El cáliz extremeño del siglo XVIII que apareció en una tienda de compraventa de oro de Logroño
Una larga investigación localiza una pieza robada hace siete años del monasterio de Serradilla y la devuelve a las hermanas agustinas recoletas
El fin de semana del 16 de abril de 2016, miles de fieles se reunieron en el monasterio de Serradilla, en la provincia de Cáceres, para sacar en procesión al Cristo de la Victoria. Eran tres días especiales. La última vez que el Cristo recorrió las calles había sido en 1981, debido una fuerte sequía, así que 35 años después, entre los feligreses había ganas de volver a pasear la impresionante talla de madera del Cristo de la Victoria, orgullo local que cumplía 375 años desde que llegó que al monasterio.
Los vecinos de este pueblo de unos 1.500 habitantes, situado a 40 kilómetros de Plasencia, adornaron balcones, ventanas y postigos con colchas, sábanas y mantelerías bordadas y cubrieron las calles del pueblo de tomillo y romero. Aquel día hubo música, comida y las madres agustinas recoletas se apartaron durante unas horas de su labor contemplativa para recibir a miles de vecinos durante una jornada de puertas abiertas en la que los visitantes pudieron ver parte de su impresionante patrimonio: los espectaculares retablos, la colección de arte barroco y el milagroso Santo Cristo de la Victoria, tallado en torno a 1630 y una de las imágenes más veneradas de Extremadura después de la Virgen de Guadalupe.
En medio del entusiasmo y alborozo, el cielo se oscureció, las nubes se cerraron y empezó a llover con una fuerza poco habitual en Extremadura. El agua caía, las calles se anegaron y los fieles corrieron a ponerse bajo techo y muchos de ellos buscaron refugio en el convento. Fue entonces cuando, aprovechando la confusión, alguien se llevó un pequeño cáliz de plata moldeado en 1737 por los plateros reales del rey Felipe V.
No era la primera vez que el santuario de Serradilla se quedaba sin parte de su patrimonio. Unos años antes, en 1979, el famoso cuadro Jesús Salvador de El Greco desapareció también cuando fue trasladado al museo de Cáceres por miedo a que lo destrozaran las termitas. Cuando estaba en el museo, tres jóvenes aprovecharon para colarse y llevarse el cuadro, que revendieron por unas pocas pesetas a un anticuario llamado Antonio Heredia, que fue detenido cuando trataba de sacarlo de España.
De vuelta al cáliz, nada se había vuelto a saber de la pieza desde el día de la procesión. Las hermanas agustinas pensaron que, simplemente, se había extraviado y nunca denunciaron su desaparición hasta que, seis años después, a principios del año 2022, de un local de compraventa de oro de Logroño llegó una pista.
La Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta, un grupo de la Policía Judicial que se dedica a la inspección y el control de los establecimientos enfocados en la compraventa de oro, recibió el aviso de que alguien había vendido por 137 euros un cáliz con unas misteriosas muescas que hacían pensar que se trataba de un objeto de gran valor.
De 28 centímetros y 866 gramos de peso
La policía se incautó entonces de la pieza, de 28 centímetros y 866 gramos de peso, y lo primero que hizo fue averiguar que no era una falsificación, pero ¿de quién era? “Estábamos en un punto muerto. Sabíamos que era un objeto de gran valor histórico, que procedía de un robo, pero las monjas no había puesto ninguna denuncia”, explica el inspector jefe de la policía judicial de Logroño, Manuel Fiances, un apasionado de la historia que, junto a la Brigada de Patrimonio Histórico, ha encabezado una investigación que ha durado casi un año y medio.
Gracias a dos pequeñas marcas en un lateral, una de ellas en latín y otra en castellano antiguo, el inspector Fiances logró averiguar que el cáliz había sido un regalo del rey Felipe V. El museo de Historia de Madrid tenía una pieza con un sello similar y pudo saber que en aquella época, todos los 6 de enero, festividad de los Reyes Magos, el rey regalaba a su capellán limosnero ―el oficial eclesiástico del palacio del rey al cargo, entre otras funciones, de distribuir el dinero que estaba daba a los pobres― un juego de tres cálices, que ordenaba fabricar a los plateros reales. Uno de ellos fue a parar a Don Álvaro de Mendoza, un personaje célebre de la época que ostentaba el título de patriarca de las Indias.
“Se consultó a todos los arzobispados de España, pero ninguno reconocía la pieza entre su patrimonio, así que, con el sello del maestro platero que había confeccionado el cáliz, comencé a buscar otras piezas elaboradas por él y el destino de los que había regalado Felipe V”, explica Fiances. “Me dejé los ojos consultando archivos y museos para que me ayudaran a identificar el cáliz, que además tenía un escudo de Madrid en el interior”, explica.
Finalmente, a primeros de febrero, encontró un estudio de 1984, elaborado por un catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Extremadura, en el que se describían, “por su puesto sin foto”, los bienes custodiados en el Monasterio de Serradilla. En él había registro del regalo en 1738 de un cáliz de plata entregado de forma “personal y directa” por Don Álvaro de Mendoza al monasterio del Santísimo Cristo de la Victoria de Serradilla. La policía comprobó que en el Libro de Devotos del archivo del monasterio de las carmelitas estaba inventariado el cáliz y las monjas explicaron todo lo que pasó aquel día de 2016, cuando empezó a llover y el monasterio se llenó de gente que se protegía del agua.
Acto seguido, un año después de la venta, se detuvo a la persona que había llevado el cáliz a la tienda de segunda mano. Se trataba de una mujer de 47 años de Albelda de Iregua (La Rioja), con numerosos antecedentes por delitos de robo y que se negó a declarar y a dar detalles del origen del cáliz. “No sabía lo que estaba vendiendo porque ese precio no se ajusta al mercado ilegal de arte. El tráfico de piezas de este tipo se hace en redes alternativas y no a la vista”, detalla Fiances.
“No puedo darle más detalles del cáliz”, contestó el dueño del negocio de compraventa de oro del centro de Logroño antes de colgar, malhumorado, tras la llamada de este periódico. El inspector reconoce que los casi 15 meses que se han dedicado a seguir la pista de la pieza fueron una cabezonería personal de alguien a quien le apasiona el arte. “Sabe Dios cuántos tratados me he leído sobre maestros plateros, capellanes limosneros y arte religioso”, explica. “Me fastidiaba especialmente tener que devolver a un negocio de compraventa de oro una pieza de mucho valor que habían adquirido por 137 euros”, reconoce.
Finalmente, el equipo de la policía de La Rioja, agentes de Plasencia y del área de Patrimonio devolvieron a primeros de junio el cáliz a unas monjas que se echaron a llorar en el patio central del monasterio al ver la pieza. Es un objeto “pequeño y bonito”, respondió a este diario una de las hermanas, que admite que el cáliz no se muestra ya al público por si milagros como este no vuelven a repetirse.
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