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Ábalos lleva al límite al PSOE: “Es injusto, os estáis equivocando”

Santos Cerdán, enviado por Pedro Sánchez, fue a su casa el domingo a intentar convencerle de que abandonara el escaño, pero no lo logró

José Luis Ábalos, la semana pasada en el Congreso.Foto: CHEMA MOYA (EFE) | Vídeo: EPV
Carlos E. Cué

La decisión estaba prácticamente tomada desde el jueves. Pero el plan A era convencer a José Luis Ábalos para que fuera él quien tomara voluntariamente la decisión de dejar el escaño para asumir la responsabilidad política por el escándalo del llamado caso Koldo, en el que se investiga si uno de sus principales colaboradores se llevó centenares de miles de euros en comisiones ilegales en un contrato para comprar mascarillas en plena pandemia. El primer mensaje llegó el viernes, con la vicepresidenta del Gobierno y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero. Ábalos aguantó. Entonces se elevó el nivel: fue directamente Pedro Sánchez, el sábado, quien le abrió la puerta de salida, aun sin citarle. Nada. Así que el líder del PSOE y su equipo directo pasaron a la acción con un plan B.

Ese mismo día, después del discurso de Sánchez, que se produjo en la calle Ferraz en el contexto de una reunión de la Internacional Socialista, hubo una reunión improvisada en la sede. Y se tomaron tres decisiones. Una: se convocaría una Ejecutiva para reclamar formalmente a Ábalos que deje el acta si él no lo hacía voluntariamente. Dos: que Santos Cerdán, secretario de organización, encargado por Sánchez de gestionar la crisis y un hombre con mucha relación personal con Ábalos —fue su número dos mientras el exministro mandaba en la sede nacional del partido en la madrileña calle de Ferraz— se citaría con él para pedirle expresamente el acta e intentar convencerle. Ábalos insistía por esas horas mediante una entrevista en EL PAÍS y después en La Sexta en que nadie le había reclamado formalmente el acta. Sánchez le había dejado tres días para decidirse solo, pero el domingo el tiempo se acababa. Y la última decisión: el PSOE registraría una comisión de investigación para analizar todos los detalles del escándalo y de otras compras de material médico en pandemia para mostrar que los socialistas tienen voluntad de transparencia. Todo parecía orientado, pero falló lo más importante: Ábalos no dio su brazo a torcer y decidió llevar al límite a su partido.

El domingo, Cerdán lo intentó por teléfono y en persona. Ábalos, según se ha encargado de destacar estos días en recientes entrevistas, no tiene más propiedades que un piso que se compró en Valencia en 1987. En Madrid, para cubrir su tarea de diputado, dice vivir de alquiler en Rivas Vaciamadrid, una localidad al sur de la capital conocida por ser uno de los referentes de la izquierda madrileña, ya que allí gobierna desde 1991 Izquierda Unida de manera ininterrumpida y antes el PSOE. Hasta allí fue Cerdán para intentar convencerle.

Hasta ese momento, no le había pedido expresamente el acta. Pero el domingo fue diferente. Había que resolver la crisis ya, la Ejecutiva estaba convocada para el lunes, y el miércoles había una sesión parlamentaria muy relevante, con un control en el que Alberto Núñez Feijóo va a preguntar a Sánchez por el caso Koldo —hay otras cinco preguntas y una interpelación a varios ministros sobre el asunto— y Ábalos tenía que presidir una reunión de la comisión de Interior, a la que ha renunciado este lunes. No había más tiempo. Sánchez esperaba una respuesta ya.

Ábalos le explicó a Cerdán que cree que él no tiene que dejar el acta porque no está implicado en nada. Su nombre no aparece en todo el sumario de la causa abierta en la Audiencia Nacional. Además, él está convencido de que una vez que él deje la escena, la oposición seguirá subiendo, como ya está haciendo, hasta apretar a líderes como Salvador Illa, Francina Armengol, Ángel Víctor Torres, porque contrataron con la empresa investigada, o el propio Cerdán, que fue quien recomendó a Koldo García como chófer de Ábalos, y al final directamente a Sánchez. El secretario de organización le dio la razón en que no está implicado en nada, pero le insistió en que tenía que dejar el acta por la responsabilidad política de introducir a Koldo García en el ministerio; contratarle a él y a su esposa; y darle un poder creciente que él usó de manera presuntamente fraudulenta para llevarse comisiones ilegales.

