Esquerra y Junts se plantan ante los desafíos de la CUP
Los anticapitalistas encajan un golpe a su capacidad de influencia pese a ser fundamentales en los planes del Govern
Algo se rompió en el Parlament esta semana durante el debate de política general. Uno de los aspectos que ha marcado la política catalana durante el auge del procés es la proyección de la CUP como árbitro de la mayoría independentista, amo y señor de la clave para poner en marcha ejecutivos y presupuestos. Una influencia que sigue, aunque ya no tanto. ERC y Junts le transmitieron, con el rechazo a su pretensión de celebrar antes de 2025 un referéndum (acordado o no), que no tragarán con todo. Y algún devaneo con el PSC de los socios también dejó claro que hay otras opciones.
El Ejecutivo de Pere Aragonès sigue dependiendo de los anticapitalistas para su subsistencia, si quiere seguir siendo un Govern “nítidamente independentista”, tal y como pregonaba en campaña la entonces candidata de Junts y ahora presidenta de la Cámara, Laura Borràs. Tras el debate de orientación política, sigue la prueba de los Presupuestos, donde los nueve síes de la CUP son indispensables. La gran duda es si el plante de ERC y Junts ante la propuesta de subirse “al tren de Escocia”, en referencia a la posibilidad de una votación similar en el Reino Unido, tendrá efectos en la aprobación de las cuentas y, en definitiva, en la gobernabilidad.
El futuro de la legislatura es una combinación de tiempo, probabilidad y posibilidad. Tras la tregua de los 100 primeros días de Aragonès, de los que tanto agentes sociales como económicos destacaban la erradicación de la continua pugna pública, emergió la desconfianza de siempre. Muestra de ello fueron los choques con Junts por el futuro de la ampliación del aeropuerto de El Prat y la representación en la mesa de diálogo con el Gobierno. Por muy fuerte que sea el disenso, el también coordinador nacional de ERC no puede convocar unas elecciones anticipadas. Ha de esperar un año tras su investidura por ley. Tampoco les conviene un divorcio aunque el secesionismo sigue sin una hoja de ruta compartida.
Pero hay otras posibilidades. El líder del PSC en el Parlament, Salvador Illa, criticó con dureza al Govern, pero abrió la mano a pactar las cuentas si hay “un cambio de rumbo”. El jefe de la oposición fue el centro de las críticas del propio Aragonès o del jefe de filas de Junts, Albert Batet. La lista de reproches fue larga: la detención del expresident Carles Puigdemont en Italia mediante lo que consideran una treta del juez Pablo Llarena y la vigencia de la euroorden, la supuesta falta de propuesta para solucionar el conflicto político en Cataluña más allá que satisfacer viejas reivindicaciones inversoras o la “unilateralidad” al dar por roto el pacto para ampliar El Prat.
El PSC logró romper la baraja con el apoyo al diálogo y a El Prat
Ese baile de reproches no impidió, sin embargo, que las propuestas de resolución socialistas dividieran en algunos casos el voto del Ejecutivo. Eso deja de relieve que si se quiere, se puede llegar a acuerdos más allá de los bloques. El PSC y Junts sacaron adelante un texto en favor de organizar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. ERC y comunes se quedaron solos apoyando que se celebrara también el referéndum sobre la viabilidad del evento en las localidades que serían subsede, como Barcelona. Los republicanos no dudaron en advertir del fantasma de la sociovergencia, el pacto clásico de poder entre socialistas y la desaparecida Convergència que ha marcado la política catalana en democracia y que pervive, por ejemplo, en la Diputación de Barcelona. El espectro también apareció en la propuesta sobre la ampliación de El Prat. La CUP se opone a ambos proyectos.
Illa rompe la baraja
ERC también le mostró a las otras fuerzas independentistas que puede sumar con el PSC y los comunes. Los tres, con el no de Junts y de los anticapitalistas, apoyaron que la mesa de diálogo sea “de Gobierno a Gobierno”, es decir, solo con ministros y consejeros en las delegaciones. Junts fue apartada de la mesa por proponer a su secretario general, Jordi Sànchez, y a su vicepresidente, Jordi Turull. Ambos fueron condenados en el juicio del procés e indultados por el Gobierno.
Finalmente, que existan las posibilidades no significa que sean probables. Tanto en ERC como en Junts, una vez superado el debate, se muestran confiados en que la CUP votará a favor de las cuentas. A mediados de este mes comenzará el baile de las negociaciones. Fuentes del departamento de Economía reconocen que no será fácil, pero el discurso oficial es que se trabajará por el sí de los liderados por Dolors Sabater en el Parlament. Hay alguna carta escondida, en términos presupuestarios, para seducirles.
Un pacto con los socialistas es difícil a dos años de las municipales
Otra sensación compartida por varios miembros de las dos formaciones del Govern es que a la CUP se le fue la mano tensando la cuerda. Puede ser el fin de los tiempos en que se jactaba de mandar a Artur Mas “a la papelera de la Historia” o de dejar caer a Turull en el debate de investidura el día antes de que entrara en prisión preventiva en 2017. Los anticapitalistas, con un representante en la Mesa del Parlament, tienen que empezar a asumir responsabilidades. Y el año pasado vieron como el socio para las cuentas fue Catalunya en Comú-Podem.
Los republicanos no esconden su enfado por haberse enterado de la propuesta de referéndum por los medios. En Junts la situación es más delicada porque tanto Borràs como sus diputados más cercanos creen que los anticapitalistas les han puesto en el disparadero gratuitamente. La presidenta y la secretaria segunda de la Mesa, Aurora Madaula, podrían ser objeto de inhabilitación si la justicia cree que se desobedeció al Tribunal Constitucional dando trámite a la propuesta de la CUP en el debate. Su malestar fue tan grande que forzaron que Junts votara en contra de la propuesta en vez de abstenerse, un argumento que se suma a que el mandato del 1-O solo lo reemplaza un referéndum pactado.
El entrenador colombiano Francisco Maturana tiene en su repertorio la famosa frase “perder siempre es ganar un poco”. Le cae como anillo al dedo al PSC. Un pacto de Gobierno es impensable, sobre todo con las elecciones municipales a menos de dos años y la guerra por la hegemonía política viva. Pero la puerta del apoyo presupuestario está abierta y el tabú de, al menos, tocarla, se desmorona.
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