Carta abierta a las personas de izquierda
Asistimos perplejas a declaraciones que en lugar profundizar en en la violencia que sufrimos las mujeres en los espacios de nuestra vida pública y privada, demandan formar parte activa de la reestructuración de Sumar
Como mujeres que hemos formado parte activa de la constitución del ámbito de Sumar, queremos mostrar nuestra consternación por el caso de violencia machista atribuida a Íñigo Errejón, que ha mostrado la desprotección y la inseguridad en la que vivimos las mujeres incluso en los espacios políticos que se proclaman feministas. La primera respuesta ante este escándalo debería ser abrir un debate urgente sobre cómo dotar a las mujeres de las herramientas necesarias para hacer frente a las violencias machistas en el terreno político, de forma que casos como este no puedan volver a repetirse.
Por eso, asistimos perplejas a algunas declaraciones que, lejos de hacerse cargo en su profundidad de la violencia que sufrimos las mujeres en todos los espacios de nuestra vida pública y privada —de la necesidad de indagar en sus raíces y ramificaciones, y, sobre todo, de la urgencia de poner el foco en la inmediata atención y protección de nuestras víctimas, garantizándoles verdad, justicia y reparación―, focalizan el discurso pro domo sua, destacando, por ejemplo, el “despropósito” de la promoción de Errejón como portavoz; la “ocasión” que supone la crisis para reorganizar el espacio y sustituir a las personas referentes, o demandando formar parte activa del inminente proceso de reestructuración de Sumar en lo que parece un siniestro reparto de los despojos.
Creemos que de esta manera se profundiza en la invisibilización de la violencia contra las mujeres; se nos abandona nuevamente al sortear el drama humano que el caso de Errejón evidencia, postergándonos a la categoría de “daño colateral” de lo que se revela como el “tema” prioritario, que no es otro que la lucha interna por el poder.
La misoginia que rezuman los mensajes de militantes y cargos políticos de izquierda en medios y redes sociales es justamente la base cultural que explica, sustenta y perpetúa los comportamientos misóginos destapados en estos días, conductas absolutamente inaceptables, más aún en fuerzas de izquierdas que luchan por la igualdad y que ponen el cuidado en el centro de la política.
Nos referimos también a publicaciones en redes de militantes de “fuerzas hermanas” que han visto el caso como una victoria sobre el adversario; que manifiestan alegría por verlo fuera de juego, linchamiento público mediante. Hablamos de quienes se han pronunciado públicamente, también en este diario, tratando el caso de Errejón como una oportunidad para denunciar la verticalidad, falta de transparencia o democracia interna de Sumar, incluso pidiendo la cabeza de Yolanda Díaz, quien hace ya meses que dejó sus cargos orgánicos dentro del partido.
El olvido sistemático de las mujeres no se puede justificar ni atenuar bajo ningún concepto; un caso de violencia, que aún no ha mostrado toda su profundidad y gravedad, no puede ni debe ser la excusa o el “detalle” para desarrollar el “tema sustancial”, que no es otro que el de las guerras internas entre los partidos que constituyen Sumar.
Que ni siquiera en el momento en el que la violencia contra las mujeres muestra su cara más siniestra estas personas que se dicen de izquierda sean capaces de sostener la mirada, guardar un respetuoso silencio y defender con fuerza y convicción a nuestras víctimas nos muestra cuán alejadas están estas personas de la realidad y de la gente a la que representan. Sin embargo, no podremos transformar mínimamente la realidad si no somos un ejemplo del mundo al que aspiramos: justo, igualitario, feminista, colaborativo y fraterno, necesariamente plural, y, por tanto, tolerante, en lugar de violento, machista, competitivo y sectario.
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