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La dimisión de Errejón: una bomba en la izquierda feminista cuyos efectos van más allá de Sumar

Un diputado del grupo da por “seguro” el coste para toda la izquierda y el Gobierno. El analista Pablo Simón afirma: “Es combustible para las guerras culturales de la derecha”

Íñigo Errejón, fotografiado en enero en el Congreso.Foto: Álvaro García | Vídeo: EPV
Ángel Munárriz

Cualquier forma de caer de Íñigo Errejón hubiera supuesto un trauma para Sumar. Considerado casi unánimemente una cabeza política con dotes estratégicas y un orador hábil ―adaptado tanto al registro mediático como al parlamentario―, no hubiera sido fácil suplirlo al margen del porqué de su marcha. Pero es que, además, de todas las formas de caer, lo ha hecho de una de las más aparatosas y dañinas para los suyos: con una dimisión tras una denuncia de una mujer, anónima pero pública, de posibles tratos vejatorios, entre ellos de índole sexual.

Voces consultadas por EL PAÍS, tanto del espacio de Sumar como del ámbito de la investigación politológica, coinciden en que las circunstancias de su salida pueden tener un efecto multiplicador del impacto político, sobre todo si el caso va a más, dado que afecta a banderas propias como el feminismo, el rechazo a la violencia de cualquier tipo contra la mujer, el derecho a su indemnidad sexual, la reivindicación de masculinidades alejadas de los patrones dominantes.

¿Preocupa que lo ocurrido tenga coste político para Sumar? La respuesta oficial del partido es que lo que tendría impacto es “no haber hecho nada ante esta situación”, cosa que no ha ocurrido, señala un portavoz de Sumar, que se remite a un comunicado en el que la formación ha intentado transmitir seriedad y urgencia en su reacción desvelando que ya había iniciado una investigación, celebrado una reunión de la dirección y aceptado de manera “unánime” la renuncia de Errejón, al que no dedicaron ni una despedida.

Bajo condición de anonimato, un diputado del grupo tiene claro que el caso será “seguro” un problema para Sumar y las fuerzas que lo integran. Es más, advierte de que la irradiación no se limitará a Sumar: “Esto va más allá de Sumar. Esto supone un deterioro para el conjunto del espacio de la izquierda, incluido el Gobierno. La sociedad no va a discriminar en este tema”. El diputado no cree que Podemos –partido que desde fuera de Sumar se reivindica también como fuerza feminista– vaya a quedar fuera del previsible clima de sospecha por no haberse actuado antes: “Aquello de lo que se le acusa a Íñigo pudo hacerlo cuando estaba en la dirección de Podemos”.

También sin dar su nombre, un antiguo dirigente autonómico de Más País es rotundo: “Creo que es una señal de final de un ciclo político, el de los últimos 10 años”.

El analista político Pablo Simón se acerca a la crisis abierta por la dimisión como un tedax a un explosivo, muy despacio y con guantes, sabedor de que toda prudencia es poca. Preguntado sobre el coste político que el episodio puede implicar, se inclina por un pronóstico sombrío para Sumar y en general para el espacio progresista. “Primero, hay que tener en cuenta el contexto. Sumar está en plena reconfiguración. Y de repente cae esta bomba, que afecta de lleno a uno de los pocos resortes que le quedaban a Yolanda Díaz. Errejón ya ni siquiera estaba ahí como Más Madrid, sino que era Sumar-Sumar. Es previsible que desde todas las corrientes que hay dentro del grupo se eleven ahora voces que se hagan preguntas. ¿Esto se sabía? Si se sabía, ¿por qué se le puso ahí [como diputado y portavoz del grupo parlamentario]?, ¿cómo pudo cometerse esta imprudencia?, ¿por qué no se actuó antes?”.

