos debates, según ha explicado a EL PAÍS: “Ahora vivo en una situación que me hace rehuir el debate político y público. Es cierto que hace poco intervine en un debate del diario Ara, pero fue una intervención espontánea”. Esto no quiere decir que deje de estar en el candelero. Su figura será en los próximos meses protagonista de La sagrada familia, la serie documental sobre los Pujol que ha dirigido David Trueba y que se estrenará próximamente.

En 2021 también ha aparecido el libro entrevista Jordi Pujol, entre el dolor i l’esperança (Proa). En este documento de reflexiones y autojustificación, el expresidente de la Generalitat confiesa a Vicenç Villatoro que para lo que menos preparado estaba era para perder su púlpito moral: “Hace años, recuerdo que hablando con unos amigos dije que me consideraba preparado para la prisión, para la ruina y también para la muerte, pero no para el deshonor o la vergüenza pública. Puedo decir que lo que dije a aquellos amigos lo puedo repetir con la seguridad que da la experiencia”.

Espoleado por los suyos, Pujol empieza a recuperar el honor y en el mismo libro da la clave de ello: “Hay que admitir que la valoración que finalmente se haga de mi persona quedará severamente tocada por este tema del dinero en el extranjero”. “El prejuicio de ello irá más allá de mi persona, y podría tener serios efectos negativos también colectivos”, añade el histórico dirigente nacionalista. “Por lo tanto, hay que preguntarse qué puede quedar de bueno, de sólido y de duradero de lo que han sido mi acción y mi pensamiento durante 60 años”. De nuevo, la identificación de su persona con el colectivo: lo que le afecta a él, afecta a Cataluña.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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