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Crónica parlamentaria
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo viejo y lo nuevo

En la sesión se coló una voluntad, quiero creer que sincera, de asumir los nuevos tiempos y sus urgencias

Manel Lucas Giralt
Pleno en el Parlament de Catalunya para aprobar los Presupuestos de la Generalitat 2020.
Pleno en el Parlament de Catalunya para aprobar los Presupuestos de la Generalitat 2020.PARLAMENT DE CATALUNYA (Europa Press)

Desde que estamos en este lamentable paréntesis (espero), me he impuesto mirar las cosas con optimismo y benevolencia. Y preguntarle a todo el mundo cómo se encuentra (por cierto, ¿cómo se encuentran?). El drama es tan duro que me cuesta entender los ímprobos esfuerzos de algunos por agravarlo con rabietas de enanito gruñón y petulancias de cuñado sabelotodo que ha hecho la mili, cambia la rueda pinchada del coche con una sola mano y, por supuesto, ya vivió una pandemia y él sí que sabe. Será que me hago mayor. O que pienso que, si a estas alturas, los historiadores serios aún discuten si emprender la batalla del Ebro era una estrategia razonable o una imprudente huida hacia adelante, no veo por qué la lucha contra un virus de ciencia ficción tiene que venir con un catálogo nítido de instrucciones de uso.

Todo este preámbulo es para explicar que, en la sesión del Parlament de ayer, puedo adoptar dos líneas. En la primera, explicaría todo lo que tuvo de vieja política, entendiendo “vieja” como la de hace dos meses. Y comentaría que, a pesar de la anormalidad, asistimos a otro amargo lanzamiento de pullas mientras el Govern se defendía sin matices ni flexibilidad, sin apenas concesiones a la autocrítica. Es de vieja política, por ejemplo, la persistencia de la consejera Meritxell Budó insinuando que la Cataluña independiente estaría poco menos que inmunizada al virus, o la obediencia debida del consejero Miquel Buch a ese asesor que le estará recomendando citar al Gobierno español en castellano y escarneciendo teatralmente el acento. También sonaba a práctica de cuando éramos normales el tono de ciertas intervenciones de la oposición a modo de eslóganes —“han pasado del España nos roba al España nos mata”, “la salida de la crisis será socialista, ecologista, feminista o no será”—. Por brillantes que sean, resonaban con un eco extraño en ese hemiciclo con sólo 21 diputados y desinfectante. Y la enésima polémica entre ERC y Junts per Catalunya, esta vez a cuenta del pleno telemático que los primeros rechazaban y los segundos promovían: eso fue también política de antaño.

Hasta ahí una de las opciones para analizar el primer pleno en tiempo de confinamiento. Pero, como les decía, hay otra: entre ataques e ironías, se coló en esta sesión una voluntad, quiero creer que sincera, de asumir los nuevos tiempos y sus urgencias. Una voluntad encabezada por la oferta de Quim Torra de una mesa de (re)construcción, que aceptó Miquel Iceta (PSC) y sería complementaria de otra propuesta de Lorena Roldán (Ciudadanos): los Pactos de la Moncloa a la catalana (¿<CF1001>Els pactes de Sant Jaume</CF>?); pero que también se vio en detalles como el del <CF1001>president</CF> agradeciendo el tono a la líder de la oposición —y teniendo un recuerdo para Carlos Carrizosa, convaleciente de la covid-19—, el consejero Homrani aventurando un giro en política social o el consejero Bargalló anunciando una reunión de partidos para abordar el regreso a las aulas. Ah, y la frase final de Jéssica Albiach (En Comú Podem): “Como me quedan diez segundos, he de reconocer que me alegra verles las caras, y que estén todos bien”.

Esta vez, me quedo con la segunda opción. Será que me hago mayor.</CW>

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