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Los ecuatorianos en España ante la crisis de seguridad: “Esto es una pesadilla”

La ola de atentados, secuestros y balaceras mantiene en vilo y pegados al teléfono a los casi 146.000 ecuatorianos que viven en España.

Vladimir Paspuel, presidente de la asociación Rumiñahui de ecuatorianos en Madrid, este miércoles en la capital de España.
Vladimir Paspuel, presidente de la asociación Rumiñahui de ecuatorianos en Madrid, este miércoles en la capital de España.JUAN BARBOSA
María Martín

La comunidad ecuatoriana en España vive con angustia la crisis de seguridad que se ha desatado en su país este martes. La jornada dejó al menos diez muertos, entre ellos dos policías, y ha llevado al presidente Daniel Noboa a declarar la existencia de un “conflicto armado interno” que le permite desplegar a las Fuerzas Armadas para neutralizar a las bandas criminales, en guerra por el control de las rutas del narco y a su vez en guerra con el Estado. La ola de atentados, secuestros y balaceras mantiene en vilo y pegados al teléfono a los casi 146.000 ecuatorianos que viven en España.

El mediodía de este martes Violeta Gómez, de 59 años, se quedó en shock al abrir un vídeo que le enviaron sus familiares desde Quito. En él se ve a un hombre aturdido con tres revólveres apuntándole la cabeza. Viste uniforme policial. “Señor presidente, por favor, pare esto, están matando a los policías”, ruega con los ojos semicerrados. El suboficial vuelve a rogar con una de las pistolas apretándole la sien. “Tengo familia, pare esto, señor presidente” son sus últimas palabras. Sus secuestradores lo tumban entonces en el suelo y se oyen tres disparos fuera de cámara. No parece que sean contra él, pero no es posible saberlo. “Es mi sobrino. Estaba de guardia y lo secuestraron”, afirma Gómez con pesar. “Esto es una pesadilla, es un golpe muy duro, no sabemos cómo reaccionar cuando recibes un video así. Nunca te esperas vivir esto en carne propia”, explica la mujer que llegó a España en 2001 y que cuenta con la nacionalidad española. “Sabíamos que las cosas estaban mal, pero esto nos ha pillado por sorpresa”, explica.

La de Ecuador es una crisis de seguridad sin precedentes. Los diferentes grupos criminales del país han sembrado el caos con una ola de atentados que comenzaron el pasado el domingo 7 de enero, cuando las autoridades se dieron cuenta de que el líder de una de las principales bandas del país se había escapado de la cárcel. Se sucedieron entonces los motines en siete prisiones, los lugares desde donde los jefes del crimen organizado dan órdenes y siembran el terror con total impunidad. El presidente Noboa, que llevaba apenas dos meses en el cargo, ha declarado el estado de guerra, ha decretado un toque de queda nocturno y ha calificado a 22 grupos de delincuencia organizada como terroristas. El pulso entre el Estado y el crimen es de extrema violencia.

Gómez es la única de su familia que vive en España y sufre cada nueva noticia que le llega de su país. Todos ahora están pendientes de qué le ocurrirá a su sobrino policía, pero el temor por sus hijos y todos sus compatriotas se extiende según pasan las horas. Tiene dos hijos de 31 y 41 años que nunca se plantearon venir a España y que ahora, con el miedo, le han dicho: “Mami, llévanos allá”. “Es una situación muy difícil para nosotros. Cuando emigras y estás lejos de tu familia nunca tienes paz y tranquilidad de verdad, pero ahora es mucho peor”, lamenta Gómez.

La comunidad ecuatoriana es de las más numerosas y arraigadas. En España viven 145.828 ecuatorianos, según datos oficiales del Ministerio de Migraciones, además de otras 239.862 personas que, desde 2009, lograron la nacionalidad española. Los nacidos en Ecuador son así el quinto colectivo de origen extranjero más numeroso, detrás de los nacidos en Marruecos, Colombia, Rumania y Venezuela.

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“Estamos viviendo la situación con sumo dolor y preocupación, estamos todos con el corazón en la mano”, cuenta Vladimir Paspuel, presidente de la Asociación Rumiñahui, una organización de raíces ecuatorianas dedicada al apoyo de los migrantes. “Hay una preocupación por el país y por nuestros familiares. Estamos pendientes de si llegan a casa, de que no les pase nada. Muchas ciudades vivieron balaceras, los criminales tomaron un canal de televisión, una universidad, un hospital… Ha habido coches bomba, secuestros... Están siendo unas horas muy complicadas”, relata Paspuel, que pide ayuda del exterior, de Europa. “O Ecuador vence a todas estas bandas o serán ellas las que manejen el país. Necesitamos apoyo. Este no es un problema solo de Ecuador, la actividad de estos narcos nos concierne a todos”.

Reunión para elaboración del manifiesto contra la violencia, la delincuencia y el narcotráfico en Ecuador en la asociación Rumiñahui de Madrid, este miércoles.
Reunión para elaboración del manifiesto contra la violencia, la delincuencia y el narcotráfico en Ecuador en la asociación Rumiñahui de Madrid, este miércoles.JUAN BARBOSA

Freddy Maurad, de 53 años, comparte la angustia en la distancia. Recibió la noticia de los disturbios en Guayaquil desde el local de envío de dinero que regenta en Madrid. Este ecuatoriano que ha vivido por más de dos décadas en España, cuenta que el corazón le pegó un vuelvo tras enterarse de que a la universidad de la ciudad, el centro educativo público más grande del país en volumen de alumnos, habían entrado encapuchados con pistolas. Allí estudia su hijo menor, Cristian. “Por fortuna, mi hijo había ido esa noche a casa directamente tras salir de clase”, responde aliviado, informa Luis Enrique Velasco.

Marcia Asipuela es una mujer de 59 años que emigró a España hace ya más de un año buscando una oportunidad laboral que, a su edad, ya no encontraba en su país. Maldice la violencia que azota su país, otro de los motivos por los que se acabó marchando. Pero las cosas no le han ido bien en España, donde apenas ha encadenado algunos trabajos por horas, y justo ahora, en apenas un mes, estaba decidida a volverse. “Ahorita está terrible allá, pero sigo creyendo que me voy a regresar. Pensamos que aquí la vida nos podría ir bien, pero España nos ha tratado fatal y apenas saco para pagar una habitación”, se queja.

Asipuela tiene a sus cinco hijos allí y prefiere vivir la angustia que siente cada vez que salen a la calle algo más cerca. “Son mayores, pero me preocupan. Mis hijos trabajan lejos y ahora con el toque de queda pueden detenerlos. Mi hijo sale a las cuatro de la mañana del aeropuerto, la policía coge al que conviene o no conviene y puede haber una equivocación... ¿me entiendes?”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.
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