No olviden que TV3 es pública
Creo que las personas que vivimos en Cataluña y no mostramos ningún prejuicio a sus medios de comunicación audiovisuales, no nos merecemos que nos tomen por tontas
Con la rutina impuesta (que me coge de natural rutinario), veo los informativos de TV3. No es la primera vez, y lamentablemente me parece que no será la última, que critique los telediarios (y algunos otros programas) de la cadena pública de Cataluña. Expreso mis críticas desde la solvencia que me otorga ver este canal diariamente. Es decir, que no hablo de oídas, sino de verlo. Hago esta aclaración porque sé de gente que no lo ve habitualmente, incluso que nunca lo ve, y sin embargo se permite criticarlo, esto sí, de oídas. ¿Cuánta gente no ve TV3 porque la considera provinciana, y eso porque se circunscribe sólo a Cataluña? ¿O porque tiene un espacio todos los días de 30 minutos dedicado a sus comarcas? Alguna vez me han preguntado, ¿cómo es que si soy tan crítico con TV3, todavía la sigo viendo? Buena pregunta. La sigo viendo porque, comparada con otras televisiones, sobre todos las privadas, TV3 es infinitamente superior en calidad. La sigo desde su inauguración. La hice mía, y porque la hice mía exijo que los mensajes que difunden también tengan que ver con mi idea de Cataluña y de España, que es más o menos la misma que tiene más de la mitad de la sociedad catalana, aunque esa mayoría no esté representada entre quienes nos gobiernan.
Soy seguidor de muchos de sus corresponsales. Me parecen óptimos periodistas Xesco Reverter en Washington, o Francesc Canals en Pekín, o la corresponsal todo terreno Isabel Galí, entre otros muchos valiosos. En este apartado habría que hacer algunas salvedades ideológicas. No voy a desmerecer sus habilidades profesionales, pero sí las resaltaré por su manera de dar las noticias, el cuidadoso y sutil empeño en que no se note mucho sus posicionamientos políticos, por no decir independentistas sin más. Por ejemplo, hace unos dos años, cubría las noticias del Parlament, entre otros, la periodista Anna Figueras. ¿Cuál fue mi sorpresa cuando no hace mucho la vi acompañando al presidente de la Generalitat, Quim Torra, como si fuera su asistenta de comunicación o algo parecido. Teniendo en cuenta el sello imprimido a sus crónicas parlamentarias, no me extrañó su actual situación laboral. Les puedo asegurar que la lista sería larga.
Martes 14; son las seis de la tarde. Hace exactamente cuatro horas terminé de ver el Telenotícies de las dos y media. Es Ariadna Oltra quien da las noticias. Conecta con un corresponsal en la calle, situado frente al Palau de la Generalitat. Lo primero que informa este señor es que la gente en Cataluña “no ha hecho caso” a la desescalada de la confinación decretada por el gobierno de Pedro Sánchez, como si el ejecutivo central obligara a la gente (a los catalanes, solo le faltó decir) a ir a trabajar. Terminada esta indisimulada tergiversación, la conductora del programa conecta con el corresponsal en Madrid. Todavía no sé por qué, pero comenta con él una información proveniente del FMI sobre las inminentes caídas en picado de los PIB de varios países europeos como consecuencia de la pandemia. Y acota, con más ganas que lo que pregunta sea inevitablemente cierto, “España no sale muy bien parada, ¿no?” Efectivamente, España no sale muy bien parada porque su PIB caerá un 9% respecto al anterior calculado. Solo faltó que saltaran de alegría. Luego le sigue un comentario informativo a un artículo que escribió Oriol Junqueras, resaltando que lo único que demuestra esta pandemia es que Cataluña tiene que regir su propio destino y que España la perjudica. Estas manipulaciones son constantes en TV3.
Y es una desgracia, que siendo una televisión técnicamente impecable, con unos profesionales de gran valía, incluso aquellos que no pueden disimular su corazoncito independentista, como es el caso de Toni Cruanyes o Xavier Graset o Carles Costa, tengamos que reprocharles estas fragrantes faltas de respecto a su audiencia. No voy a insistir en los adjetivos que utilizan, algunos bastantes groseros, como por ejemplo cuando el gobierno español da una rueda de prensa y se dice que “presumen”, cuando están dando una buena noticia. O cuando comunica algo Pedro Sánchez, y se dice que “saca pecho”. Como si Quim Torra no lo hiciera cuando instruye al gobierno central de cómo se debe combatir el coronavirus. O como si su consejero de Interior no metiera la pata cuando escenifica un supuesto agravio histórico.
Creo que los que vivimos en Cataluña y no mostramos ningún prejuicio a sus medios de comunicación, no nos merecemos que nos tomen por tontos. Sería mejor que antes de pretender ser como Dinamarca (que por cierto, es una monarquía parlamentaria), pretendamos antes ser mejor gobernantes (y gobernados, que también) simplemente siendo quienes somos.
J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.
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