Viralizar el catalán más allá del ‘clickbait’
Me pregunto si valorar la salud lingüística en función de cuántas veces se ha reproducido un vídeo puede aparcar un debate más profundo sobre qué referentes queremos construir
Hace un par de semanas Plataforma per la Llengua publicó en su informe anual que el ecosistema de creadores de contenido en catalán cuenta con unas 500 personas y que el hashtag #estiktokat, bajo el que se reúnen la mayoría de vídeos en lengua catalana en Tik Tok, supera los 300 millones de visualizaciones. Esto me hizo pensar si valorar la salud lingüística en función de algo tan ambiguo como cuántas veces se ha reproducido el vídeo puede aparcar un debate más profundo sobre qué referentes lingüísticos queremos construir. Predominan las voces de preocupación y es comprensible, aunque me parece importante no perder de vista que ha coincidido en el tiempo con las tensiones por la incorporación de cuotas en la ley del audiovisual y la protección del catalán como as en la manga frente a la tramitación de los Presupuestos.
Las redes sociales nos han inculcado que a cuanta más gente lleguemos mejor –mejor especialmente para ellas—. Las agencias de influencers y todos los circuitos de promoción de productos aprovechando rostros ideales, amables o próximos son el complemento perfecto. Muchos jóvenes dedican horas a publicar con la esperanza de atraer marcas para sacarse algo de dinero. Quizá no sueñen con ser influencers, pero lo perciben como una forma de abrirse camino en la autonomía económica en un contexto de precariedad enorme. Si tienes 20 años y quieres que te vean en los cinco continentes, los pilares de la mercadotecnia digital te llevan a descartar el catalán como lengua que te catapultará al mundo. Vas a ser un pez pequeño en un mar muy grande donde el catalán compite con el castellano, pero también con el inglés y muchísimas otras lenguas.
Es pura demografía y como los algoritmos sintonizan con la eficiencia, el pez grande siempre gana. Cuantas más visualizaciones lleve un contenido, más fácil será que escale en las posiciones de contenido recomendado. Y así es como el efecto mateo en el capitalismo digital desbanca poco a poco a los contenidos discretos y genera antagonismo entre viralidad y diversidad. Bajo este argumento quizá no es buena idea competir en cantidad sino apostar por la calidad, pues existe la oportunidad de ser peces grandes en un bol más pequeño. Se abre también la posibilidad de querer salir de la lógica de atrapar clics y generar ecosistemas digitales relevantes y significativos.
Para los creadores, socializar en espacios digitales es también una forma de vincularse a comunidades globales de jóvenes cosmopolitas y entrar en contacto con estilos de vida referentes que seguramente también existen entre catalanoparlantes, pero que se expresan en lenguas más prevalentes. Así lo recogía el año pasado un estudio del CUSC, un grupo de investigación de la Universitat de Barcelona: hay cantidad de figuras que emiten desde Cataluña pero se expresan en castellano buscando esa audiencia imaginada de ámbito internacional. De alguna forma eso ayudaría a entender qué diferencia a Paula Gonu y Jordi Wild (ambos catalanoparlantes con canales en español) de Juliana Canet o Miquel Montoro que reivindican la normalidad de publicar contenidos en su lengua materna. Lo cierto es que, hoy por hoy, crear en catalán se vive como una opción claramente vocacional, a menudo politizada pero principalmente poco rentable.
Dada la definición economicista del problema, las recomendaciones suelen ir orientadas a subvencionar e invertir recursos, promover la vinculación entre empresas, agencias y creadores digitales. Eso podría despertar eventualmente las vocaciones profesionalizadoras y el ecosistema influencer, pero no garantiza la creación de comunidades digitales significativas donde construir imaginarios comp artidos donde lo importante sea al contenido porque la creación en catalán sea algo habitual. La normalización pasa porque puedas encontrar en catalán desde el tutorial que estás buscando a configurarte el móvil, el videojuego y el asistente de voz en dicha lengua. En 2020 vimos nacer varias iniciativas colectivas e inspiradoras como Canal Malaia, Creadors TV o Gamesports Lleida, que funcionan como paraguas bajo el que reunir perfiles y contenidos diversos, con el catalán como elemento común pero no monotemático. Es un espacio de normalidad lingüística fresca, con contenidos genuinos y conectados a su cotidianidad compartida.
De forma orgánica se ubican en el bol pequeño, y desde ahí construyen espacios digitales glocales donde participar y compartir tiene sentido. Los creadores y los seguidores no paran de crecer. Quizá la mejor manera de promover virales catalanes sea precisamente apoyar, dotar de recursos y reconocer estas comunidades creativas que ya existen.
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