Cerdán le garantizó que el partido le ayudaría si dejaba el acta, pero le insistió en que si no la entregaba voluntariamente el domingo, la Ejecutiva se la exigiría el lunes de manera directa y tajante. Esto es importante, porque desobedecer una orden expresa de la Ejecutiva, para un militante, puede suponer una falta muy grave que acabe con la expulsión y en cualquier caso implicará la salida del Grupo Socialista camino del Grupo Mixto. Ábalos, que lleva toda su vida en el PSOE después de una militancia juvenil en el PCE, lo sabe. El exministro, como ha hecho en las entrevistas, no rechazó de plano la idea de dejar el acta, dijo que se lo pensaría. Pero las largas eran muy evidentes y las horas se acababan. Después del encuentro en persona hubo algunas llamadas más, pero Ábalos no cambió de idea.

El lunes, ya con todo listo, y justo antes de empezar la reunión de la Ejecutiva. Cerdán hizo un último intento y llamó a Ábalos para avisarle de la decisión que se disponía a tomar el órgano de gobierno del PSOE. Le iban a exigir que entregara el acta antes de 24 horas por responsabilidad política. Ábalos estalló:

—Os estáis equivocando, esto es injusto.

El exministro insiste a sus compañeros en que no hay antecedentes de algo parecido en la historia del PSOE. Está decepcionado no solo con Koldo García, quien traicionó su confianza corrompiéndose y quien ha terminado de hundir una carrera política ya muy tocada después de su salida del Gobierno, sino también con los que fueron sus compañeros en el núcleo duro del PSOE, que cree que no le han protegido frente a los ataques de la oposición. Sánchez y los suyos, por el contrario, creen que la situación de Ábalos es insostenible y además están convencidos de que el PSOE debe tener un comportamiento diferente al de otros partidos.

Esa moción de censura de 2018, que Ábalos negoció y en la que ejerció de portavoz, llegó motivada por un escándalo de corrupción, el caso Gürtel. Sánchez llegó al poder contra la corrupción, necesita mostrar que corta por lo sano, aunque no haya implicación penal, pero sí responsabilidad política. El presidente y su equipo, con la comisión de investigación, intentarán además demostrar la diferencia entre la actuación de los socialistas y de algunas administraciones del PP donde ha habido escándalos con las mascarillas, como el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad de Madrid, donde nadie ha asumido ninguna responsabilidad política.

Sánchez no ha hablado con Ábalos en ningún momento, según el entorno del presidente. Pero obviamente todos los movimientos de Cerdán están pilotados por el líder, y el exministro lo sabe. Ante la resistencia de Ábalos durante todo el fin de semana, los socialistas asumieron la posibilidad de que mantuviera esa actitud después de que la Ejecutiva le exigiera entregar el escaño. Pero aún confiaban en que la presión surtiera efecto. Pasaron las horas y Ábalos hizo un gesto: renunció a la presidencia de la comisión de Interior, pero no al acta. Y ahí ya en la cúpula del PSOE se instaló la idea de que el exministro llevará a su partido al límite y no renunciará al acta. Cuando llegó el cierre del registro, a las 18.00, sin noticias de la renuncia de Ábalos al acta, los peores temores se consolidaron. Hasta que se cumplan las 24 horas, a mediodía del martes, hay tiempo, pero las esperanzas de la dirección se van agotando. El entorno de Ábalos insiste en que la decisión no está tomada y aún tiene tiempo para reflexionar, pero cada vez parece más difícil un giro. Si nada cambia, el camino será inexorable hacia la ruptura con su partido y la expulsión al Grupo Mixto.

Ni siquiera quienes más le aprecian entienden una reacción así, porque Ábalos es un hombre de partido al que la dirección le ofreció ayuda y protección siempre que aceptara dejar el acta. El exministro, de 64 años, está cercano a la jubilación, y al mantener el escaño conserva el salario y la cotización, pero también el aforamiento por si hubiera algún intento de imputarle en el caso, aunque de momento no ha aparecido ningún elemento que haga pensar en esa posibilidad.

La dirección socialista está desconcertada ante este final, que no hace más que estirar el desgaste del primer escándalo de corrupción relevante que afecta al Gobierno de Sánchez. Además, al Ejecutivo no le sobra ningún escaño y ahora, si se confirma que Ábalos se va al Mixto, tendrá que buscar el apoyo de un hombre expulsado de su partido y, por tanto, de reacciones imprevisibles. Todo lo que podía salir mal en este asunto ha salido aún peor, a falta de la resolución final.

Sánchez se prepara ya para decirle el miércoles a Feijóo que mientras el PP expulsó a Pablo Casado por denunciar la corrupción y pedir responsabilidades políticas a Isabel Díaz Ayuso por un caso de mascarillas, el PSOE asume esa responsabilidad al máximo nivel y le pide el escaño a su ex secretario de organización aunque no figure en ningún sumario. La dirección intentará así retomar la iniciativa y minimizar daños. Pero el agujero está hecho, y si la historia termina con Ábalos en el Mixto, aumentará aún más sus dimensiones.

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