Extremadura fue la cuna del “Mi mamá me mima”, las cartillas Rayas que lucharon contra el analfabetismo
Los creadores de este sistema comenzaron a elaborar los cuadernos en un pequeño pueblo de Cáceres, desde donde vendieron más de 50 millones de ejemplares en todo el mundo
España tenía a comienzos del siglo XX una tasa de analfabetismo que rondaba más del 50% de la población, una cifra que fue reduciéndose poco a poco a lo largo de los años: en 1930 era de alrededor del 35%, porcentaje que en 1965 ya se situaba en el 15%. Actualmente, la cifra es muy baja: el 98,1% de la población sabe leer y escribir. Y todo este logro alfabetizador se llevó a cabo sin los medios ni el desarrollo educativo que se ha producido en las últimas décadas hasta llegar a escolares que se sirven de las nuevas tecnologías para empezar a conocer cada vez más temprano los números, las letras o los colores.
En este proceso fue clave la iniciativa de las cartillas Rayas, que nació en 1905 en el pequeño pueblo extremeño de Serradilla (Cáceres). Fue un método que resultaba revolucionario y que consistía en la edición de unos cuadernillos en los que se desarrollaba el aprendizaje de la lectura y la escritura mediante un sistema que buscaba reducir el número de analfabetos siendo sencillo y atractivo para los alumnos.
Eran una serie de libros, en cuyo interior se repasaban las diferentes vocales y consonantes, su unión y el enlace en frases como “mi mamá me mima” o “amo a mi mamá”, un método novedoso que llevaba a los alumnos a quedarse con lo que estaban aprendiendo. En el momento de la aparición de las cartillas, en esta localidad vivían 2.700 habitantes, sin luz ni agua corriente y con unas conexiones con el resto del país tan precarias que los hacían estar casi aislados. Aunque el entorno no era el más propicio precisamente para un desarrollo editorial de este tipo, el proyecto contaba con todos los ingredientes para llevarlo a cabo: ganas, inquietud y un poso de progresismo educativo.
En Serradilla se produjo años antes de la aparición del Rayas el caldo de cultivo necesario, tanto en lo educativo, como en lo social gracias a maestros como Juan Cano, mentor de los creadores de estos cuadernillos. Uno de los creadores fue Agustín Sánchez Rodrigo y, el otro, Ángel Rodríguez Álvarez, el primero coincidió con el maestro Cano; el segundo puede que lo hiciera, pero poco tiempo. Al maestro del pueblo se le atribuye una idea parecida a la que llamó Método racional de Lectura, el cual tenía la misión de ayudar a los alumnos a comprender mejor la lectura y la escritura. Aunque se editaron algunos fascículos, no llego a tener éxito.
El método Rayas nació en la cabeza del maestro Ángel RodrÍguez, que estaba impartiendo clases en Canarias cuando le mandó la idea a su amigo Agustín Sánchez, el cual se encarga de promoverlo y darlo a conocer desde Sarradilla. Según cuenta el editor de la revista local El Migajón, Carlos Jesús Martín, “Agustín era un hombre activo e innovador; idearon tres cartillas, una para juntar letras y sílabas, otra con palabras y la tercera con textos. La innovación radicaba en que los alumnos entendían lo que leían con lo que significaba”.
Para poner en marcha el proyecto, Agustín Sánchez compró en Madrid una imprenta de la marca Minerva, que funcionaba a pedales. Según detalla Martín. en un primer momento esta idea casi lo arruina, ya que facilitaba los cuadernillos a los centros escolares de manera gratuita. Al ver que no podía seguir así, se dio cuenta de que necesita un medio para publicitarlo y darlo a conocer, por lo que fundó un periódico quincenal, El Cronista, en el que publicitaba los cuadernillos Rayas.
Antes de apostar por la idea, Agustín Sánchez tomó a su hijo como estudiante piloto para ver si funcionaba y, viendo los resultados positivos, decidió emprender. Uno de los nietos de Agustín Sánchez es Gonzalo Sánchez, que explica a EL PAÍS la labor que realizó su abuelo desde un pueblo prácticamente aislado. “El método de mi abuelo tuvo su auge en la postguerra, en la que los niveles de analfabetismo eran muy altos”, dice el familiar del editor.
En el pequeño pueblo de Serradilla, la puesta en funcionamiento de esta imprenta ya supuso un cambio importante, ya que alrededor de 15 vecinos fueron contratados en ella. “El material necesario para su elaboración llegaba y salía de Serradilla trasladado por caballos que lo transportaban hasta la estación de Mirabel y, de ahí, a toda España y Latinoamérica”, cuenta Gonzalo Sánchez. En el municipio, hasta que apareció el Rayas no había oficina de Correos, un despacho que se tuvo que abrir durante los momentos de auge del proyecto editorial.
El nieto de Agustín Sánchez se acuerda de cómo la escritora recientemente fallecida Rosa Regás le contaba la influencia que tuvieron estas cartillas para que muchos empezaran a leer y a escribir a comienzos del siglo XX. “Rosa me contó cómo durante la II República el gobierno copió el sistema para intentar formar a los soldados que no sabían leer ni escribir”, relata el familiar. Uno de los escritores que se fijaron en la vida de Agustín fue el extremeño Víctor Chamorro, que le dedicó el libro Sin Raíces.
En total, hasta comienzos de los años setenta se distribuyeron unos 50 millones de ejemplares de cuadernos Rayas. “Las dos primeras tiradas se hicieron en Madrid, los siguientes 15 años estarían en Serradilla y, debido al auge del proyecto, el pueblo se les quedó pequeño y se tuvieron que desplazar en 1936 a Plasencia para tener mejores conexiones para distribuir los cuadernillos”, detalla Carlos Jesús Martín.
En Serradilla consideran que esta historia se ha difundido muy poco para el logro que supuso en un momento complicado como es el comienzo del siglo XX y con los medios que había en una localidad tan pequeña. El sistema, según cuentan, enseñó a leer y a escribir a muchos niños de la época y fue adaptado como el método de enseñanza del rey Alfonso XIII antes de convertirse en monarca, un sistema que se difundió por las escuelas de todo el país con gran éxito.
Serradilla cuenta con el Centro de Interpretación de la Huella del Hombre, donde una exposición recorre el trabajo llevado a cabo por los creadores del método Rayas. “En este centro contamos cómo nació y cómo llegó a numerosos puntos”, explica la concejala de Cultura, Seve Díaz. El municipio cuenta con calles que llevan el nombre de los creadores, al igual que ocurre en Cáceres o Plasencia.
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