Flamencos contra aviones en el Aeropuerto de Barcelona
Tras la advertencia de la UE, el Govern se compromete a ampliar en un año la zona de protección de aves. Aena sigue con su plan de extender el aeropuerto
Un flamenco picotea los juncales mientras el despegue de un airbus enmudece el sonido de las olas que salpican los últimos humedales del Llobregat. Diez minutos en coche después, cerca de la desembocadura del río, varios temporeros siembran lechugas con la torre de control de la T1 como paisaje de fondo. Es la imagen de los dos universos antagónicos, pero a la vez paralelos, que convergen desde hace décadas en el delta de Llobregat, un pulmón verde de la Barcelona metropolitana enclaustrado entre asfalto y mar.
Sobre la conquista del hormigón en el delta ha alertado la Comisión Europea, que cree que España no lo está protegiendo suficiente. El 19 de febrero, Bruselas abrió un procedimiento por lo que considera dejadez ambiental en esta zona húmeda habitada por más de 350 especies de aves, según Seo BirdLife. Las ha observado todas el vicepresidente de la fundación Depana, José García. “Habéis tenido suerte. No es tan común encontrar un flamenco en esta época [finales de abril]”, susurra a escasos metros del ave.
El flamenco, aún con las plumas blancas por su juventud, se muestra impasible ante la presencia humana. A pocos metros de él, tras unas verjas que lo separan del pequeño humedal, otro avión realiza maniobras de despegue en la tercera pista del aeropuerto, una estructura que Aena anhela alargar 500 metros más. Minutos después, el aeroplano separa las ruedas del asfalto y se eleva sobre la laguna de La Ricarda, un espacio natural que cobija la Casa Gomis, bien cultural de interés nacional.
Queda lejos ese salvaje delta que García recorría en bicicleta todos los veranos de su infancia. “En los setenta esto era como el jardín de mi casa. Soy testigo de su degradación”, recuerda. Hace años que cambió las dos ruedas por los cuatro neumáticos de una furgoneta. Su obsesión por ligar su vida a los flamencos o las gaviotas corsas impulsó la advertencia de la UE. Es su firma la que quedó estampada en el final del exhaustivo informe presentado a Bruselas por Depana en 2019. “Yo no he estudiado Derecho pero me he empollado las directivas europeas y algo sé”, dice a bordo de su furgoneta. La clave, explica García, ha sido demostrar el paulatino deterioro en la población de aves en un punto estratégico en la ruta migratoria del mediterráneo que une Europa y África.
Bruselas pide en su carta de emplazamiento al Gobierno que explique las medidas compensatorias tras la ampliación del aeropuerto, cuya reforma en 2008 afectó cerca de 300 hectáreas de zonas húmedas, según Depana. En paralelo, la ampliación del puerto obligó a que especies como la gavina corsa, una de las aves más escasas del planeta tengan que anidar entre grúas.
Un parking fantasma
El paradigma de la invasión del asfalto, según los ecologistas, está en un aparcamiento para taxis de ocho hectáreas cerca de la T1, en Can Sabadell. Lo paradójico es que el parking se construyó en zona protegida. Nunca se llegó a usar y hoy parece un escenario de la serie The Walking Dead, con el asfalto trufado por brotes verdes que intentan abrirse paso en una atmósfera fantasmal. Una sentencia dictaminó en 2017 su incompatibilidad con el entorno. Fuentes de la Fiscalía mostraban a este diario, antes de que se oficializara el advertimiento de la UE, su incomprensión de que aún no se haya renaturalizado. Fuentes de Aena explican que el proceso necesitaba de un informe ambiental y que este ya está en su última fase. También que la construcción se hizo en base a la legislación vigente. Sobre la ampliación de la tercera pista, explican que la empresa pública propone compensar con 10 hectáreas por cada una que se ocupe de La Ricarda.
La advertencia de Bruselas también salpica a la Generalitat, la competente para declarar zonas de protección de la avifauna (ZEPA). “Nos hemos comprometido en ampliarlas en menos de un año”, explica Ferran Miralles, director general de Políticas Ambientales. Miralles añade que la Generalitat ya ha elaborado y enviado una respuesta, a través del Ministerio de Exteriores, a Bruselas [tenía dos meses para hacerlo]. Y que la misiva se ha consensuado con el Gobierno de España. El director afirma que el Govern tiene ya elaborado un mapa con una cartografía detallada de las especies. Pero aún no desvela cuáles ni cuántas hectáreas se extenderán a la zona de protección. ”Está trabajado. Es imposible ir más rápido””, defiende. Antes, dice, quiere hablarlo con los sectores implicados. En especial, con los payeses, reticentes a que se incluyan algunas de las 3.000 hectáreas que conforman el parque agrario. “Habrá conflicto”, adelantan fuentes del sindicato mayoritario Unió de Pagesos.
El Govern también se ha comprometido a llevar agua a los humedales y a acelarar el plan especial de protección del delta, pendiente desde 1994 y que lo dotaría de un marco legal para definir mejor los usos. Miralles admite que lleva años de retraso, pero lo achaca a la falta de medios para tramitarlo. También a que el Govern optó entonces por priorizar lo planes de Collserola y la Alta Garrotxa. No se aventura a poner una fecha para aprobarlo, pero admite que, ahora sí, es el preferente.
Con todo, Miralles explica que la dilación de las negociaciones para la formación de un nuevo Govern, en las que también se baraja la creación de una nueva consejería “de emergencia climática” está retrasando el trabajo. El delta, cree, ya ha esperado mucho, pero “es mejor esperar unas semanas más que no presentar algo ahora y que luego venga otro y quiera hacer algo distinto”.
Los últimos ‘pagesos’ del delta
Olivier Chantry y Gloria tienen 40 y 38 años respectivamente; estudios en agronomía; 4,5 hectáreas y desde hace nueve años son pagesos en Sant Boi. “Empezamos cuando el millonario Adelson quiso construir un casino aquí. Sobrevivimos”, dice Chantry. Es la temporada de fresa y llevan toda la mañana repartiendo con la furgoneta. En pocos meses, se les acaba el contrato de las tierras y perderán una hectárea. “Ahora hay una moda de compartir huertos: gente de la ciudad que alquila y comparte parcelas para cultivar el fin de semana. El problema es que ellos pagan más y luego los pagesos nos quedamos sin”, dice Chantry. Sus tierras están dentro del parque agrario \[desclasificadas\] y eso les garantiza que están a salvo de la especulación urbanística. Pero aún así están preocupados por planes como el de Area Residencial Estratégica en El Prat, que prevé construir 3.000 nuevas viviendas, algunas en antiguos terrenos agrarios.
Tampoco quieren oír hablar de la ampliación del aeropuerto por miedo a las medidas compensatorias. “Si ocupan metros de espacio protegido luego tendrán que compensar con otros terrenos y lo pagaremos los pagesos...”, añaden.
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