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Los pueblos del diluvio luchan por salir del barro

Tras las tormentas torrenciales, las administraciones se afanan en limpiar, arreglar averías y evaluar daños, mientras los afectados quedan en manos de la solidaridad vecinal y el Consorcio de Seguros

Una familia de Villamanta se afanaba el pasado jueves en retirar el barro de su vivienda tras el paso de la dana.
Una familia de Villamanta se afanaba el pasado jueves en retirar el barro de su vivienda tras el paso de la dana.Álvaro García
Patricia Ortega Dolz

El horror de esos instantes de la madrugada del pasado domingo en los que el lodo se colaba por puertas, ventanas, pasillos, ascensores, salía por los váteres y por los sumideros, derribaba puentes y subía escaleras y calles arriba por pueblos de Madrid, Toledo, Ciudad Real y Cuenca —las provincias más afectadas—, ha quedado fosilizado esta semana en forma de barro seco y agrietado o de toneladas de fango. En forma de montañas de arena en plazas, o de amasijos de ramas, rocas, coches, vallas, hierros y árboles arrancados de cuajo. El espanto vivido ha quedado marcado en los muros y las paredes de las viviendas. Los recuerdos de esos momentos angustiosos se agolpan en la mente de los afectados por las lluvias torrenciales del pasado fin de semana, “entre 10.000 y 15.000″, según la estimación del Consorcio de Compensación de Seguros, que ya ha recibido 7.731 solicitudes de indemnización —4.455 de Toledo y 1.718 de Madrid—, y que asumirá la reparación de buena parte de los daños por deberse a “un hecho extraordinario”. La estimación del coste estimado es de “entre 80 y los 90 millones de euros”, según los cálculos del director de operaciones, Alejandro Izuzquiza.

“Una película de terror”, “lo más parecido al tsunami de Lo imposible [el filme de Juan Antonio Bayona], pero de noche”, se oye por los municipios del diluvio cuando se habla de aquella noche. Ni Protección Civil, que coordina la emergencia, ni el Ministerio del Interior, de quien depende, han aportado aún un balance. “El Plan Estatal de Emergencias, Plegem, está en fase de alerta y seguimiento”, dicen. Sí hay un trágico balance de muertos: son ocho los fallecidos —el último cadáver se encontró este sábado en Valmojado (Toledo)—.

“Hasta aquí llegó el agua”, dice señalando el marco de su foto de bodas —la única que se ha mantenido colgada— Samuel Hortelano, de 74 años y marido de Felisa Olmo, la mujer que “se hizo famosa” porque la Guardia Civil la rescató de debajo de un armario en su propia casa, en Buenache de Alarcón (Cuenca), donde había quedado atrapada tras descender el nivel del agua que anegó su vivienda. El relato de los hechos de Hortelano es el de un superviviente y revela que el desastre gigantesco sucedió “en cuestión de segundos”.

Samuel Hortelano, en su casa de Buenache de Alarcón, Cuenca, el pasado jueves. El nivel del agua llegó hasta el retrato de su boda. Felisa, su mujer, fue rescatada por la Guardia Civil.
Samuel Hortelano, en su casa de Buenache de Alarcón, Cuenca, el pasado jueves. El nivel del agua llegó hasta el retrato de su boda. Felisa, su mujer, fue rescatada por la Guardia Civil.Álvaro García

“Felisa fue a reforzar la ventana de la habitación, pero se rompió el cristal por la presión, y empezó a entrar aquello como un torrente; yo había escuchado un ruido en la parte de atrás, en la cochera, y cuando abrí la puerta se me echó todo el lodo encima, trepé como un gato, subiéndome por el depósito de gasoil y ya no pude regresar a buscar a la mujer. La llamaba y ella respondía, hasta que dejó de hacerlo, ya con el agua al cuello... Y, de pronto, pasada media hora, cuando ya has dicho: ‘Pues hasta aquí hemos llegado, el agua empezó a bajar...’, recordaba este jueves Hortelano, en lo que quedaba de su hogar “de toda una vida”, casi vacío, y del que seguía sacando enseres embarrados con su carretilla, mientras los bomberos preparaban las mangueras a presión para arrancar el barro de suelos y paredes. “El lunes viene la del seguro”, dice. “Y después será el Consorcio [de Compensación de Seguros] el que nos arregle todo. Y, mientras, a casa del hijo”, resuelve.

Una llamada al teléfono 900 o bien acceder a la página web de esta institución pública, perteneciente al Ministerio de Economía, es el primer paso para abrir un expediente y reclamar daños. “Dejan sus datos, describen su situación y el lugar en el que se encuentran, y aportan los datos de su seguro privado, ya que el Consorcio sustituye en estos casos excepcionales a ese seguro: el que no tenga un seguro propio no estará protegido”, explica Izuzquiza, que dice haber resuelto ya dos expedientes y asegura que los damnificados habrán cobrado su indemnización en un máximo de cuatro meses, pese a que su ejército lo forman un total de 155 peritos, que deben valorar y confirmar cada caso, así como realizar una propuesta de pago.

