El sospechoso de las seis identidades
La Policía detiene con un arsenal de armas en casa a un sospechoso de robar droga a otras organizaciones que sufrió un tiroteo frustrado el pasado verano en Puerto Banús
Siempre salía de casa con gorra, gafas de sol y pendiente de cualquier movimiento alrededor. La extrema cautela en la actitud del treintañero Thomas Michel B. llamó la atención incluso en una ciudad como Marbella. Residente en Las Chapas, zona caliente de la Costa del Sol, y susceptible de dedicarse al tráfico de drogas, un grupo de policías decidió seguir sus pasos. Las vigilancias descubrieron que sus cuidados se incrementaban con el paso de los días. Salía del domicilio con casco y en moto. Y averiguar quién era se convirtió en un rompecabezas porque maneja hasta seis identidades. Los agentes encontraron la solución y, para su sorpresa, se trataba de un ciudadano francés buscado en su país, antiguo socio del fugado Mohamed Amra, que ordenó acabar con su vida en un tiroteo a plena luz del día el pasado verano en Puerto Banús. Ya en prisión tras ser detenido finalmente el pasado 4 de mayo junto a otros tres delincuentes, formaba parte de una banda dedicada a robar a narcotraficantes, para lo que disponía de un arsenal: una docena de armas de guerra, numerosa munición, chalecos y escudos antibalas o uniformes policiales, entre otros efectos. La Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional en Torremolinos comenzó a seguir la pista del individuo a finales de febrero. “Llamaba la atención porque siempre estaba muy alerta”, relata una de las agentes que ha participado en la investigación, que también destaca que era “muy escurridizo” e incluso conseguía despistar a los agentes en algunos seguimientos. Primero viajaba en coches de alquiler a nombres de terceros, luego se movía en motos de gran cilindrada, siempre oculto bajo un casco. También lo hacían así sus socios, de tal manera que los investigadores no siempre sabían si seguían a la persona adecuada. A pesar de sus seis identidades y los intentos de pasar desapercibido, los policías consiguieron identificarle como el ciudadano francés Thomas Michel B. Justo la persona que las autoridades galas habían avisado poco antes que podría estar en Marbella.
Tenía una Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE) en vigor por delitos contra las personas y tráfico de drogas, por los que ya había pasado por prisión, aunque aún tenía parte de la pena por cumplir. A finales de abril los agentes que vigilaban su domicilio —a la espera de una oportunidad para su arresto— comprobaron el movimiento de personas y vehículos que entraban y salían de la casa iba creciendo. Hasta que la tarde del lunes 3 de mayo la situación fue a más: del garaje partió una caravana de cinco vehículos de alta gama. Los policías decidieron seguirles. La comitiva se dirigió hacia la provincia de Cádiz y, más tarde, hasta una finca de cítricos a las afueras del municipio de Aznalcázar, cerca del río Guadalquivir, ya en la provincia de Sevilla. Los investigadores creen que se habían desplazado hasta allí para realizar alguna operación de compraventa de droga o para realizar un vuelco —robo de mercancía a otra banda de narcos— en alguna guardería —almacén de estupefacientes— que tuvieran localizada por una zona donde el narcotráfico es cada vez más habitual. La noche fue larga. Con sigilo, los agentes vigilaron al grupo de hombres que se encontraba en la casa. Comprobaron que algunos coches tenían matrículas dobladas y otros eran robados. También había dos furgonetas Mercedes Vito, habituales para el transporte de fardos de hachís o incluso para cometer secuestros. Ante esta última posibilidad, la unidad aceleró el operativo. Pidió refuerzos y solicitó al juez la entrada y registro del cortijo. A primera hora de la mañana lo hicieron con el apoyo de los Grupos Operativos Especiales de Seguridad y, aunque los delincuentes se percataron de ello, solo dos pudieron escapar por los tejados y la maraña de fincas de la zona. Los otros cuatro —todos de nacionalidad francesa y de entre 20 y 30 años— fueron detenidos por los delitos de depósito de armas de guerra, falsedad documental, robo de vehículos y pertenencia a organización criminal. Ya están en prisión.
Entre los arrestados se encontraba el principal sospechoso, buscado por la justicia en su país y antiguo socio de Mohamed Amra, que el pasado mes de mayo se fugó tras el asalto a un convoy policial en Francia donde murieron dos agentes penitenciarios. Se cree que Thomas Michel B. intentó quedarse o robar mercancía a Amra y este, al conocer sus planes, decidió acabar con su vida. Lo intentó el 19 de julio del verano pasado de la mano de un sicario que, a plena luz del día, sembró el pánico en los alrededores de Puerto Banús con un arma automática. No consiguió su objetivo.
Dentro de la vivienda de Aznalcózar, los policías se llevaron una sorpresa inesperada. En el salón había desplegado todo un catálogo armamentístico, que incluía cuatro armas de fuego cortas, una de fuego larga, tres de guerra y otras tres prohibidas. Entre ellas había fusiles de asalto automáticos M4 y AK 47 —conocido como Kalashnikov— además de numerosa munición. También había chalecos antibalas, pasamontañas, guantes, GPS, redes miméticas militares para camuflarse, inhibidores de frecuencia, bridas, uniformes de la Policía Nacional y la policía francesa o maletines antibalas como los que utiliza la escolta de Vladimir Putin. “Jamás habíamos visto algo así”, cuentan quienes participaron en la operación, bautizada como Albaida, que creen que el arsenal era utilizado para robar a otros narcos “que tampoco se quedan cortos en cuanto al uso de armas”, concluyen las mismas fuentes.
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