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La vida en el alambre del octogenario que enamoró y arruinó a la viuda rica

El Supremo condena a José María Carrasco, expresidente del Real Jaén y narcotraficante, por esquilmar el patrimonio de Felisa Bueno, con quien mantuvo una relación sentimental tardía

Felisa hace 25 años, en una foto cedida por la familia.
Felisa hace 25 años, en una foto cedida por la familia.
Ginés Donaire

José María Carrasco cumplirá 90 años dentro de nueve días. Negociante, contrabandista de hachís y cocaína, y presidente del Real Jaén F.C. en los años setenta, ha elegido una lujosa residencia de El Puerto de Santa María (Cádiz) como retiro tras una vida caminando sobre el alambre. Junto a la playa de Valdelagrana, Pepe, como lo conocen todos, se muestra ajeno al último y rocambolesco episodio de su historial delictivo: el Tribunal Supremo lo ha condenado a seis años de prisión por administración desleal continuada y blanqueo por haber esquilmado las cuentas corrientes y el patrimonio de Felisa Bueno, una prima suya de Jaén, seis años más joven, viuda como él y, además, rica, con la que mantuvo una relación sentimental durante casi una década.

“Por la gloria de mis padres, es falso que yo me haya llevado ningún dinero de Felisa”, asegura por teléfono Pepe, muy sorprendido por la condena, de la que dice haberse enterado por este periódico. El Supremo le reclama también que indemnice con 1,2 millones de euros a los herederos de su prima, aunque estos elevan el quebranto a casi dos millones de euros y lo culpan de haberles arruinado también a ellos.

Pepe se expresa con fluidez pese a ser casi nonagenario: “Felisa ha sido el amor de mi vida, desde que éramos jóvenes; yo solo quise ayudarla y quitarle todas las trampas que le estaban dejando sus hijos”. No obstante, su declaración sentimental choca frontalmente con las tesis del Supremo, que entiende que el hombre “abusó de la situación de vulnerabilidad” de Felisa y empezó a dilapidar su patrimonio el 21 de enero de 2019, cuando la mujer apenas llevaba 48 horas ingresada en la UCI por un infarto.

Aquel fallo cardiaco, que vino seguido de una insuficiencia renal, mantuvo a Felisa en el Hospital Médico Quirúrgico de Jaén hasta finales de marzo de ese año, buena parte de ese tiempo en coma. “Empezamos a sospechar cuando estábamos en el hospital; él estaba muy nervioso y decía que tenía que irse a hacer cosas a la calle, pero días después nos dimos cuenta de que estaba vaciando las cuentas bancarias de mi madre y haciendo negocios extraños”, recuerda Manuel Alcalá, el mayor de los tres hijos de Felisa. “Es una persona fría y calculadora, que siempre mostraba dos caras bien distintas, primero te halagaba y te convencía y por detrás te machacaba. Ha vivido siempre del engaño”.

En mayo de 2011, al poco de iniciar una relación afectiva con su prima, Pepe, que cobraba una pensión no contributiva de 400 euros, se hizo con un poder notarial de representación de Felisa, del que no tenía conocimiento nadie hasta que empezó a utilizarlo a todo tren en cuanto la mujer enfermó y se encontraba inconsciente y en peligro de muerte. Los jueces creen que “se enriqueció ilícitamente” al apropiarse del usufructo del alquiler de una cantera que la familia tenía en Martos (Jaén), de un vehículo de alta gama y de dos pagarés por valor de 1,2 millones procedentes de la venta de una almazara de aceite.

Los hijos de la víctima pusieron una querella en febrero de 2019, cuando la madre estaba todavía en coma. La investigación policial reveló que el anciano había transferido buena parte de los fondos a su hija y a otros cuatro conocidos prestamistas que actuaron como testaferros. Aunque dos de ellos fueron condenados en primera instancia por la Audiencia Provincial de Jaén a penas de dos y tres años de cárcel por blanqueo de capitales, todos fueron absueltos después por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA).

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José María Carrasco, en una foto cedida por la familia.
José María Carrasco, en una foto cedida por la familia.

El agujero que el anciano perpetró en el patrimonio de la que fue su compañera sentimental —con quien los testigos del juicio aseguran que intentó “dos o tres veces” casarse, aunque ella rechazó la idea, de hecho él no llegó ni a tener llaves de su piso— no acabó con la muerte de Felisa, en abril del pasado año, a los 83 años.