Camiones con bombas para achicar agua, en Buenache de Alarcón, seguían trabajando cuatro días después de la dana.
Camiones con bombas para achicar agua, en Buenache de Alarcón, seguían trabajando cuatro días después de la dana.Álvaro García

Un recorrido por algunas de las zonas más afectadas por el paso de lo que los meteorólogos denominan dana (Depresión Aislada en Niveles Altos, también conocida popularmente como gota fría) muestra la dimensión tanto de la catástrofe sufrida en esas poblaciones como de la enorme solidaridad que habita los pueblos. Porque más allá de los servicios de emergencias, que no daban abasto estos días para achicar agua y atender llamadas —40.700 registradas en Castilla-La Mancha, según datos de la Consejería de Hacienda; y 18.000 en la Comunidad de Madrid, según Presidencia—, han sido los vecinos, amigos y familiares quienes han paliado la verdadera emergencia de los afectados. Así como los alcaldes de esos municipios, como Alberto Plaza (IPA) en Aldea del Fresno (Madrid), Mariano Núñez (PP) en Villamanta (Madrid), Jesús Mayoral (PSOE) en Casarrubios del Monte (Toledo), o Raquel Hortelano (PP) en Buenache de Alarcón (Cuenca), a los que era imposible encontrar en sus respectivos ayuntamientos porque andaban “por la calle”, contestaban en las secretarías consistoriales, calzados con botas, atendiendo personalmente a los ciudadanos y, como ellos, de barro hasta las orejas.

“Estoy muy agobiado”, alcanzaba a decir el alcalde Plaza, mientras acompañaba a paso ligero a media docena de militares, ingenieros del servicio de mando de Salamanca, a reconocer el terreno en Aldea del Fresno. “Estamos valorando opciones”, añadía, porque el objetivo es poder reestablecer cuanto antes las comunicaciones por tierra y levantar un puente provisional, después de que la tromba de agua y lodo derrumbara los tres principales puentes del municipio madrileño, de 2.700 habitantes.

“Se han hecho tan solo dos reconocimientos para estudiar la viabilidad del asunto”, aseguran en el Ministerio de Defensa. “Pero aún no hay nada concretado porque las orillas no están habilitadas para poder poner un puente, no hay nada decidido y llevará tiempo”, advierten en ese ministerio, que trabaja codo con codo con miembros de la Dirección General de Carreteras, de la Confederación Hidrográfica del Tajo y de las administraciones afectadas para buscar soluciones a los destrozos en infraestructuras esenciales.

El lodo se traga un campo de fútbol

No muy lejos de allí, a unos 10 kilómetros —ahora a más de 40 porque la carretera está cortada—, en Villamanta, el regidor Mariano Núñez caminaba el miércoles por la tarde con el móvil pegado a la oreja de un punto a otro del municipio, en el que el lodazal se ha tragado el campo de fútbol, parte del colegio y casas enteras. “Nadie limpió ese cauce, pese a que lo reclamamos hace años, ya estando en la oposición”, recuerda Núñez. “Seguramente la limpieza del arroyo y sus alrededores no hubiesen evitado el desastre, pero habría sido menor”, expresa con pesadumbre ante una pila de coches amontonados al fondo de una calle de la urbanización Zuvasa que parecen desafiar la ley de la gravedad.

“Los cauces de los ríos, como los bosques, hay que mantenerlos limpios para que pueda correr el agua, si no arrastra todo lo que encuentra hasta que esa masa de materiales se topa con un puente, lo tapona, y lo convierte en un dique, vencido”, dice indignado el villamanteño Juan Manuel Pérez, mientras observa la desolación que la riada dejó a su paso. “Cuesta menos cuidar que arreglar todo este destrozo, pero en este país no queremos enterarnos”, añade. La queja se la transmitieron directamente los vecinos a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, cuando visitó la zona el pasado martes.

Mariano Núñez, alcalde de Villamanta (Toledo), habla por teléfono mientras camina por una de las calles convertidas en un lodazal.
Mariano Núñez, alcalde de Villamanta (Toledo), habla por teléfono mientras camina por una de las calles convertidas en un lodazal.Álvaro García

Entre tanto, mientras se improvisan guarderías en casas de vecinos o familiares y amigos buscan posibles alojamientos para las familias que se han quedado sin vivienda habitable, el alcalde Núñez reclama ayuda a todo organismo e institución que se le ocurre, para que vuelva el agua, cuando apenas acaban de recuperar la luz y la cobertura móvil.

La enorme tubería del sistema de abastecimiento de Picadas-Almoguera, que nutre a más 70 pueblos de Castilla-La Mancha (con más de 270.000 habitantes, según datos de la Consejería de Hacienda manchega), se ha roto a su paso por Aldea de Fresno, dejando sin agua a todos esos municipios y sus gentes. Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) con maquinaria pesada tratan de asegurar las orillas con rocas y piedras de distintos tamaños para poder actuar en la zona: “Es muy complicado, se trata de una tubería metálica de un metro de diámetro que va llena y con mucha presión y pasa por debajo del cauce, sale a la superficie, atraviesa el puente de la M-510 a la altura del Aldea del Fresno y vuelve a meterse bajo tierra, pero ha habido que cortar el agua porque el puente no aguanta, hay que apuntalarlo y redirigir el cauce mientras”, explica un capitán de la UME que trabaja en la zona.

