A los narcos albaneses les gusta Teruel, destino ideal para ocultar plantaciones de marihuana
Una discusión por dinero entre patrones y peones de una explotación de droga acaba con un hombre muerto abandonado en las puertas del centro de salud de un pueblo de 600 habitantes
El 21 de julio se celebraba en el municipio turolense de Mas de las Matas una fiesta local de verano. Era aún temprano para el baile, sobre las once de la noche, cuando la rutina de este pueblo de 600 habitantes se vio sacudida por la llegada de un coche tipo monovolumen de color negro con matrícula francesa. El vehículo con cinco ocupantes atravesó la localidad a toda velocidad. El hombre al volante se paró a preguntar a un par de personas dónde estaba el centro de salud en un español rudimentario. Cuando se lo indicaron, aceleró y frenó en seco frente al ambulatorio. El conductor abrió una de las puertas traseras, sacó a dos hombres malheridos, los dejó en el suelo y pisó el acelerador. Varios vecinos que estaban cerca acudieron rápido a ayudarlos. Estaban llenos de sangre, uno tenía varias puñaladas en el pecho y el otro, en el cuello. El primero acabaría muriendo poco después.
El centro de salud estaba cerrado y el médico de guardia, a unos pocos kilómetros de allí, en el municipio cercano de Castellote, de apenas 700 habitantes. Casi al mismo tiempo que sus vecinos de Mas de las Matas, en esta otra localidad acababan de vivir una escena parecida. Un vehículo había irrumpido en el pueblo, había aparcado en la plaza Mayor. También un monovolumen, oscuro y con matrícula francesa. Y también con un herido en su interior pidiendo ayuda. Allí estaba el médico de Mas de las Matas cuando el otro vehículo había llegado a su centro de salud. Dos escenarios, a un puñado de kilómetros, tres heridos extranjeros, un coche que se había dado a la fuga... La confusión se apoderó de las dos localidades.
Entonces sonó el teléfono del capitán Cebrián, de la Compañía de Alañiz. Le dieron los datos básicos de lo ocurrido y en esa primera llamada le indicaron que los sujetos implicados hablaban en rumano, según los testimonios. Desde el principio, el capitán sospechó que no se trataba de rumano, sino de albanés. Y que esos siete hombres no venían de muy lejos. Sus sospechas se dirigieron a la orilla de un pantano cercano, el de Santolea, rodeado de laderas y vegetación.
Esa noche también sonó el teléfono de la alcaldesa de Mas de las Matas, María Ariño, que se encontraba en casa. “Aún era temprano cuando sucedió todo esto, la gente estaba en los bares acabando de cenar. La orquesta ni había empezado a tocar. Pensé: ‘¿Pero habrá sido una pelea de alguien del pueblo?’. Pero en seguida me dijeron que no. Yo llamé a la Guardia Civil para ponerme a su disposición para lo que necesitaran. Fue como una película”, resume la regidora.
La Guardia Civil se desplegó rápidamente en la zona e interceptó al vehículo que habiá dejado a los dos heridos frente al centro de salud de Mas de las Matas. Sus tres ocupantes fueron detenidos en la carretera, al igual que el conductor del vehículo que había parado en Castellote. Uno de los heridos fue atendido in situ, otro tuvo que ser trasladado al hospital Miguel Servet de Zaragoza y el que estaba más grave falleció sin que se pudiera hacer nada por salvarle.
“Hacía meses que estábamos trabajando en esta operación, la idea era culminarla en agosto, pero esta reyerta lo reventó todo”, apunta el capitán Cebrián. Todos los implicados habían llegado a Teruel en el primer trimestre del año provenientes de Albania con la misión de poner en marcha varias plantaciones de marihuana. Los investigadores de la Guardia Civil los tenían en su punto de mira y estaban esperando el momento indicado para detener al mayor número de integrantes de la organización. Dos de ellos eran los patrones y el resto, peones de trabajo. “Los recolectores son agricultores en su país de origen. Les ofrecen venir a España unos meses para hacer algo ilegal pero cobrando el triple de lo que sacarían en su país en un año. Les compensa y aceptan”, explica el capitán Cebrián.
Según la reconstrucción de los hechos que han llevado a cabo, el día en que sucedió todo, el viernes 21 de julio, los patrones habían acercado a los peones a Mas de las Matas para que compraran algo de comida, cargaran sus móviles, y se tomaran algo en los bares de la zona. Era una rutina semanal, pero no siempre iban al mismo pueblo, se dividían por varios de la zona. En el viaje de vuelta a una de las plantaciones, después de que los dos coches aparcaran en una pequeña explanada cercana a los cultivos ilegales, estalló una discusión. “Al parecer, los patrones y los peones empezaron a pelear por algo de dinero. Y uno de ellos cuenta que en cuestión de 20 segundos estalló todo y se apuñalaron”, cuenta el capitán Cebrián. Los dos patrones resultaron heridos, mientras que el que acabó muriendo era uno de los trabajadores del cultivo.
Los implicados se montaron en los dos coches divididos en dos grupos. En uno de los vehículos se subió uno de los heridos, y en el otro, cinco, con los dos que estaban peor. El primero fue el que se dirigió hacia Castellote y el segundo emprendió la ruta a Mas de las Matas. Otra persona de la organización, otro peón, se mantuvo escondido en la plantación, oculto entre las sombras del monte. En la zona también quedó un patrón, ajeno a lo sucedido, que en ese momento se encontraba en una tienda de campaña.
Al día siguiente, la Guardia Civil accedió a los cultivos y halló tres fincas con más de 5.000 plantas camufladas entre la vegetación y completamente aisladas de cualquier edificiación o ruta senderista. Alejadas de ojos ajenos. “Los primeros que llegan buscan el lugar con las mejores condiciones: buen terreno, cercano al agua y aislado. Después llega el grueso de los trabajadores que cortan árboles, aplanan el terreno y proceden a la siembra. Y a cultivar”, señala el capitán. Teruel tiene todas esas características y un elevado nivel de despoblación por lo que representa un escenario ideal para llevar adelante negocios ilegales. “Los tres últimos veranos hemos desmantelado plantaciones así, siempre de albaneses, los patrones con antecedentes y los peones normalmente no. Pero no vienen engañados, saben que aquí cultivarán marihuana y ganarán mucho en poco tiempo”, añade Cebrián.
La zona en la que se encontraban estas plantaciones parece ser especialmente apreciada por los narcotraficantes albaneses. En agosto de 2022 otra organización fue detenida por el cultivo de 11.500 plantas en el mismo término municipal de Castellote. Sus miembros vivían en tiendas de campaña cerca de su negocio ilícito. Las operaciones antidroga se han ido replicando a lo largo de los años en distintos puntos de la provincia. En abril de 2021, los agentes intervinieron tres toneladas de marihuana en unas naves ubicadas en Villel, un municipio de 327 habitantes, aunque en ese caso los narcos eran españoles. En 2016, fue desmantelada la que en ese momento fue una de las mayores plantaciones de España, con 8.000 ejemplares que ocupaban 12.000 metros cuadrados en el término municipal de Villarluengo, un pueblo de menos de 200 vecinos.
En este caso, la discreta vida de los narcos y sus jornaleros saltó por los aires por una pelea a navajazos que adelantó los planes de la Guardia Civil. Los cinco ocupantes de los dos vehículos, de entre 30 y 50 años, fueron detenidos, incluidos los heridos, al igual que los dos miembros de la organización que se quedaron en la plantación. Uno de ellos intentó huir y fue interceptado en otro pueblo cercano. Operación concluida. Hasta la llegada de los próximos recolectores de marihuana al corazón de Teruel.
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