El profesor de la Universidad Carlos III de Madrid cree que el problema, que será más grave si se convierte en un serial de continuas novedades y acusaciones, afecta al Ejecutivo en su conjunto, incluido el PSOE. “El Gobierno está casi en parálisis política y con dificultades muy serias para hablar de sus logros, porque todo lo que la oposición le saca es Begoña [Gómez] o [José Luis] Ábalos. Y justo ahí salta esto. Aunque no afecte directamente al PSOE, será fácil para la oposición meterlo en el mismo saco de denuncia sobre la corrupción y la degeneración que suele utilizar para el caso Koldo”, afirma el autor de Entender la política. Una guía para novatos, para quien lo ocurrido es “el combustible perfecto para las guerras culturales de la derecha”, que ahora podrán dedicarse a acusar a la izquierda de “hipocresía y doble moral” sobre un asunto, la igualdad, en el que el PP y Vox suelen tener dificultades para moverse.

Los primeros movimientos del PP parecen dar la razón a Simón. La vicesecretaria de Movilización y Reto Digital del PP, Noelia Núñez, en un vídeo publicado por el PP, afirmó que el comportamiento de Errejón era “un secreto a voces en todos los ámbitos de la izquierda”. “Lo sabían, lo taparon, lo consintieron. Ahora entendemos que no lo hicieran ministro en su momento, pero la señora [Yolanda] Díaz sí lo premió con la portavocía del grupo parlamentario. Este es el feminismo hipócrita de este Gobierno, de Pedro Sánchez con Ábalos y ahora de Díaz con Errejón”, afirmó Núñez, que se dirigió a las “mujeres defraudadas” por unos partidos para los que “parece que si el agresor es de izquierdas todo se tapa”. “Le pedimos a Yolanda Díaz todo tipo de explicaciones”, añadió la dirigente, para quien el Gobierno se basa en un “pacto de encubridores”.

Mientras el PP hacía público su vídeo, los usuarios de redes sociales, siempre atentos a las contradicciones de los políticos, empezaban a rescatar tuits feministas de Errejón.

La dramática interrupción de carreras políticas por comportamientos indebidos, o por flagrantes contradicciones entre la virtud pública y la conducta privada, es toda una tradición en la política estadounidense. Con la perspectiva que le da la atenta observación de la misma, el politólogo Roger Senserrich, residente en New Haven, en Connecticut, y autor de la newsletter Four Freedoms, cree que Sumar y su espacio político no están condenados de antemano a que el caso se convierta en un sumidero de credibilidad. “Depende de cómo lo lleven. Si la respuesta es de firmeza y ejemplaridad, puedes decir ‘lo que decimos lo hacemos’ y salir reforzado”, afirma.

A su juicio, en Estados Unidos el Partido Demócrata y el Partido Republicano funcionan con niveles de autoexigencia diferentes ante cuestiones que afecten a su comportamiento con las mujeres. El autor de Por qué se rompió Estados Unidos. Populismo y polarización en la era Trump pone como ejemplo a Donald Trump, al que los suyos le justifican cualquier cosa mientras en el Partido Demócrata son mucho más duros con los propios. Un caso emblemático se produjo en 2017, cuando más de 20 senadores demócratas pidieron a su compañero Al Franken que dimitiera después de que una periodista contara que durante un viaje en 2006 el entonces cómico la besó y agarró los pechos sin consentimiento mientras ella dormía.

“Los demócratas son mucho más vulnerables a ser atacados por hipocresía y quizás por eso reaccionan mucha más vehemencia –añade Senserrich–, lo que a su vez les permite defender que son diferentes a los republicanos, que desde que en 2016 marcaron un antes y un después cuando apenas reaccionaron a un vídeo en el que se escuchaba a Trump decir que ‘cuando eres una estrella’ las mujeres ‘te dejan hacerles cualquier cosa, agarrarlas por el coño’”.

Ahora bien, concluye, “en la medida en el caso [de Errejón] sea más grave y se convierta en una historia recurrente, con nuevas revelaciones y un continuo ‘quién sabía qué’, el problema será mayor para Sumar, lógicamente”.

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Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
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