Una tarde de fútbol en Bossòst
La capital del Bajo Arán ofrece deportes y un sinfín de excursiones de montaña para dejar la mascarilla en la mochila
El coronavirus no ha podido con la Unió Esportiva Bossòst. Su campo, de césped mimado por las abundantes lluvias en el Valle de Arán, es en agosto testimonio de memorables partidos de pretemporada de fútbol. Este verano vuelve el deporte rey al estadio del Bossòst, a sus gradas recién remozadas y con vistas privilegiadas a los bosques de Margalida, antes lugar de prospecciones mineras y hoy refugio de osos. El fútbol vuelve además por la puerta grande, con el estreno del equipo local en la Copa de Francia.
El Bossòst compite en la liga francesa desde los años veinte del pasado siglo. Actualmente lo hace en la tercera división del Departamento de la Alta Garona. Es el único equipo catalán que juega al otro lado de la frontera. La competición de más prestigio en la que participa es la Copa de Francia, equivalente a la Copa del Rey. Aunque su recorrido en el torneo dura poco, siempre es una ocasión para soñar. El sábado 22 de agosto se enfrentará en duelo copero con el Lagardelle Miremont, club de su misma división. Dos semanas antes, el 15 de agosto, el Bossòst calentará motores en el Memorial Manuel Huguet, un trofeo en honor al fundador del club, un francés desplazado hace un siglo al Bajo Arán para trabajar como secretario de la mina local de zinc.
El Memorial enfrentará a los anfitriones con el Encausse francés. Los veraneantes están más que invitados al encuentro, aunque siguiendo las normas de seguridad sanitaria, advierte el presidente del Bossòst y farmacéutico del pueblo, Miguel Almansa: se marcará la distancia entre aficionados, incluso para los que prefieran apoyarse en la barandilla detrás de las porterías. El partido, a las seis de la tarde, puede requerir un chapuzón previo en la piscina municipal. La piscina, a pie de montaña, con una panorámica privilegiada, se mantiene abierta pero con las debidas medidas sanitarias. Otra opción para remojarse es acercarse al cercano barranco de Sorieus, donde, si uno sigue el sendero que asciende por el río, encontrará pozas de agua cristalina y —muy— fría. Si se observa con sigilo es posible sorprender a algún tritón nadando o, más fácil, toparse con algún corzo escondido entre la vegetación.
El alcalde de Bossòst, Amador Marqués, explica que en las zonas periurbanas y en el campo se puede pasear sin mascarilla. Las excursiones que ofrecen los alrededores de Bossòst son múltiples y con diferentes niveles de dificultad: se puede seguir el curso del río Garona por el Camin Reiau —la antigua calzada romana— o se puede realizar la ruta más conocida del municipio, la de las siete capillas. Estos templos se erigieron, dice la leyenda, para pedir a Dios que librara al pueblo de otra epidemia, la de la peste. La capilla más céntrica, dedicada a San Fabián y San Sebastián, tiene como atracción principal la vieja borda contigua. En la fachada se mantiene una inscripción de 1831 con una oración que tenía por objetivo amedrentar a la población ante el pecado: “Es de fe y Dios lo dice que la maldición del padre y también la de la madre destruye, seca y abrasa de raíz hijos y casa”. El itinerario de las siete capillas finaliza a cuarenta minutos a pie desde el pueblo, cruzando la carretera del puerto fronterizo del Portilhon, en la ermita dedicada a San Antonio. La excursión más recomendable desde San Antonio es remontar la montaña hasta el puerto de Baretja, desde donde se puede contemplar al detalle el Aneto y el macizo de la Maladeta.
Menos franceses
Una diferencia importante de este verano, explica Marqués, es que este año hay un 60% menos de visitantes procedentes de Francia. Bossòst, ubicado a 9 kilómetros de la frontera, es frecuentado por franceses de los departamentos vecinos ávidos de gasolina, alimentos, tabaco y alcohol a un precio más bajo. El alcalde confirma que la recomendación del Gobierno francés a sus compatriotas de no cruzar a Cataluña ha tenido un impacto negativo en la economía local. José Luis Muñoz, escritor y fundador del festival de novela negra Black Mountain Bossòst, opina que la situación podría ser peor, como cuando durante el confinamiento no se permitía a la población salir a la montaña. “Era absurdo porque no nos íbamos a encontrar nadie”, dice Muñoz, “pero la gente se portó bien”. El coronavirus ha aplazado el festival a la segunda semana de septiembre, un buen colofón para cerrar un verano más negro que la ficción.
Siete capillas protectoras
Población: 1.100 habitantes y 366 plazas de alojamiento turístico.
Actividades: Comercio, turismo, agricultura y producción hidroeléctrica.
Lugares para visitar: La iglesia románica de la Madre de Dios de la Purificación; el Camí Reiau, la antigua calzada romana, que recorre el río Garona; el puerto de Baretja, un mirador de alta montaña frente al macizo de la Maladeta; las siete capillas del pueblo.
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