Moncho Tamames Prieto-Castro: las alas de la libertad
El economista y periodista, hijo de Ramón Tamames, muere a los 55 años
[Moncho Tamames Prieto-Castro, economista, periodista y escritor, hijo del economista y político Ramón Tamames y de Carmen Prieto-Castro, falleció el martes a los 55 años a consecuencia de un mesotelioma].
Te has ido demasiado pronto. Sin decir adiós, sin avisar, sin que nos diéramos ni cuenta. Eso nunca nos había extrañado… hasta ahora. En mi memoria se borran los primeros años en los que empezamos a conocernos, en esa fábrica de mentes abiertas, pero a la vez tan cerradas que era el Liceo Francés de Madrid. Ahí forjaste tu capacidad de asombrar, de ser querido, de ser envidiado, de ser diferente. Las lágrimas empañan mis ojos, de pena, de risa, al recordar cómo éramos. Noches sin dormir en tu casa, oyendo a tu padre trabajar en el cuarto de al lado, siempre presente; tus hermanas nos daban cobijo, tu madre te defendía.
La vida estaba a nuestros pies. Con qué facilidad hacíamos y deshacíamos, nada nos paraba. Eran los ochenta y te mimetizaste con ese entorno que te hacía ser diferente. Eras una bandera blanca al viento, subido en tu Puch, recorriendo el Madrid nocturno. Ya nadie te pararía. Empezaste a emprender antes que nadie. Son Como Niños fue tu escuela, la facultad de periodismo un mero pasatiempo, Ibiza ya aparecía en el horizonte. El tiempo pasaba, todos cambiábamos, pero tú, fiel a tus convicciones, seguías igual. La música te arropaba y tú te dejaste arropar, te dejaste querer. Pinchar, producir, trabajar en lo que fuera, pero siempre con la sinceridad como lema. Barcelona te dio una oportunidad y tú la cogiste al vuelo. Nueva vida, nuevas experiencias, cierto aburguesamiento que duraría poco y de nuevo emprender, cambiar el mundo, vuelta a Madrid, siempre con Ibiza en el horizonte, la isla que te daba paz o guerra, según lo buscaras.
Y de repente, el amor, ese que te había estado esquivando, apareció con la suficiente fuerza para que tú, que siempre renegabas de convencionalismos, los adoptaras sin más. Todo cambió con la llegada de tu hija Chloé. Tu manera de ser, de vivir, de entender las emociones se transformó gracias a ese ser al que adorabas, al que venerabas.
La vida te puso a prueba. Momentos difíciles, de zozobra, de alejamiento, de introspección. Ya la vida no era tan fácil. Luchabas contra todo. El armisticio ya se veía al horizonte, pero el destino, una vez más, te cambió las cartas, y te fuiste, como te ibas siempre, sin avisar. Contigo desaparecieron esas noches en vela, esas discusiones sin fin sobre la vida, las mujeres el amor la política o lo que fuera, en definitiva, esas pinceladas de sinceridad que todos tememos y casi ninguno afronta con la misma entereza que tú afrontabas.
He tenido la suerte de conocerte. Volverás a gritarme: “No me cortes las alas de la libertad”.
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