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Del fuego al agua y el fango: la solidaridad de la sierra de la Culebra con Valencia

Habitantes de la zona de Zamora devastada por dos incendios en 2022, entre ellos ocho bomberos voluntarios, se vuelcan con las víctimas de la dana

El equipo de bomberos voluntarios de Castilla y Leon trabaja en un garaje inundado de Algemesí, el pasado día 15.
El equipo de bomberos voluntarios de Castilla y Leon trabaja en un garaje inundado de Algemesí, el pasado día 15.Massimiliano Minocri
Juan Navarro

Pañales para niños y ancianos, leche, embutido, agua mineral, empanadas, huevos, palas, cepillos, rastrillos, rascadoras, cubos, ropa, carretillas, pasta, arroz, bollería, café, peluches, mangueras, juguetes, libros de Kika Superbruja, botas de agua, calzado adulto e infantil, una bicicleta, un Trivial, un Monopoly, medicamentos, lejía, mascarillas, trajes EPI, guantes, comida para gatos y perros, mantas y mucho cariño y empatía ante una catástrofe de origen natural y gestión cuestionable. La furgoneta rebosa en Villardeciervos (Zamora, 388 habitantes) en la noche del martes 12 de noviembre. Vecinos de la sierra zamorana de la Culebra y de sus núcleos desperdigados se han volcado para ayudar con material y brazos a las comarcas valencianas afectadas por la dana del 29 de octubre: cientos de kilos de comida, material de limpieza, utensilios y productos de todo tipo viajarán a la zona cero junto a ocho bomberos voluntarios, más uno venido de Astorga (León), con experiencia emocional y laboral en la devastación.

La comitiva se moviliza desde el pueblo donde se encuentra la base de bomberos forestales que más sufrió los incendios del verano de 2022, cuando sendos fuegos en el lapso de un mes arrasaron más de 60.000 hectáreas, el 6% de la provincia de Zamora. Murieron cuatro personas, una de ellas Daniel Gullón, compañero de los bomberos que ahora viajan a Valencia, un manguerista que quedó atrapado por las llamas y dejó un indeleble recuerdo en la comarca. La catástrofe de la dana en Valencia, con una magnitud muy superior —más de 200 víctimas mortales y la destrucción de decenas de municipios con miles de habitantes—, no se asemeja a la zamorana por su volumen sino por ciertas coincidencias que ayudan a comprender los sentimientos: desgracia de origen incontrolable, en forma de fuego entonces y de agua ahora, pero en un contexto de prevención y reacción discutible por parte de las autoridades competentes. Las similitudes y el activismo de los lugareños y de empresas o asociaciones locales como la Culebra no se Calla han permitido avivar la solidaridad y llevar a Levante el altruismo mostrado hace dos años en esos parajes quemados.

Un bombero de Castilla y León extrae la manguera de un garaje de Algemesí con el que achican agua.
Un bombero de Castilla y León extrae la manguera de un garaje de Algemesí con el que achican agua. Massimiliano Minocri

Como ejemplo, las raederas, una especie de pala rascadora para levantar fango incrustado. El zamorano Iván Castedo regenta una forja en la pedanía de Codesal y pasó la noche previa, la del lunes 11 de noviembre, preparando 150 de estas herramientas, cedidas gratuitamente a quien le venga bien usarlas en Valencia, a más de 700 kilómetros. Tampoco quiso ver ni una moneda cuando, tras los incendios, preparó una escultura de reconocimiento a Gullón.

Los recursos provienen de la buena fe de todos: La Culebra no se Calla ha aportado donaciones por valor de 1.000 euros y una bomba de mano; el Ayuntamiento de Manzanal de Arriba, del que dependen Codesal y otros núcleos, cubre el gasto del vehículo; el de Benegiles sufraga el alojamiento, donde los bomberos se apiñan para ahorrar costes; la farmacia de Mombuey ha suministrado material sanitario o de protección. Las camisetas de la cuadrilla reflejan otro contribuyente: García Crespo Materiales de Construcción aporta herramientas y ropa de faena. Los bomberos enseñan al patrocinador como los futbolistas cuando exhiben los productos de las marcas que les pagan millonadas por vestirlos.

La brigada solidaria llega a Algemesí (Valencia), que con sus 28.000 habitantes sería, si estuviese en Zamora, la segunda localidad más poblada de la provincia. Allí, sin dormir tras el viaje nocturno, topan con el primer imprevisto: el caos de gestionar a quienes vienen a reducir el caos. Un vecino que, improvisadamente, se convierte en guía de los voluntarios los remite a una calle donde el agua aún anega los garajes. En el exterior, también destrucción: un Mercedes deportivo permanece empantanado y con los asientos tapizados en barro. El equipo suda para cargar cubos, empujar fango, despejar la acera y aportar donde haga falta. Su buen talante les plantea situaciones inesperadas cuando una mujer, desorientada les pide “tres euros para Diazepam”. Uno de los voluntarios tiene que parar su tarea, tranquilizarla, cogerle el teléfono móvil y llamar a la madre de la mujer. También interrumpen la hora de comer para ayudar a una vecina a subir las bolsas de la compra a su casa, mientras la señora les explica que le cuesta cargar peso desde que en ese mismo tramo de peldaños hace unos años se cayó y se rompió ocho costillas, mal negocio para estos días de desastre.

El equipo de bomberos voluntarios charla con vecinos de Algemesí.
El equipo de bomberos voluntarios charla con vecinos de Algemesí. Massimiliano Minocri

El grupo actúa en varias localidades, tanto por contribuir como por conocer la debacle sobre el terreno. Lo peor lo ven en Paiporta (27.000 habitantes) y Catarroja (30.000). Entre ambas y Algemesí superan el 50% del censo de la provincia de Zamora, de donde ellos provienen. Algún bombero suspira durante sus viajes entre enormes polígonos: qué bien le vendría a Zamora alguno como esos. Ahora ellos se sienten olvidados porque nada cambió especialmente tras los incendios de 2022. Confían en que no ocurra lo mismo en Valencia.

En Paiporta, pese a las dos semanas transcurridas tras el diluvio, los cementerios de coches, vertederos en cada esquina y tenderetes recopilando donaciones emocionan a estos bomberos. Una mujer se acerca a uno de los coches y pide tímidamente comida para sus nietos: “Sus padres lo han perdido todo”, dice. En Catarroja, los visitantes zamoranos se desplazan a un barrio humilde para entregar el grueso de la ayuda, al percibir el estrato social del entorno: personas en riesgo de exclusión social, ancianos, migrantes, menores… Mientras una cadena humana descarga la furgoneta, dos señoras mayores se abrazan, sollozando. “¡Estamos vivas, que es lo importante!”, trata de consolarse una a la otra, cuando esta le cuenta que otra amiga murió ahogada. “Te quiero, te quiero”, murmuran entre lamentos.

Los peluches dejan mejores sensaciones. Una mujer que vende lotería se anima a hacerse con un enorme y sonriente mono de felpa, mientras decenas de botas embarradas tiñen de marrón lo que un día fue una alfombra rosa de princesas Disney. Una chica con chándal gris sonríe, ilusionada, al hacerse con un león y un lobo de peluche venidos de Zamora, donde apenas quedan niños para jugar con ellos.

Un bombero de  Castilla y León cena durante una pausa durante el trabajo de achique de agua en Algemesí.
Un bombero de Castilla y León cena durante una pausa durante el trabajo de achique de agua en Algemesí. Massimiliano Minocri

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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