Guerra admite que la oposición del PSOE a la OTAN fue “un doble juego”

El exvicepresidente critica la ley de Violencia de Género y denuncia en su libro la “infección de los nacionalismos catalán y vasco”

Alfonso Guerra (derecha) y Felipe González, el pasado miércoles en el Ateneo de Madrid.Samuel Sánchez

Habla Alfonso Guerra: “Actualmente, en la política existe una pérdida de valores morales; se han instalado la mentira y la aceptación de la contradicción. Ahora se admite sin pestañear que una persona se comprometa con un principio, con una acción o con una idea, y que a los tres días diga exactamente lo contrario”. Son palabras del exvicepresidente del Gobierno en su libro La rosa y las espinas (La Esfera de los Libros), cuya presentación el pasado miércoles en el Ateneo de Madrid, ...

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Habla Alfonso Guerra: “Actualmente, en la política existe una pérdida de valores morales; se han instalado la mentira y la aceptación de la contradicción. Ahora se admite sin pestañear que una persona se comprometa con un principio, con una acción o con una idea, y que a los tres días diga exactamente lo contrario”. Son palabras del exvicepresidente del Gobierno en su libro La rosa y las espinas (La Esfera de los Libros), cuya presentación el pasado miércoles en el Ateneo de Madrid, arropado por Felipe González, levantó una enorme polvareda por los ácidos ataques que ambos veteranos socialistas dirigieron a los pactos de su partido con el nacionalismo periférico.

El libro, que recoge conversaciones con el escritor Manuel Lamarca grabadas para un documental en 2022, trasluce página tras página la incomodidad del exdirigente con los tiempos que le ha tocado vivir a sus 83 años. Y permite cotejar algunas de sus reflexiones sobre la actualidad, como esa a propósito de la mentira en política, con acontecimientos pasados que él mismo relata. Por ejemplo, el brusco giro que dio el PSOE en los años ochenta a su posición sobre la OTAN.

Guerra, entonces número dos de los socialistas, recuerda cómo, en el final de los gobiernos de UCD, el efímero presidente Leopoldo Calvo Sotelo decidió por su cuenta el ingreso de España en la Alianza Atlántica. El PSOE se declaraba en contra y su líder, Felipe González, exigió un referéndum. Su mano derecha se encargó de organizar una campaña de propaganda pública para reclamarlo. No muy sincera, como mostrarían los hechos posteriores y admite el propio protagonista: “(…) Pensé y repensé el lema, le di todas las vueltas del mundo. Al final, resultó una frase muy sutil, que decía: ‘OTAN, de entrada, no’. No decía ‘OTAN no’, sino ‘OTAN, de entrada, no’. Esa formulación permitía una coartada, una vía de escape, una válvula de salida; incluía un doble juego intencionado”. A la dirección del partido no le gustó: “No les parecía un mensaje claro, pensaban que había que optar por ‘OTAN no’. Mi respuesta fue: ‘Permítanme ponerlo así, porque dentro de un tiempo ustedes van a cambiar de parecer. ¿Y qué hacemos entonces? Dejen abierta una salida”. El referéndum se celebró cuatro años después, el PSOE defendió el y lo ganó.

El malestar de Guerra con la época actual y sus políticos deja un reguero de frases: “La política se ha convertido en un territorio hostil”, “algunos políticos y ciertos medios de comunicación han ido deteriorando la vida pública”, “a la política llegan los de segunda fila”… Esas nuevas hornadas que claman contra el “régimen del 78″ solo están “ocultando su ignorancia”, “son hijos de Putin”, “jóvenes ruidosos, extremadamente soberbios y presumidos” que “buscan la disolución del sistema porque así ellos consiguen sobresalir más”. Guerra no cita expresamente a Pedro Sánchez, aunque sí carga contra el “disparate” del Gobierno de coalición: “No es una coalición, es un Gobierno de cuotas, de tal manera que el presidente renuncia a ser presidente en algunos aspectos de sus funciones”.

Más cosas que irritan a Guerra del mundo y la España de hoy: la ley de violencia de género, por ejemplo. “El mismo delito se castiga con distintas penas en función del sexo”, denuncia, lo que, a su juicio, debería haber sido anulado por el Tribunal Constitucional, “pero como hay una opinión pública y publicada que arremete contra el que diga algo contra esa ley, pues los magistrados callaron”. Lo que Guerra llama “políticas de diversidad” no puede etiquetarse de “feminismo”, se trata en realidad de “un movimiento antifeminista” que ha establecido “hasta 13 grupos en función del género y las preferencias sexuales”.

De entre sus diatribas, el veterano exdirigente reserva la más enérgica para denunciar que en España ”se ha extendido una especie de infección a través de los nacionalismos catalán y vasco”. “Tienen una concepción muy autoritaria de la sociedad” y “persiguen una lengua [el castellano] como hacía Franco con el catalán”. Su arremetida incluye la política lingüística del Gobierno balear que encabezaba hasta junio una compañera de partido, la actual presidenta del Congreso, Francina Armengol: “Ahora allí, un celador de un hospital, después de años ejerciendo su trabajo, no puede realizar esa función si no reúne el nivel de catalán requerido”.

Siguiendo las reflexiones del libro, no extraña su virulenta oposición a una posible amnistía a los encausados por el procés. “No existe diferencia entre Tejero y Puigdemont”, sostiene. La negativa de jueces belgas y alemanes a extraditar al expresident huido es una prueba de que “hay una élite europea que siempre menosprecia la capacidad de España”, sentencia Guerra, quien cree que el Tribunal Supremo debería haber impuesto “penas más duras” ―fueron de entre 9 y 13 años de cárcel― a los líderes del procés luego indultados por Sánchez.

En sus tiempos, a Guerra lo apartaron del mando del PSOE y, según presume, se reprimió para no enlodar a la organización en una contienda fratricida: “Yo no podía levantar una bandera contra la dirección del partido, eso significaba una guerra civil dentro del PSOE”. Ahora la levanta con ardor . Y es que la política, dice, va “degenerando, degenerando...”.

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