Fallece Arnau Puig, último representante del mítico Dau al Set
El filósofo y crítico de arte muere a los 94 años a causa de una larga enfermedad
El filósofo, sociólogo y crítico de arte Arnau Puig i Grau (Barcelona, 1926) ha fallecido este domingo en su ciudad natal a los 94 años a causa de una larga enfermedad, según ha informado a primera hora de la tarde Comanegra, la editorial que ha publicado sus últimos libros, y confirmó la consejera de Cultura de la Generalitat, Mariàngela Vilallonga, en su cuenta de Twitter, que lamentó no poder despedirlo, en referencia a la restricción de velatorios por el coronavirus. Puig era el último representante vivo del mítico Dau al Set, un grupo artístico de la vanguardia artística, de corta, pero intensa vida (1948-1956), que propugnaba un “espíritu radical” y fue “un faro en medio del desierto cultural del franquismo”, según Puig. Formado por creadores como el poeta Joan Brossa (que creó el nombre del grupo y la revista) y los pintores Joan Ponç (director de la revista), Antoni Tàpies, Modest Cuixart, Joan-Josep Tharrats (editor e impresor de la misma), Puig fue el único que no se dedicó a la práctica del arte. “Éramos tres pintores, un poeta y yo, que intentaba dar sentido a sus inquietudes plásticas”, dijo Puig en 1998, medio siglo después de la aparición de la revista Dau al Set, que dio origen al grupo.
Autodidacta de formación, Puig, que comenzó como escribiente en los laboratorios Danone, era un hombre con una gran cultura que estudio filosofía en la Universidad de Barcelona y luego, entre 1954 y 1961, se especializó en sociología del arte y la cultura en la Sorbona de París. Fue entonces cuando quedó atrapado en las garras del existencialismo de Jean-Paul Sartre y profundizó en el dadaísmo y el surrealismo, siempre desde un punto de vista teórico y crítico que le llevarían a gozar de la amistad de Joan Miró, Paul Klee y Max Ernst. “Éramos unos surrealistas libres. Nos interesaba el surrealismo en la medida en que reconocía una vía nueva, una vía libre, pero no una vía reivindicativa de aquello que no ha podido ser”, le gustaba decir.
Inquieto e intelectualmente activo hasta el final, Puig no ha dejado de investigar y difundir el arte, aportando experiencia y autoridad, siempre con la mejor de sus sonrisas que hablada de su bondad como persona. Una amabilidad que unida a su buena conversación y buen humor hacían de su compañía un auténtico lujo. Gran experto y crítico de la vanguardia artística catalana, vivida en primera persona, durante su larga trayectoria publicó numerosos libros dedicados a sus amigos artistas. El último, Brossa, escamotejador i burleta. Records d’una amistat estel·lar (Comanegra, 2019), mezcla de conocimiento y experiencia personal.
En enero de 2019 comisarió una de sus últimas exposiciones, Tàpies hoy, en la Galeria Mayoral de Barcelona, en la que reivindicó la vigencia en el siglo XXI de su compañero y amigo y denunció su ausencia del mundo académico y los discursos museísticos actuales. Durante la presentación, el mismo día en el que cumplía 93 años, dio una auténtica clase magistral de cerca de una hora, casi toda improvisada, con la que dejó a todos embobados con su lucidez y clarividencia cargadas de pasión en las que citaba lo mismo a Plinio el Viejo, que a Ausias March, Platón, Jorge Manrique, Ramon Llull y Goya, e incluso aseguró, ante la sorpresa de todos, que Tàpies era un autor de vanitas, bodegones y naturalezas muertas.
Su labor didáctica hizo que fuera continua su presencia en los medios de comunicación, de forma habitual como en las páginas de El Punt-Avui o puntuales, como en la revista digital Mirador de les Arts donde el pasado día 6 publicó su artículo ¿Las formas son cuerpos o son sólo perímetros? dedicado a los escultores Rodin o Maillol, que ha sido unos de sus últimos trabajos periodísticos.
Profesor en diferentes instituciones académicas y centros docentes, fue director del Instituto de Historia y Arqueología del CSIC en Roma. Entre el gran número de galardones que recibió: la Creu de Sant Jordi en 1992, la Medalla del Ayuntamiento al mérito cultural en 2004, el Premio Nacional de Cultura de la Generalitat en 2012 y la Legión de Honor del gobierno francés en 2017.
Cuando se le preguntaba por qué se había dedicado al arte, le gustaba contestar: “Porque me ayuda a compartimentar mi pensamiento filosófico desbordado. El arte me obliga a centrarme, es como un catalizador, como un excipiente”. En su blog personal escribió su concepción filosófica de lo que tenía que ser la cultura: “La cultura es un valor, aceptado o rehusado, marginal a las fluctuaciones de mercado, no es residuo de ningún tipo de especulación. No tiene precio, es”.
El fallecimiento de Puig se produce meses después del de su mujer, la coreógrafa Consol Villaubí, y tras permanecer un mes en un hospital. Allí ha materializado el último de sus deseos: donar a la UPC, donde fue catedrático de Estética, entre 1968 y 1993, todos sus libros, documentos y obras de arte contemporáneo, pinturas y grabados, además de una pequeña colección de arqueología, a una institución pública que los mantenga unidos. Este asunto le había obsesionado en los últimos meses después de que varios museos rechazaran todo su legado material y Cultura de la Generalitat se comprometiera a digitalizarlo todo, pero solo a quedarse con el 10% del total, lo único que la administración consideraba de valor. Todo será consultable a partir de ahora en la Biblioteca Oriol Bohigas de la ETSAB.
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