Sus hijos son ahora los damnificados de las tropelías financieras que Pepe realizó abusando del poder notarial que le había otorgado Felisa. Hacienda tiene embargadas varias cuentas y propiedades de la anciana de las que ahora han de responder sus descendientes. Felisa “murió con ese dolor”, dice uno de sus hijos, el dolor de sentirse traicionada.

“Nosotros hemos tenido que renunciar a la herencia de mi madre, porque tiene un saldo negativo de más de 800.000 euros, pero además tenemos que hacer frente cada mes al pago de las hipotecas pendientes y a las retenciones que nos exige Hacienda por la venta de la finca y la fábrica de aceite”, explica Manuel Alcalá. Los hijos de Felisa aseguran que han tenido que recurrir a tratamiento psicológico por la asfixia económica que sufren. “El patrimonio de la familia se lo cargó de la noche a la mañana y a nosotros nos ha dejado colgados con multitud de deudas, hemos tenido que empezar de cero nuestras vidas”, señala el hijo mayor.

Ahora los esfuerzos de los abogados de los herederos de Felisa se centran en poder reintegrar buena parte del patrimonio esquilmado. El bufete del abogado Salvador Martín, que representa a la familia, indica que, de momento, apenas se han recuperado 204.000 euros en metálico, y admite que no será fácil hacerse con el resto.

A todo esto, Pepe se mantiene en sus trece. Es inocente de toda culpa. Viudo también, padre de dos hijos con madres diferentes, lo niega todo. “Yo no tengo ningún dinero del que están hablando, vivo de mi pensión y de lo que me dejaron en herencia mis padres. Mis hijos tampoco tienen nada que ver, viven de su trabajo”. Pero los hijos de Felisa no se creen esta supuesta situación de insolvencia. “¿Por qué entonces está alojado en una residencia de lujo que le cuesta 3.000 euros al mes?, ¿por qué se le ve a menudo por los mejores restaurantes de la zona o por qué sus hijos [que no han atendido las llamadas de este periódico] se pasean con coches de alta gama?”, se pregunta Manuel Alcalá.

La querella de los hijos de Felisa llevó a Pepe a prisión provisional en abril de 2019 y, en julio del año siguiente, fue condenado en primera instancia por la Audiencia Provincial de Jaén a nueve años de prisión. Salió dos años después absuelto por el TSJA, que entendió que no podía aplicarse el abuso de la vulnerabilidad de la víctima, “ya que estar en la UCI no la convertía en una persona con discapacidad permanente, sino que se trataba de una situación temporal que, como es el caso, fue reversible”. Esa tesis la ha tumbado ahora el Supremo, al estimar parcialmente el recurso de casación interpuesto por los herederos de Felisa. La cuestión a dilucidar ahora es si Pepe ingresará en la cárcel con casi 90 años.

Pepe y Felisa, en el año 2018 en un evento familiar en Almería, en una imagen cedida por la familia.
Pepe y Felisa, en el año 2018 en un evento familiar en Almería, en una imagen cedida por la familia.

Pero los problemas de Pepe con la justicia no son nuevos. El anciano acumula varias condenas firmes, la mayoría por tráfico de drogas. En 1999, fue detenido en Cádiz al transportar un cargamento de hachís. Poco tiempo después de salir de prisión, lo volvieron a detener por su implicación con un alijo de 16 kilos de cocaína, lo que lo llevó otros tres años a la cárcel, donde alegó problemas de salud y una edad avanzada para salir. Aun así, constan dos estancias posteriores entre rejas, de donde salió por última vez en febrero de 2011. Poco después fue cuando empezó el romance con Felisa.

José María Carrasco es un personaje conocido en la provincia jiennense. En la década de los setenta llegó a presidir el Real Jaén, un club al que subió “de Tercera a Segunda División”, recuerda el anciano desde su retiro en El Puerto de Santa María. Pero quienes lo conocieron también apuntan a que ya entonces tenía fama de una gran habilidad para comprar voluntades de árbitros y equipos rivales. La misma habilidad que, según recoge el Supremo, lo llevó a embaucar a su prima, viuda y rica.

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