“En este momento los pueblos sin agua están cogiéndola de poblaciones limítrofes o mediante camiones cisterna que acuden a esos municipios”, explica Juan Alfonso Ruiz Molina, el consejero de Hacienda y Administraciones Públicas. Según sus últimos datos, en Castilla-La Mancha ha habido un total de 296 municipios afectados, principalmente de Cuenca y Toledo, y se han gestionado 40.700 llamadas desde el 112, mucho más que lo que asumieron con la tormenta Filomena o las riadas de 2014. “De momento estamos centrados aún en la limpieza y en recuperar infraestructuras, después vendrá la evaluación de daños y esperemos que el Gobierno declare rápido las zonas como gravemente afectadas para que los ciudadanos puedan tramitar sus seguros”, dice.

Pero mientras llegan los seguros y el Consorcio, son los amigos y los familiares los que sacan a flote a los afectados. Fueron los vecinos quienes sacaron a pulso a Irene y a Dionisio de su casa, en el bajo de un edificio, al final de la calle Arenal de Casarrubios del Monte (Toledo). “Por esta calle antes corría el arroyo”, recuerdan los casarrubieros, con sus enseres en la puerta y con decenas de bombas de agua que se hunden en garajes e inundan las calles de barro. El arroyo fue soterrado, y encima se construyó un bonito bulevar, este miércoles completamente enlodado.

Justo al final de la calle, en esos mismos bloques en los que vive el matrimonio de pensionistas, falleció ahogado un joven de 20 años, que bajó al garaje a comprobar el estado de su coche y se quedó atrapado en el ascensor cuando trataba de regresar a su casa. “Llevaban poco tiempo viviendo aquí”, asegura Elisa, también vecina, que relata cómo sacaron a otro de ellos desde un patio interior, “tirando de él desde el bajo hasta el primer piso con sábanas atadas”.

Los lugareños aseguran que las vallas de los encierros, colocadas por las fiestas patronales que comenzaban este fin de semana, contribuyeron a obstaculizar la bajada natural del agua por esa zona, que se escoró hacia esos bloques de pisos provocando enormes daños. “De momento, estamos durmiendo en casa de los vecinos de arriba, todo lo que teníamos está para tirar, hasta la máquina de oxígeno de mi marido, que tampoco podríamos usar porque no hay luz”, contaba Irene, devastada, el miércoles.

Esther y Andrés, un matrimonio de Villamanta (Madrid), observaban aterrados aquella noche, desde la primera planta de su chalet, como subía el agua peldaño a peldaño de su escalera, “hasta el penúltimo escalón”, señalan la marca. “Y ese ruido aterrador, esa especie de rugido en la oscuridad más negra, donde no había luz ni funcionaban los móviles”. En el municipio madrileño, arrasado, no recuperaron la cobertura hasta el miércoles por la tarde.

Tanto Castilla-La Mancha como la Comunidad de Madrid han reclamado al Gobierno que califique las zonas de gravemente afectadas (o catastróficas), lo que permitirá liberar ayudas públicas, que son independientes de las coberturas del Consorcio, que se hace cargo igual, independientemente de la calificación que se le otorgue a las regiones afectadas. La Comunidad de Madrid, donde se registraron 2.273 incidentes relacionados con las tormentas y 1.500 intervenciones de bomberos, ha liberado 10 millones de euros mediante un contrato de emergencia para ampliar el número de operarios (ahora 100) y de maquinaria (ahora 55 excavadoras) en las labores de desescombro y limpieza de calles, cauces y carreteras, según señala el consejero de Presidencia, Miguel Ángel García Martín, que apunta a Villamanta y a Villamantilla como los pueblos más afectados “en daños personales, junto con Aldea del Fresno, que ha sufrido más en daños de infraestructuras”.

Una pareja caminaba el jueves por un cauce de barro en Villamanta, Madrid.
Una pareja caminaba el jueves por un cauce de barro en Villamanta, Madrid. Álvaro García

El pasado sábado, Pedro Ruiz, director de la Agencia de Seguridad y Emergencias de Madrid (ASEM), se fue ya con la maleta hecha para varios días al puesto de coordinación del 112. “A la luz de los pronósticos meteorológicos, sabíamos que tendríamos que dormir allí porque las cosas podían ponerse mal”, recuerda. “Había que minimizar riesgos, activamos la fase de preemergencia el viernes y el sistema de emergencia 1 el domingo, para ser ágiles en la ejecución de las decisiones , y después mandamos la ‘polémica alerta’, Es-Alert, a los móviles”, recuerda. “El balance es negativo en cuanto a muertos y desaparecidos, pero si pensamos en el centenar de personas que fueron rescatadas esa noche y en las situaciones de peligro que se evitaron, y que podríamos estar hablando de una catástrofe mucho mayor a nivel humano; en ese sentido, mi balance es positivo”.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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