Tráfico ultima un plan para reducir los accidentes de furgonetas tras duplicarse los muertos
El año pasado murieron 79 personas en estos vehículos, frente a los 40 del anterior


Medianoche en la autovía de circunvalación M-40, en Madrid. Tres furgonetas de gran tamaño circulan a gran velocidad por el carril izquierdo sin apenas distancia de seguridad entre ellas. En cuestión de segundos rebasan a todos los vehículos y casi se les pierde la estela. Tan solo reducen la marcha cuando pasan por un radar fijo situado frente a Mercamadrid. Esta imagen se repite día tras día en cientos de carreteras españolas, es el reflejo del bum de las compras por Internet. Las furgonetas se han convertido en uno de los objetivos de la Dirección General de Tráfico (DGT), que ultima un plan de seguridad para reducir la siniestralidad de este tipo de vehículos. En 2024 y solo en las carreteras murieron 79 conductores o pasajeros de furgonetas, lo que supuso casi el doble del año anterior (40). La patronal del sector asegura que la siniestralidad no es tan alta y que en su área se da bastante intrusismo de transportistas ilegales.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ya anunció el 10 de enero, durante la presentación del balance de víctimas mortales de 2024 en las carreteras, que la DGT iba a realizar un estudio detallado para analizar las causas del incremento en la siniestralidad de las furgonetas y que, además, se harían campañas de vigilancia durante todo el año. El director del Observatorio Nacional de Seguridad Vial, Álvaro Gómez Méndez, reconoce que se trata de “un vehículo complejo” de abordar, dado que lo utilizan tanto profesionales como particulares. “Las furgonetas pueden ir a una velocidad o a otra según el uso que se haga de ellas”, dijo. Un dato que sí ha llamado la atención a la DGT es que, en 2023, de los 34 fallecidos a los que se les hizo la prueba de alcoholemia, nueve dieron positivo.
Fuentes de la Guardia Civil reconocen que, cuando hacen controles de velocidad, a los conductores de furgonetas siempre se les detecta en el límite máximo de la sanción mínima (100 euros, que se convierten en 50 si se paga en periodo voluntario y sin pérdida de puntos). Si en autopistas y autovías el límite es de 120 kilómetros por hora, se les caza a 150 kilómetros o algo menos. Si fueran a 151 o más, la sanción llegaría a 300 euros ―150, en el pago voluntario― y la detracción de dos puntos. “Saben que con esas velocidades no les va a suponer un gran desembolso, por lo que se arriesgan y ganan así más tiempo, sin darse cuenta del grave peligro que supone”, afirma un agente de la Agrupación de Tráfico con una amplia experiencia.
Un conductor que reparte por Madrid y los municipios de los alrededores, que prefiere no dar su nombre por temor a perder su empleo, reconoce que las empresas les marcan horarios muy ajustados y que tienen que cumplir con los compromisos de entrega. Y todo ello resulta cada vez más complicado por los grandes atascos que se producen en las grandes ciudades o en las largas rutas que llevan horas en recorrerse. “O te vas jugando la multa o sabes que no vas a llegar a tiempo. Eso supone un estrés enorme y que siempre te veas presionado por los jefes”, reconoce este profesional, con varios años de profesión en el sector. “A veces, cuando el cliente no está, nos hacen volver hasta dos y tres veces cuando ya hemos terminado nuestra ruta, con lo que también nos pasamos de nuestro horario. Nos ponen la excusa de dejar la furgoneta vacía y regresar al almacén sin ningún bulto, pero no se dan cuenta de que son horas de más que no nos pagan y que muchas veces nos obligan a hacer bastantes kilómetros”, añade. Todo ello se agrava cuando llegan determinadas fechas como el Black Friday o las Navidades, cuando los envíos se incrementan de manera exponencial.
La imagen también es frecuente en los municipios, cuando se ven las furgonetas subidas a las aceras o en segunda fila con los indicadores encendidos, y los repartidores cargados con voluminosas cajas o carritos llenos de envíos. Y ello para desesperación de muchos conductores que tienen que asistir pacientes a las entregas si se trata de calles con un solo carril o en zonas atestadas de tráfico. Por la carretera, es habitual verlas de noche a gran velocidad en las autopistas y autovías que enlazan los grandes centros de logística con las provincias limítrofes. A veces van en convoyes de tres o cuatro vehículos. Todas se caracterizan por ser de gran tamaño y por ir muy cargadas.
Francisco Aranda Manzano, presidente de Uno, la organización empresarial de logística y transporte de España, con 390 asociadas y una representatividad del 75% del sector, se muestra sorprendido por los datos de siniestralidad: “Con la pandemia, hubo un incremento del comercio electrónico y también subieron los accidentes. Desde entonces hemos puesto estrategias para reducirlos y están dando resultados”. Según los datos de Uno, en 2019 se realizaron 538 millones de envíos y en 2024 se alcanzaron los 1.303 millones, lo que supone un 142% más. “Lo que sí hemos detectado es que, en algunas zonas y determinadas épocas, hay conductores piratas, no profesionales, dentro del sector de la paquetería, las mudanzas y el sector de electrodomésticos. Además de que suponen una competencia desleal, también influyen en la seguridad”, destaca Aranda.
El presidente de Uno destaca que cada vez se está aplicando más tecnología en el sector, lo que permite hacer “una gestión inteligente de las rutas”, de forma que se evitan los atascos, las zonas peligrosas y se reduce o elimina el estrés de los conductores, además de que se reduce el número de kilómetros innecesarios. También ayudan los sistemas de ayuda a la conducción ―conocidos como ADA― con los que van provistas las modernas furgonetas, que permiten monitorizar la velocidad, estar controlados en todo momento por GPS o el frenazo automático, entre otros. “Somos un nuevo jugador en la ciudad y algunos ayuntamientos no nos lo ponen fácil. Ocurrió en Barcelona con Ada Colau, que eliminó muchas zonas de carga y descarga con los consiguientes problemas para los repartidores”, se queja Aranda.
La organización empresarial trabaja con la DGT para intentar que desaparezcan los piratas y reducir la inseguridad. “Las furgonetas son mucho más accesibles que los camiones y basta con alquilarlas para empezar a trabajar, lo que puede generar inseguridad en el sector del reparto de mercancías”, reconoce el presidente de Uno. Esta organización ha puesto en marcha una escuela de repartidores, un curso de formación de 60 horas para los futuros conductores. Además de una parte teórica, cuenta con un simulador para que el profesional se enfrente a situaciones como las que se dan en la calle. “También ha habido un cambio en los consumidores. Hemos logrado que el cliente no quiera que le entreguemos su compra con tanta velocidad y que podamos agrupar envíos. Se está dando un proceso de racionalización de la compra por internet. Si alguien compra un libro, no es necesario que lo reciba hoy si no lo va a leer hasta el fin de semana”, detalla.
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