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“Nos han condenado las rebajas”

Tras un Navidad a medio gas, la campaña de descuentos empieza marcada por las nuevas restricciones anticovid

Dani Cordero
Pasillo central del centro Comercial L'IIlla Diagonal el pasado 13 de diciembre.
Pasillo central del centro Comercial L'IIlla Diagonal el pasado 13 de diciembre.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

7 de enero y vuelven las rebajas. En esta ocasión en su versión más extraña de los últimos años, originada por la pandemia y las últimas restricciones tomadas por el Govern en otro intento desesperado por rebajar la propagación de la covid. Los centros comerciales no podrán abrir. Tampoco deberían hacerlo aquellos establecimientos con más de 400 metros cuadrados de superficie. En esta ocasión, unos grandes almacenes como El Corte Inglés solo permitirán la entrada a su supermercado y a las zonas de ventas de productos esenciales. El fin de semana, los mejores días de ventas durante la campaña de promoción, solo podrán subir la persiana las tiendas de servicios básicos. Tras las buenas jornadas que han dejado tras de sí las compras de Reyes, vuelve la depresión. No es de extrañar que algunas cadenas avanzaran los descuentos.

“Nos han condenado las rebajas. Dejarnos sin fin de semana significa dejarnos sin un tercio de la facturación semanal cuando tenemos los almacenes llenos de existencias y necesitamos liquidez para poder pagarlas”, afirmaba el martes Jordi Casas, cofundador de la cadena de zapaterías Casas. Su pronóstico: una reducción de ventas del 40%. A las medidas del Govern se le suma el teletrabajo, en su opinión. “Si no vas a trabajar, para qué te vas a comprar nada”.

Las restricciones que se prolongarán durante los próximos diez días —si las estadísticas de contagios mejoran— publicadas el martes en el DOGC han generado dudas entre los comerciantes. Especialmente la referencia al cierre obligado de las tiendas de más de 400 metros de superficie de venta. El Corte Inglés restringirá su zona de venta y un gran operador como Mango ya ha confirmado que no abrirá sus tiendas afectadas por esas limitaciones. Pero existen dudas de cómo despertará hoy el paseo de Gràcia, boulevard en el que en los últimos años se han anexado locales y diferentes plantas para lograr mayores superficies, lo que demandaban los grandes operadores. “No creo que vayamos a ver muchas tiendas cerradas. Muchas tienen menos de 400 metros y otras yo creo que acotarán espacios [como se permitió en el pasado cierre]”, aseguraba el presidente de la Associació Amics del Passeig de Gràcia, Lluís Sans.

“Preveía facturar 250.000 euros entre el 7 y el 17 de enero. Me darán una ayuda de 2.500 euros. No me llega ni para pagar la Seguridad Social de mi plantilla en ERTE”
Sonia Plaza

Sans, como otros consultados, consideran la bajada de temperaturas como un aliado para que las rebajas cobren brío en medio de la actual depresión coronavírica. Aunque no olvidaba el problema que suponen tanto las restricciones de apertura como, sobre todo para un eje como el del paseo de Gràcia, el confinamiento municipal que impedirá la llegada de compradores de otras zonas de Cataluña. “El descalabro que llevamos desde marzo pasado es incomprensible”, concluía.

El comercio se siente como uno de los más agraviados por las iniciativas para intentar rebajar al mínimo posible los contagios. Muchos lo consideran la cabeza de turco pese a que no se haya descubierto ningún brote en ninguno de sus establecimientos. Sonia Plaza, propietaria de Koroshi, es una de las que más alza la voz. Su cadena de ropa tiene más 40 establecimientos repartidos por toda España. En Cataluña son ocho, todos ellos en centros comerciales. Desde que empezó la pandemia, de momento, acumulará 18 semanas de cierre. “Entre el 7 y el 17 de enero yo tenía una previsión de facturación en Cataluña, teniendo en cuenta mi histórico de ventas, de 250.000 euros. Venderé entre cero y 1.000 euros [en referencia a las ventas online] y la Generalitat me dará 2.500 euros de ayudas. Con eso no tengo ni para pagar la Seguridad Social de los [40] trabajadores que tendré que tener en ERTE (expediente de regulación temporal de empleo)”, se queja, para proseguir: “La ropa que tengo me la comeré con patatas y además tendré que pagar la mitad del alquiler. Eso para un sector en el que el margen de beneficios es de un 4% es insoportable”.

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Un gran anuncio luminoso del centro comercial Viladecans Style Outlets intentaba ser más optimista ante los diez días de cierre forzado: “Hemos aprendido que nos volveremos a ver pronto”. Otros en el sector piensan en despidos.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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