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Silencio en los balcones de Barcelona a las 17.14

Los vecinos no secundaron el llamamiento de la ANC en una ciudad con aspecto dominical

Un vecino, en Barcelona, en su balcón con banderas independentistas.
Un vecino, en Barcelona, en su balcón con banderas independentistas.
Àngels Piñol

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) cumplió con su objetivo de movilizar de forna contenida a 59.500 personas en 131 puntos de Cataluña en esta Diada. Con disciplina, los manifestantes se inscribieron para participar en los actos reivindicativos. No pareció funcionar, sin embargo, en muchos puntos de Barcelona, el llamamiento de Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC, para salir a los balcones a las 17.14. Meritxell Budó, portavoz del Govern, también había abonado esa posibilidad. La realidad es que esa hora simbólica pasó desapercibida incluso en la plaza de Letamendi, corazón de la protesta.

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Con todo, Marcel Mauri, portavoz de Òmnium, agradeció a los vecinos que les acompañaran desde casa y desde los balcones. Con 420.000 vehículos saliendo de puente, Barcelona tenía ayer apariencia dominical. Muy pocas esteladas en la calzada y en las fachadas. Junto a la Rambla, en la calle de Bonsuccés, las únicas que casi se veían eran las de dos tiendas de souvenirs. No vendieron ninguna. Fue una Diada deslucida y en cuarentena, tan rara como este 2020 desde que el coronavirus apareció en primavera.

Francesc, de 46 años, y su hija, que no se han perdido una Diada desde la primera multitudinaria de 2012, no ocultan cierta tristeza mientras hacen cola en Letamendi. “Desde Sabadell, hemos tardado solo 20 minutos en plantarnos aquí”, dice resignado y enfundado en la camiseta de la ANC de este año, azul y con letras amarillas que recuerda a la publicidad de una compañía telefónica. “¿Que la gente tiene miedo a la covid-19? Parece que el virus es la excusa perfecta para todo. Debemos poder ejercer nuestros derechos”.

Solo se ven en la plaza media docena de esteladas, un traje de neopreno recién tendido y vecinos en tres balcones. Joan Ferrero, de 88 años, y Francina Erra, de 84, viven en la calle de Aragón y tienen colgada de la barandilla una estelada y otra con la firma de la ANC. Dicen que recibieron una alegría “inmensa" cuando la ANC fijó el acto al lado de su casa. “Es que hemos ido a todas las Diadas”, afirma Francina. Vestidos con camisas de tonos amarillos —”¡Mira!”, dice ella mostrando sus pendientes del mismo color—, la pareja puede ver desde el balcón el acto y oírlo. Cuentan que por la mañana han recorrido tres kilómetros hasta la Travessera de Gràcia son miembros de un centro excursionista- y visto muy poco ambiente. Y apuntan que también hay tres días de puente. “Pero la gente también está un poco desengañada", dicen en alusión a las peleas de los partidos. “Pero seguimos al pie del cañón”.

Medio centenar de personas siguieron el acto desde lejos de la misma forma que fue sin público la escenificación que hizo Òmnium al situar 2.850 sillas vacías a todo lo largo del paseo Lluís Companys con los nombres de ciudadanos soberanistas “perseguidos por la Justicia”. Bajo el lema 2.850 represaliados, el acto suplió la Festa de la Llibertat que Òmnium dejó ayer de celebrar por primera vez en 20 años por culpa del Covid-19.


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