Antonio Nogales, bombero en el desastre de Marruecos: “Es difícil que aparezcan más supervivientes”
Los voluntarios españoles trabajan sin descanso en las labores de rescate en las zonas más afectadas por el terremoto, pero las características del seísmo dificultan la búsqueda
Los equipos de bomberos españoles desplazados a Marruecos se enfrentan a una ardua labor de rescate para localizar y salvar a posibles supervivientes tras el terremoto de 6,8 que la noche del viernes sacudió el sur del país. La cifra de muertos asciende a 2.681 según el balance provisional, el peor terremoto en la historia reciente del país. El difícil acceso por carretera a las zonas afectadas, donde abundan edificios endebles hechos de adobe, reducen las posibilidades de encontrar a personas vivas bajo los escombros. Algunos destacamentos de bomberos llegaron en la madrugada del domingo al país, antes incluso de que las autoridades marroquíes solicitaran formalmente ayuda internacional. Uno de ellos es Antonio Nogales, presidente la ONG Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF), a la que pertenecen 11 de los bomberos desplazados y dos sanitarias, que señala que en los edificios siniestrados apenas hay “huecos de vida”, en los que se hubieran podido refugiar sus ocupantes.
Pregunta. ¿Cómo marchan las labores de rescate?
Respuesta. Todo dentro de una relativa normalidad, pero complica la situación que las zonas más afectadas son muy desfavorecidas y con un acceso por carretera difícil, lo que ralentiza nuestro trabajo. Además, al tratarse de zonas rurales, los edificios son muy endebles. Este terremoto es muy diferente al de Turquía y Siria [el pasado febrero], que se produjo en grandes ciudades, con grandes edificios hechos de hormigón.
P. ¿De qué modo influyen las características de los edificios en la búsqueda de supervivientes?
R. En un edificio de hormigón, se pueden producir lo que llamamos “huecos de vida”, espacios entre los escombros donde una persona puede respirar y esperar a ser rescatada, pero en edificios de adobe y con suelos de barro como los de Marruecos, las oquedades que puedan surgir son herméticas y es prácticamente imposible que una persona sobreviva.
P. ¿Todavía tienen expectativas de encontrar gente con vida?
R. No perdemos la esperanza, pero lo cierto es que dadas las características de la zona y de las construcciones, es bastante improbable que aparezcan supervivientes. La manera de abordar un rescate varía según el terremoto. En el seísmo de Marruecos, retirar los escombros o excavar es más fácil, y se pueden encontrar los cuerpos de forma más rápida, pero también hay menos opciones de que encontremos a esas personas con vida.
P. En su experiencia, ¿hay casos excepcionales de supervivencia en este tipo de catástrofes?
R. En Turquía nuestro equipo rescató a una mujer de 24 años que llevaba tres días y medio sepultada en su propia casa, junto a los cadáveres de su madre y hermana. Tras 14 horas de rescate, logramos encontrarla con vida y ahora lleva una vida relativamente normal. Pero son historias inverosímiles, auténticos milagros.
P. La petición de ayuda internacional por parte de Marruecos ha tardado en llegar. ¿Cómo valora el papel de las autoridades marroquíes?
R. Si comparamos con el terremoto de Turquía y Siria ha habido cierto retraso en la solicitud de ayuda extranjera, pero los españoles no hemos tenido ningún problema más allá de un ligero retraso durante nuestra entrada en la aduana de Tánger. Después, la cooperación con el ejército y los bomberos marroquíes ha sido excelente. Creo es que las autoridades marroquíes han querido evaluar el alcance del desastre antes de pedir ayuda a otros países. El terremoto de Turquía tuvo una dimensión mayor y murieron muchas más personas porque se produjo en grandes ciudades. La situación requería ayuda internacional de manera urgente. En esta ocasión, han querido medir sus propias fuerzas antes de pedir ayuda.
P. En el terreno también hay desplegados miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), ¿de qué manera coordinan sus actividades?
R. Somos dos equipos diferentes que trabajan de forma independiente. Si nos cruzamos, el trato es cordial y nos intentamos ayudar en lo posible. Tenemos mucho respeto por la labor de nuestros militares, pero apenas coincidimos en el terreno.
P. ¿Cuáles son los perfiles más habituales entre los voluntarios de su ONG?
R. Uno podría pensar que solo los más jóvenes se apuntan a este tipo de tareas, pero la realidad no es así. La mayoría de nuestros voluntarios tienen más de 30 años, y algunos, son bomberos de más de 50, con varias décadas de experiencia. De hecho, exigimos experiencia y ofrecemos una formación obligatoria antes de permitir que alguien venga con nosotros.
P. ¿En qué consiste esa formación?
R. Impartimos seis módulos teóricos y prácticos para garantizar que las personas lleguen preparadas. Estos módulos se completan durante un plazo medio de tres años. Si alguien quiere, puede llegar a sacarlo en un año, pero lo normal es tardar más. También pedimos experiencia, ya que entendemos que, aunque es muy bonito que la gente quiera venir a ayudar, si quieres ser útil y no estorbar es necesario estar bien formado a nivel físico y metodológico.
P. ¿Qué peticiones lanzan desde su organización a la sociedad en general?
R. Lo que ha ocurrido es una desgracia y harán falta años para que estas zonas —que ya de por sí necesitaban ayuda antes del terremoto— se recuperen. Lo importante es que cuando el terremoto pierda el foco de la actualidad, se siga enviando ayuda humanitaria. Por otro lado, es cierto que nuestra labor es muy aplaudida, pero lo que necesitamos en realidad es más financiación y más apoyo logístico para poder realizarla con la mayor eficiencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.