España y Francia homenajean a “los héroes” del exilio republicano
Unas 200 personas recorren ocho décadas después el trayecto de la huida de los perdedores de la Guerra Civil
Rosario Cunillera camina por la carretera de Le Perthus por la que su padre, entre otros miles de republicanos derrotados, huyó en 1939 del franquismo hacia Francia. Es su 78 cumpleaños y hace tiempo que el guerrillero Benigno Cunillera murió, al igual que su madre, Bernardina Peláez, pero se emociona al deshacer sus pasos: “Tuvo que ser muy duro para él y para todas esas familias que cruzaron a otro país con frío, lluvia y miedo”, explica. Junto a ella hay dos centenares de personas más, entre ellas, el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, el prefecto francés de la zona, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, el presidente de CCOO, Unai Sordo, el delegado de UGT en Cataluña, descendientes de combatientes antifranquistas, representantes de los gobiernos autonómicos de Navarra, Asturias, Baleares y Cataluña y los veteranos miembros de asociaciones memorialistas —la mayoría octogenarios— que han hecho nueve horas de autobús desde Madrid, leyendo poemas de Machado, para participar en la celebración del primer día oficial de homenaje a las víctimas del exilio, tal y como establece la ley de memoria aprobada el pasado octubre. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, tenía previsto asistir, pero tuvo que cancelar el viaje tras ser operado de urgencia el pasado sábado por un cólico biliar.
Benigno Cudillera terminó, como tantos españoles que huyeron a Francia, en un campo de concentración. En 2015, el entonces primer ministro francés, Manuel Valls, entonó algo parecido a un perdón de Estado: “Fueron humillados. Se les quiso arrebatar la dignidad. Los que huían en busca de libertad esperaban otro tipo de acogida. Eso no es Francia”, dijo. Desde entonces, las autoridades han multiplicado los homenajes a los republicanos españoles, considerados “héroes” en el país vecino. Porque después de haber sido maltratados, parte de aquel contingente humano de perdedores de la Guerra Civil española decidió jugar un segundo asalto contra el fascismo apoyando a los franceses en la resistencia contra los nazis. “Los campos de concentración”, explica Henri Fareny, presidente de la Asociación de antiguos combatientes españoles en Francia, “fueron el crisol de la resistencia que iba a desarrollarse luego. Es muy conocido el papel de La Nueve [los primeros soldados, españoles, que entraron en París para liberar la capital en agosto de 1944], pero ese proceso que luego se llamará Resistencia había empezado mucho antes”. En el campo de Argelès-sur-Mer, donde fueron a parar más de 80.000 republicanos, como el padre de Rosario Cunillera, fallecieron además, “70 niños menores de diez años: españoles, judíos y gitanos”, como explica una placa en el llamado “cementerio de los españoles”. Unas pequeñas piedras de colorines – los de la bandera republicana- recuerdan sus nombres y edad: “Manuel Martín, 3 años″, “Macrowiack Sophie, 7 meses…”.
La segunda parada del homenaje es en Collioure, ante la tumba de Antonio Machado, fallecido en la localidad francesa en febrero de 1939, tres días antes que su madre, Ana Ruiz, y apenas un mes después de haber logrado cruzar la frontera. García Montero ha recordado que el periodista Corpus Barga llevó en brazos a la madre del poeta en los últimos metros hasta la pensión en la que se alojaron y que ella, “con la desorientación del exilio, le preguntó al oído: ¿Pero cuándo llegamos a Sevilla?”. Pensaba que estaba llegando a la ciudad en la que habían nacido sus hijos, en lugar de a la localidad francesa donde iba a quedar enterrada junto a uno de ellos. “El último verso de Antonio, el que encontraron en el gabán de su bolsillo cuando murió”, recordó Montero, “era precisamente el que recordaba su niñez: ‘Estos días azules y este sol de la infancia…”. El director del Instituto Cervantes también ha leído, muy emocionado, el primer poema que Rafael Alberti escribió en el exilio, sobre aquella paloma que se equivocaba; uno suyo titulado Collioure y otro de célebre comienzo que Luis Cernuda compuso desde EEUU tras conocer a un brigadista que se había jugado la vida en España para defender a La República: “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros…”. Este se lo dedicó Montero a Jesús García Martínez, quien recibió la mayor ovación en el abarrotado salón de actos del centro cultural de Collioure. A sus 104 años es el último brigadista vivo. De origen andaluz, emigró con su familia con solo dos años a Francia y al cumplir los 18, con otro amigo del barrio, ingresó en las brigadas internacionales en la Guerra Civil. “Lo hice porque soy español y para luchar contra el fascismo”, explica. Su amigo murió. Él, que combatió en la batalla del Ebro, resultó gravemente herido y perdió casi toda la musculatura del brazo en un bombardeo.
Junto a Jesús García, recibieron un diploma del Gobierno, la declaración de reconocimiento del Estado por su sacrificio en favor de la democracia, otros 16 hombres y mujeres, entre ellos, Ana Floristán, de 85 años, recién llegada de La Habana. Tenía solo nueve meses cuando atravesó la frontera francesa con su familia y poco después lograron exiliarse en Cuba, para lo que su abuela, que ya vivía allí, tuvo que abonar una cuantiosa multa.
“Les quitaron la casa, las tierras, la familia, el trabajo…”, enumeró el secretario de Estado de Memoria Democrática, “pero los exiliados españoles tuvieron la fortaleza para iniciar una nueva vida, la perseverancia para sacar adelante a los suyos, y la fidelidad eterna a sus ideas. Y ganaron, porque la España de hoy es una democracia plena. Se la debemos a ellos, a nuestros héroes”.
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